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Lua.

Seattle.

Estaba por salir de casa cuando el timbre sonó provocando que cada músculo de mi cuerpo se tensara en un instante bajo la tela de satín que conformaba el vestido que había comprado para la graduación de Sophie. Al abrir la puerta mi mano la sostuvo con fuerza al ver a Melissa al otro lado con una pequeña y tímida sonrisa en sus labios.

—Hola.—saludo en voz baja.

—Hola.—respondí hundiendo mi entrecejo— ¿Qué haces aquí?

—Yo...—se rasco la nuca nerviosa— ¿Tienes un momento?

—Voy de salida.—dije algo evidente.

—Solo serán cinco minutos.—prometió.

Mire mi reloj.

Aún faltaba algo de tiempo para que la graduación de Sophie diera inicio sin embargo tenía que asistir a una reunión con Raphaël.

—Vale, que sea rápido.—le pedí.

Asintió respirando hondo.

—Se que nos hemos distanciado un poco desde la... desde lo que pasó con Nathan.—que mencionara aquello hizo que todo dentro de mí se revolviera— pero aún te considero parte de mi familia Lua y yo de verdad apreciaría mucho que asistas a mi boda como una de mis damas.

Entre abrí mis labios al ver cómo sacaba la invitación de su boda con Kasey de su bolso.

—Entendere a la perfección sino quieres asistir o...

—Ahí estaré.—susurré tomando la invitación.

—¿De verdad?—sus ojos se iluminaron.

—Por supuesto que si, Mel.—sonreí a medias— No me lo perdería por nada.

Me regreso la sonrisa.

—¿Puedo... puedo abrazarte?—su voz tembló un instante.

Asentí lentamente recibiendo su abrazo que extrañamente se sintió demasiado bien, cerré los ojos y disfrute de aquella pequeña demostración de afecto.

—Bien, no te quito más tu tiempo.—se separó— Mis felicitaciones para Sophie.

—Gracias.—susurré.

Se despidió con un movimiento de mano al que respondí, baje mi vista a la invitación mirandola con detalle antes de dejarla a un lado y salir de casa para subir a mi coche y conducir al punto donde me encontraría con Raphaël.

Le envié un mensaje a Jake para decirle que lo vería en el instituto de Sophie.

Entre al estacionamiento de varios pisos conduciendo hasta el sexto dónde Raphaël me había indicado que nos encontraríamos.

Había un solo coche estacionado en el sexto piso, un audi de último modelo de color negro con los vidrios polarizados, supe que era él al instante. Me aparque a su lado y baje del coche al mismo tiempo que él lo hizo.

—Soyez rapide, je n'ai pas le temps.—dije a penas lo tuve de frente.

Se rápido, no tengo tiempo.

—Que mal educada, buenos días.—recargo su peso en el capo de su coche.

Apreté los dientes.

—Di lo que tengas que decir y vámonos de aquí.—gruñí.

—¿Por qué tanta prisa?—me miró con interés.

—No te interesa. ¿Hablarás o tendré que investigar por mi cuenta que haces aquí?—dije irritada.

—Ni el mejor investigador o hacker podrá saber que hago aquí.—se burló.

—Entonces comienza a hablar.—me cruce de brazos— ¿Qué haces aquí?

—Vengo a ayudar.—parecía sincero.

Sacudí la cabeza, incrédula.

—Es verdad Lua, se los planes de nuestro padre.—la última palabra me tenso.

—Ese hombre no es mi padre.—dije con desagrado— ¿Cómo se que dices la verdad?

—Tendrás que confiar.—se encogió de hombros.

Me reí en su cara.

—¿Confiar en el hijo de Lambert? Imposible.—lo mire fijamente.

—No soy como él.—me miró desafiante.

—¿Por qué debería creerte? Eres lo que él siempre ha querido, estoy segura que eres su copia.—ataque sin justificación— No se que hago aquí, estoy perdiendo el tiempo.

Me di la vuelta lista para marcharme pero su voz me hizo detenerme.

—Él ya no viene por ti, Lua.—dijo dejando sus palabras flotando las palabras en el aire.

—¿A qué te refieres?—pregunté a pesar de que en el fondo lo sabía.

—Viene por ella.—sus palabras me robaron el aire— Su objetivo es Sophie.

Mire el capo de mi coche sintiendo como el miedo comenzaba a recorrer mi cuerpo lentamente comenzando por las puntas de mis pies, subiendo por mis piernas, mi abdomen, mis brazos, mi cuello, mi rostro, hasta terminar en mi cabeza.

—Es su hija.—dije como si eso lo fuera a detener.

—Y es tu talón de Aquiles.—susurró.

Apreté los dientes luchando contra las lágrimas que me exigían ser derramadas.

Imaginar a Sophie siendo dañada por Lambert hacia que todo en mi comenzará a temblar fracturando poco a poco la fuerte estructura que me había esforzado en construir.

—¿Cuando?—mi voz salió ahogada.

—No lo sé.—suspiro, lo mire sobre mi hombro— No sé cuando, no sé dónde pero sé que lo hará y debemos estar preparados para ello.

Me gire por completo hacia él cuando mire como abría la puerta de su coche sacando de él un objeto envuelto en una tela negra.

—¿Sabes usarla?—dijo dejando al descubierto el arma.

La mire en silencio por un segundo antes de responder.

—Si.—murmuré.

Cuando vio que no hacía ni un solo movimiento, tomo mis manos y dejo el arma con la tela sobre mis manos.

—Llevala siempre contigo a partir de hoy.—me aconsejó.

No dije nada. No podía.

—Se que nunca has matado a nadie pero tal vez debas estar preparada para hacerlo.—lo mire sintiéndome mareada— Es él o Sophie.

No podía pensar.

—Estoy aquí para ayudarte.—me recordó pero yo no funcionaba.

Aún estaba procesando lo que me acababa de decir.

En ese momento, frente a Raphaël en aquel solitario estacionamiento solo podía sentir como alguien había puesto un reloj de arena en cuenta regresiva.

Cuando el último grano de arena cayera todo debería terminar sin embargo, no sabía cómo terminaría esto y eso me aterraba.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora