XXIV

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Levi había despertado poco antes de despuntar el alba. Se había aseado correctamente para poder vestir el horrendo uniforme y presentarse formalmente a la reunión que tendría lugar en el distrito Stohess.

Uno de los guardias reales había acudido la noche anterior para hacerle entrega de la carta con su correspondiente citatorio. Todos los Comandantes y Capitanes serían requeridos a las siete menos cuarto del amanecer.

Los rumores de la destrucción del distrito Trost cobraban fuerza a medida que Levi dejaba el sector de entrenamiento para subir a la carroza de la policía militar.

Más daños. Más muertos. Más caos.

Así era la guerra.

Por suerte Levi había levantado una coraza a lo largo de los años. Una más dura que la roca y más resistente que las murallas. Dicho muro le permitía seguir con vida, cuerdo y lo suficientemente pragmático para que la visión de la muerte no le afectara al punto de hacerle perder razón.

Odiaba no ser más fuerte, así como detestaba profundamente no haber podido salvar más vidas.

De momento era menester que se enfocara en una sola. No solamente porque le quería, sino por la importancia que tenía esa vida para toda la nación de Eldia.

Levi había subido poco más de la mitad de las escaleras del parlamento cuando Erwin le dio alcance. Indiferente, Levi lo escuchó vociferar en voz baja a su lado, llamándolo y pidiéndole que no se detuviera, que caminaran despacio para ponerle al tanto de los pormenores de la situación precaria que se vivía en la muralla Rose.

Atento, Levi siguió a paso lento su recorrido.

-Todas mis tropas murieron en combate- masculló Erwin con la mirada baja-. Utilizamos tres cuartas partes del armamento militar para poder frenar el arribo naviero de Marley. Y lo conseguimos. Pero es un hecho que vendrán más. No sabemos cuando, pero el próximo ataque no lo resistiremos. Ya agotamos nuestros recursos, mientras que Marley apenas ha hecho uso de los suyos.

-Necesito que hagas algo por mi, Erwin.

-¿Acaso escuchaste algo de lo que dije, Levi?- se alteró, tenso el rostro y rígidas las articulaciones. Levi le observó de soslayo con una expresión beligerante en sus ojos sombríos. Frío y férreo como estalactita.

-Te oí- afirmó-. Por ello te estoy pidiendo ayuda.

-¿Qué es?- Erwin frunció el entrecejo al recibir un papel doblado en la palma de su mano.

-Periódico Berg- dijo Levi con aplomo-. Que no pase de hoy.

Sin entender de qué se trataba, Erwin asintió. Confundido, vio a Levi entrar a la sala correspondiente a los Capitanes de la policía militar.

**

Al menos media docena de los asientos del salón ya estaban siendo ocupados por miembros de relevancia dentro de la policía militar. Kenny Ackerman ocupaba el tercer asiento a la derecha, cuando generalmente le correspondía el segundo. Los asientos se designaban por grado de oficio. Sin embargo, le habían delegado que ocupase ese sitio gracias al estúpido disturbio protagonizado por su sobrino.

Ese entrometido de Levi le debía una buena. Y se iba asegurar de que lo pagara.

"Debí dejarlo morir de hambre cuando era un crío"

Meditó con rabia al acariciarse la fresca cicatriz del roce de aquella bala en su mejilla.

El rasguño era lo de menos. Pero Levi se había atrevido a invadir su territorio, su cargo. Lo había enfrentado como si fuera su igual, cuando claramente había sido Kenny quien le enseñó gran parte de sus maniobras defensivas y de ataque. Él lo hizo quien era. Por él seguía con vida. Y si, puede que lo arrojara a la calle como a un perro sin dueño, pero aun así Levi se las había ingeniado para llegar a donde estaba.

Maldito bastardo suertudo.

Por Levi, había muerto su hermana.

Con aquellos pensamientos aglomerandose en su cabeza como una nube de tormenta, Kenny vio entrar al responsable de su amargura.

Estoico, Levi fue hasta la mesa y tomó asiento en la segunda silla a la derecha. Justo el lugar que antaño le correspondía a Kenny.

-Eres...- empezó a farfullar con los dientes fuertemente apretados.

Levi se volvió entonces para mirarlo como si fuera una insignificante cucaracha que no merecía su atención.

Kenny estaba por ponerlo en su lugar cuando le vio alzar la mano bajo la mesa, dejandole entrever en medio de los dedos índice y medio el valioso boleto rojo de embarque. Aquel que Kenny había reservado con antelación junto a sus fajos de billetes para escapar cuando fuera el momento oportuno.

-Que triste que un adefesio como tu pueda caer tan bajo para querer escapar de su deber como soldado- masculló Levi, guardándose el boleto en la funda de su cinto.

Los labios de Kenny se cerraron en una fina y tensa línea de odio. Sus pupilas parecían bailotear en medio del histerismo, la indignación y la cólera.

Levi apenas si pestañeó al murmurar las palabras que terminarían con el escaso sosiego de su familiar.

-Tenías razón en una cosa- paladeó empleando su mejor tono de apatía-. Mi madre no debió morir. Debiste ser tu. Habrías sido mejor alimento para ratas, que soldado para tu patria.

Nadie lo vio venir. Hubo un par de gritos en la sala, señalamientos y exclamaciones de ahogo cuando Kenny se levantó de un salto para incrustar su navaja en el pecho de Levi.

La sangre se esparció por la mesa, oscura y espesa como la tinta.

Kenny sonrió enloquecido de triunfo al principio, pero su gesto fue perdiendo placidez y regocijo al notar la media sonrisa de su sobrino.

En menos de medio minuto fue apresado y restringido como un criminal. Pero no fue hasta horas más tarde cuando Kenny, (trasladado en una carroza) comprendió mejor el asunto.

Lo hizo justo cuando uno de los guardias le exigió su firma en el escrito que antaño lo acreditaba (Y ahora eximía) como tutor legal de Eren Jaeger.

"Maldito seas, Levi"

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora