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Lua.

Seattle.

Eran seis almacenes en total de los cuales cinco ya se estaban consumiendo en llamas alrededor de la ciudad como mi mensaje de guerra hacia Lambert, un mensaje que esperaba y le dejara en claro que no iba a permitir que viniera a mi ciudad a joderme una vez más.

—Listo.—dijo Nathan al terminar de vaciar el último galón de gasolina.

—Hazlo.—le pase el mechero.

Miró mi mano donde se encontraba el mechero y lo tomo guardandolo un momento en el bolsillo de su chaqueta, tomo el casco y se lo puso para luego subirse a la motocicleta esperando a que yo también lo hiciera para posteriormente sacar nuevamente el mechero.

Me miró sobre su hombro a través del visor de su casco y encendió el mechero que espero a lanzar cuando yo le baje el visor a mi casco.

El fuego comenzó con su camino con una increíble rapidez que en cuestión de segundos el almacén estaba siendo consumido por las llamas del fuego con una gran brutalidad.

Me sujete del asiento de la motocicleta cuando Nathan arranco la motocicleta dejando atrás el almacén en llamas.

En el trayecto a nuestro centro de reunión las sirenas de los coches de policías y los camiones de bomberos nos hicieron compañía al igual que al resto de las personas solo haciendo que supieran que la ciudad estaba en caos.

En el centro de reunión ya estaba Kasey y Melissa.

—Ya está hecho.—dijo Kasey con los brazos cruzados a la altura de su pecho.

Asentí.

—Estemos atentos a partir de hoy las cosas pueden ponerse locas.—le entregué el casco a Nathan— Hemos hecho un buen trabajo.

Nadie más dijo nada, ni una sola palabra.

Subí a mi coche y sin esperar nada arranque de regreso a casa donde Sophie me esperaba creyendo que solo había salido a cenar con un par de amigos.

En el asiento de pasajero mi celular comenzó a vibrar indicando que alguien me estaba llamando, sabía quién era así que encendí la radio y subí el volumen dejando en el olvido mi celular.

No podía hacer esto.

Mi vida era un desastre para alguien como él.

Al llegar a casa Sophie estaba sentada delante del televisor mirando las noticias mientras cenaba un cóctel de frutas.

—¿Qué tal la cena?—me pregunto sin quitar la mirada del televisor.

—Bien, Mel te manda saludos.—suspiré dejándome caer en el sofá a su lado— ¿Qué miras?

—Las noticias, la ciudad es todo un caos.—señaló uno de los almacenes en llamas.

—Si, eso parece.—murmuré— Estoy cansada, me iré a dormir.

Me levanté del sofá y comencé a caminar hacia el pasillo que daba a mi habitación pero su voz sonando por los altavoces del televisor me hizo detenerme.

—¿Ese no es Jake?—mencionó Soph.

Asentí en silencio mirando a Jake justo delante de la cámara esperando a ser entrevistado por uno de los periodistas que se encargaba de grabar como apagaban las llamas que consumieron uno de los almacenes.

—¿Qué puede decirnos acerca sobre esto, señor Longdon?

—Extraoficialmente creemos que puede ser un ajuste de cuentas entre un grupo de criminales.—dijo con total seriedad— Estos almacenes pertenecían a Gerard Lambert, uno de los criminales más buscados por más de tres décadas.

Baje la mirada y pase saliva con fuerza.

—Para los ciudadanos, pueden estar tranquilos.—volví a mirar la pantalla— Nos encargaremos de que la ciudad siga en paz.

—Gracias señor Longdon.

—Para servirles.—dio un asentimiento y se marchó.

—Iré a dormir.—dije y me dirigí a mi habitación cerrando la puerta con persillo.

Me senté en el borde de mi cama sintiendo como las manos me temblaban y como la garganta se me comenzaba a cerrar, mis ojos se llenaron de lágrimas cuando ví el mensaje entrante en mi celular.

Jake.
La ciudad es un caos, espero que esté bien fierecilla.
Llámame cuando puedas.

Apreté mis manos con fuerza clavando mis uñas en la carne blanda de las palmas de mis manos, pude sentir como en un segundo todo se apagaba dentro de mí.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora