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Lua.

Seattle.

La reciente revelación acerca de Iris me había dejado toda la noche en vela intentado comprender como alguien podía ser capaz de hacer lo que ella había hecho y no tener remordimiento.

Casi tuve lastima por Lambert, por ser manipulado de aquella manera pero la lastima desapareció al instante, era un hombre consiente de lo que hacía.

Tal vez las mentiras de Iris lo habían cegado, lo seguían cegando pero eso no justificaba todo el daño que había provocado.

Eran las seis de la mañana cuando salí del penthouse y fui al gym que se encontraba en el primer piso del edificio intentando así poder liberar un poco de todo lo que cargaba sobre mis hombros.

Corrí sobre la cinta dejando que la música explotará en mis oídos haciendo que todo a mi alrededor desapareciera y mis pensamientos se apagaran por un instante, solo un segundo antes de que todo me golpeara con fuerza.

Jake seguía sin responder.

Entendía que necesitaba tiempo, claro que lo necesitaba pero también yo lo necesitaba a él sin embargo, mis necesidades no eran su problema.

Lo había engañado.

Lo último que quería era verme o saber de mí y eso, joder, eso me dolía en el alma.

Justo a las siete y media de la mañana estaba regresando al penthouse con el cuerpo ligero pero la mente cargada de todo el caos a mi alrededor que parecía aumentar y aumentar.

Raphaël estaba en la cocina preparando lo que parecía panques de avena distraído en su celular mientras esperaba que se cocinara de un lado para darle la vuelta al panqué.

—Hola.—entré a la cocina inhalando el exquisito aroma.

—Creí que estabas dormida.—dejo su celular a un lado.

Solté una risita y sacudí la cabeza recargando mis brazos sobre la isla.

—No pude dormir.

Asintió.

—¿Cómo te sientes?—cuestionó en voz baja.

Mire mis manos notando como mis dedos comenzaban a temblar, convertí mis manos puños.

—¿Por saber que mi tía fue una de las causantes de la muerte de mi madre o por todo?—dije hostil.

Raphaël me miró en silencio por aquel arranque que había tenido, baje la mirada y respire hondo.

—Lo siento, no es tu culpa es solo que...—junté mis labios en una linea— Estoy bien.

—No tienes que mentir.—decidió ignorar mi arranque.

Pase mi lengua por la parte interior de mis dientes cuando sentí las lágrimas picar en mis ojos.

—Es que no entiendo cómo Iris no tuvo corazón para engañar a Lambert y hacer que asesinara a mi madre.—mi voz fue una combinación de dolor y rabia— Solo puedo pensar en que si no hubiera olvidado esa conversación hubiera podido evitar tantas cosas...

—No es tu culpa.—tomó mis temblorosas manos.

—Personas murieron por mi culpa.

—Hay cosas que la mente decide olvidar y nosotros no podemos evitar.—me consoló.

Contuve las lágrimas.

—Mierda.—Raphaël me soltó y se dirigió a la estufa dónde el panqué se había quemado— Espero que te gusten los panqueques quemados.

Me reí por primera vez en días con sinceridad.

Desayunamos juntos antes de que Raphaël se marchará al trabajo dejándome una vez más sola en el penthouse.

Aquel día nublado decidí que quería salir así que me duche, me vesti, tome las llaves de mi coche y conduje al centro de la ciudad para pasear por entre las tiendas sin comprar realmente nada.

Estaba entrando a una cafetería para comprar un café y un bocadillo cuando ví la melena de Amelie —hermana de Jake— entre las mesas que se encontraban ocupadas, intenté darme la vuelta para marcharme pero en mi intento de huida Amelie logro verme.

—¿Lua?—preguntó con una sonrisa poniéndose de pie.

—¿Amelie? Hola.—dije fingidamente cómo sino hubiera intentado que no me viera.

—Hola, que alegría verte.—me abrazo con efusividad.

—Lo mismo digo.—sonreí sin mostrar los dientes acomodándome de forma que estuviera frente a la venta— ¿Cómo estás?

—Estoy muy bien, ¿qué tal tú?—respondió con su característica alegría.

—Bien, todo bien.—me rasque la nuca mirando a otro lado.

Nos sonreímos mutuamente.

—¿Cuándo planean ir a casa? Mamá te extraña.—me tomo de las manos.

—Pronto.—mentí— He estado bastante ocupada y Jake a tenido bastante trabajo.

—Dios, ese hombre obsesionado con el trabajo.—blanqueo los ojos.

Asentí distraída mirando sobre su hombro.

—Espero que pronto nos visiten.—cada vez fui escuchando menos sus palabras cuando mis ojos visualizaron a aquella mujer.

—Lo siento, debo irme.—dije atropelladamente.

No espere su respuesta, salí de la cafetería de prisa esperando encontrar a Iris entre la gente aunque no sabía si realmente la había visto o había sido una ilusión de mi mente.

Me detuve mirando a ambos lados, gire y mire a mi alrededor intentando asegurarme de que no era una ilusión.

Si ella realmente estaba aquí, solo se podía significar una cosa.

El fin estaba cerca.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora