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Jake.

Seattle.

La noticia de la captura de Gerard Lambert se había vuelto noticia nacional al instante y en un par de minutos se volvió internacional, todos los consejos estaban reunidos intentando arreglar un acuerdo para que ese hombre pagará su condena en cada lugar que había cometido un crimen.

Estaba ahí sentado junto a otros hombres con rangos más altos, mucho más importantes, todo lo que alguna vez había aspirado pero en este momento no tenía cabeza para nada.

Lua había muerto en mis brazos.

Si tan solo hubiera entrado antes, maldición, ella aún seguiría con vida.

Las cosas habían pasado demasiado rápido, aún seguía esperando una llamada por su parte o un mensaje pero lo cierto era que la mujer que amaba estaba muerta.

—Siento todo esto, mi amor.—me trague el nudo en la garganta y forcé una sonrisa para mi madre— No tienes que fingir que estás bien.

—Lo sé.—me acomode la corbata.

—Ha sido una tragedia.—me miró con tristeza.

De pronto me sentí en aquella fábrica, con su cuerpo sin vida entre mis brazos y su sangre manchando mi ropa.

Asentí apretando la mandíbula cuando quise llorar.

—Debo irme madre.—la mire— Gracias.

—Puedes volver cuando quieras.—acarició mi mejilla.

Abrí la boca queriendo decirle que planeaba irme de la ciudad pero no pude.

—Te amo madre.—la abracé con fuerza.

—Te amo mi amor.—respondió mi abrazo.

Me sentí un niño pequeño que tenía una herida abierta y su madre estaba ahí para curarlo sin embargo está herida que tenía parecía que no sanaría pronto.

Me detuve en el living de la casa de mis padres mirando las fotografías encima de la chimenea, ahí había una fotografía reciente donde aparecía Lua con una radiante y genuina sonrisa.

Respire hondo caminando a la puerta de la casa mientras sacaba el sobre del bolsillo interno de mi saco, lo mire un segundo antes de ponerlo junto a los otros sobres.

Podrían llamarme cobarde al irme sin despedirme pero si lo hacía tal vez no podría marcharme.

Conduje hacia el memorial de Lua con el corazón dolorido y su último recuerdo apareciendo en mi cabeza.

Me habían dado una medalla de honor por haber atrapado a Lambert, mi rango había subido y aunque parecía que tenía todo realmente no era así, me hacía falta ella.

Sabía la verdad.

Sophie se había encargado de contarme todo.

Dos días después había pedido mi translado a otra ciudad, específicamente Londres, no sabía si lo hacía para poder superar lo que había pasado o para cuidar de Sophie tal y como Lua lo hubiese querido, tal vez eran ambas.

Todos vestían de negro, algunos lloraban y otro miraban el féretro cerrado donde se encontraba el cuerpo de Lua. Respire hondo caminando con firmeza a pesar de sentir como las rodillas me temblaban, me senté al lado de Sophie sin prestar mucha atención a nuestro alrededor.

—Estas aquí.—dijo sin mirarme.

—¿Dónde más podría estar?—mire la corona de flores blancas sobre el féretro— Era la mujer que amo.

—Creí que la odiarias después de...—sentí su mirada en mí.

—No puedo odiar a una persona que ya no puede dar su versión de la historia.—susurré regresandole la mirada.

Asintió con los labios temblorosos, estire mi mano sujetando la suya.

—Le dije que la odiaba, lo último que le dije es que la odiaba.—sollozo tensando su mano— ¿Cómo podré vivir con eso?

—Ella sabía que no era así, sabía que la amabas de la misma manera en la que ella te amaba.—intenté consolarla.

—¿Lo sabía?—me miró con los ojos llorosos.

Un nudo se formó en mi garganta.

—Claro que lo sabía.—asentí sintiendo cada palabra arder al pasar por mi garganta.

Durante todo el memorial sostuve la mano de Sophie que lloraba en silencio a mi lado.

Esto era real.

Lua ya no estaba más entre nosotros y no podía dejar de pensar que hubiera pasado si hubiese entrado desde el momento en el que ví a Raphaël salir de la fábrica, debía hacerlo y tal vez todo esto se habría evitado.

Respire hondo sintiendo mi vista nublarse y mis labios temblar ligeramente, me negué a llorar, debía ser fuerte para Sophie, Sophie me necesitaba.

La gente se fue lentamente o tal vez así lo sentía, deje a Melissa con Sophie mientras iba a mi coche un segundo.

Abrí la puerta del conductor mirando las peonias descansar en el asiento del pasajero, en ese momento no pude aguantar más y me rompí sujetándome del marco de la puerta de mi coche.

Todo dentro de mí ardía.

Me deslice en el asiento del conductor dejando que todo lo que había contenido se liberará, el dolor se expandió por cada centímetro de mi cuerpo.

La había perdido.

La mujer que amaba ya no estaba.

FIN.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora