XVIII

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Kenny no se presentó tampoco al día siguiente, lo que avivó el temor de Eren sobre lo que estaría haciendo y lo que haría al regresar.

Ya habían terminado de correr las vueltas previamente estipuladas del entrenamiento. Lo siguiente era la merienda. Hitch y Marlowe los condujeron a un pequeño comedor situado a espaldas de los calabozos. Era una infraestructura de ladrillos y un artesonado de madera en buenas condiciones, aunque carente de inmobiliario, más allá de la mesa redonda y un par de sillas de cedro.

Armin se mostraba excesivamente turbado desde que los dejaron solos. No dejaba de mirar en todas direcciones, terriblemente nervioso y con unas ansias propensas a contagiarse. Eren bebió avidamente el caldo frío de hortalizas y papas, tratando fallidamente de deslindarse de la misma sensación que constantemente lo apabullaba. Quería contarle a Armin tantas cosas, que ni siquiera sabía cómo o por donde comenzar. No le diría sobre su padre todavía porque no deseaba asustar más a su amigo de lo que ya estaba. Si se enteraba que Kenny había llegado a esos extremos, seguramente perdería toda esperanza.

Así era Armin. Lógico, sensato, pragmático, realista. Pese a que le gustaba soñar despierto al igual que a Eren. Compartían la mutua fantasía de alejarse del aprisionamiento de los muros, hacia un futuro menos desolador y esclavizado. Un lugar donde conocerían toda suerte de paisajes, flora y fauna. Serían libres y ya no tendrían miedo de nada, porque el mundo, la vida más allá de las murallas se abriría desprovista de peligros y penalidades para ellos. 

Tenían el mismo sueño, y sin embargo, era solo eso, un sueño al que se aferraban para poder hacer frente a los hechos de la descarnada e intransigente realidad.

—¿Cómo está Mikasa?— inquirió Eren en voz baja, moviendo apenas los labios mientras simulaba seguir bebiendo de su plato.

Hitch y Marlowe parecían no enterarse de nada. Estaban de pie en el quicio de la puerta del comedor, enfrascados en otra de sus riñas matutinas. Marlowe apenas respondía a las volátiles gesticulaciones de su compañera, pero no les perdía de vista en ningún momento.

Armin respondió entre suaves y cortos sorbos a su vaso con agua.

—Ella está bien, aunque sigue muy preocupada por ti. Temía que fuera a pasarte algo. Estábamos pensando buscarte pero las cosas se complicaron con lo de Ymir.

—Ya veo— Eren bajó la mirada y se quedó pensativo—. ¿Sabes algo de Levi?

—¿Levi?

Armin parpadeó, confuso por el confianzudo tuteo que su mejor amigo había dejado escapar. Vio que Eren enrojecía antes de corregir su transitorio equívoco. 

—El Capitán Levi.

—¿Aún no lo sabes?— preguntó Armin con tanta calma que Eren sintió que el corazón le daba un vuelco, anticipándose a lo que vendría después—. Se ha dado de baja. Creí que estabas enterado.

—No...yo, eh, claro— intentó no verse afectado, pero el temblor inconsciente de sus manos al sostener el plato lo delataba. Levi se había dado de baja voluntariamente, lo que significaba que no quería saber más de él, no quería seguirse involucrando con alguien tan inmaduro. Lo había arruinado todo con una confesión tan unilateral y sosa.

—¿Eren?

—¿Y qué hay con Jean y los otros?— prosiguió con voz quebrada, forzando a diluirse aquel sentimiento pesaroso que corría por todo su cuerpo. 

—Se encuentran bien, Eren. Dime ¿Qué es lo que ocurre?, ¿Pasó algo entre el Capitan y tú?

"Todo" pensó Eren, dejando de oprimir los puños bajo la mesa al notar que atraían la atención de Marlowe. Habían levantado la voz.

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora