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Lua.

Seattle.


Jake tenía razón, había cogido un resfriado y aunque intenté que no se diera cuenta de ello, cuando me llamo está mañana mi ronca y enferma voz le hizo saber que estaba resfriada.

Ahora se encontraba en mi cocina preparando lo que él llamaba "un remedio mágico", me prometió que después de ello me sentiría mucho mejor.

Estire mi cuello para ver cómo se movía con naturalidad por mi cocina mientras yo me encontraba tirada en el sofá envuelta en una manta calentita con una caja de pañuelos a un lado.

—Estará listo en un momento.—se dirigió hacia mí limpiando sus manos en un trapo de cocina.

Lo observé un segundo en silencio, vestía un pantalón negro elegante, una camisa blanca de mangas largas que tenía arremangadas hasta los codos y unos zapatos negros.

—Gracias por venir, no tenías que hacerlo.—dije limpiando mi nariz con un pañuelo.

—Claro que debía hacerlo, te has enfermado por mi culpa.—se sentó en el respaldo del sofá.

—Recuerdo haber sido yo la que dijo que nos quedaramos.—susurré.

—Cierto, pero...—me retiro un par de cabellos de la frente con suavidad— ha sido mi idea ir al parque.

—¿Te arrepientes?—dije en voz baja refiriéndome a lo que había pasado ayer.

—En absoluto.—lo nego de inmediato— ¿Y tú?

¿Arrepentirme de besarlo?

Era el primer hombre que había besaba después de Liam, era el primer hombre que me gustaba después de Liam.

El beso de ayer fue simplemente... no sabía cómo describirlo pero me había hecho sentir como hace demasiado tiempo no me sentía.

—No.—dije con sinceridad.

Sonrío mientras se ponía de pie, se inclino sobre sí y dejo un beso en mi frente.

—Iré a ver cómo está la cena.

Jake regreso a la cocina dejándome con un tombolo de sentimientos enterrados en el pecho.

Todo parecía ir extrañamente bien.

Minutos después Jake regreso con un plato hondo y con una cuchara dentro del plato.

—Mi madre solía prepararnos esto siempre que enfermamos.—hizo una pausa mientras se sentaba delante de mí— Aún lo hace cuando sabe que lo estamos.

Sonreí estirando mis manos para tomar el plato y comer.

—¿Qué haces?—dije cuando alejo el plato de mí.

—Dejame mimarte, es parte de la receta mágica.—tomo un poco de caldo con la cuchara.

—Jake...—dije insegura de ello.

—Venga fierecilla, abre la boca.—dijo con suavidad.

Aún dudosa lo hice dejando que introdujera la cuchara a mi cavidad bucal para vaciar el contenido, pase el caldo sintiendo como la calidez hacia un recorrido desde mi boca a mi estómago.

Gruñi de satisfacción.

—¿Qué tal?—los ojos le brillaron a Jake, como a un niño pequeño.

—Esta delicioso.—asentí y abrí la boca para que me diera más.

Jake con una sonrisa de satisfacción volvió a llenar la cuchara con caldo y la volvió a meter a mi boca, hizo lo mismo con paciencia y cariño hasta que el contenido del plato se terminó.

—Gracias.—dije después de limpiarme la comisura de los labios.

Sacudió la cabeza y con su dedo pulgar limpio mi comisura derecha. Casi sin darme cuenta ambos estábamos cerca pero antes de que pudiera besarme un ataque de pequeños estornudos me invadió, gire la cara y me cubrí con el interior del codo.

—Dios, lo lamento.—dije avergonzada cubriendome la cara.

—No hay problema.—dijo con comprensión pasandome un par de pañuelos.

Tome los pañuelos y me limpie la nariz sintiendo la cara caliente.

—Soy un desastre.

—No, te ves preciosa.—me acarició la mejilla con sus nudillos.

—¿Incluso con la nariz roja, los ojos con lágrimas y...

—Incluso así me gustas, Lua.—me corto de la manera más dulce para mí dejando mi corazón enloquecido.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora