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Lua.

Seattle.

—¡He llegado!—dije a penas abrí la puerta— ¿Sophie?

—¡En la cocina!—respondió en un grito.

Deje mis cosas sobre el sofá mientras me dirigía a la cocina donde encontré a mi hermana sentada en un taburete con su portátil sobre la barra donde también se encontraba un tazón con palitos de zanahoria.

—He traído la cena.—levanté la bolsa de papel blanco.

—Odio la comida china.—arrugó la nariz.

—Lo se y por eso...—urge en la bolsa— te traje una ensalada.

Sonrío y cerro su portátil para acercarse a mí.

—Gracias.—murmuró mientras me rodeaba con sus brazos.

Correspondí su abrazo sintiendo como sus dedos jugaban nerviosos en mi cadera.

—¿Qué pasa?—eche la cabeza hacía atrás para mirarla.

—Pronto comenzará todo el lío de la universidad y...—tomó una gran bocanada de aire— ¿y si no entro?

Retire de su rostro un par de mechones sueltos.

—Vas a entrar, Soph.—le aseguré con una sonrisa— Tienes buenas notas y buenas referencias para entrar a la universidad que quieras.

—¿La que quiera?

Sabía que lo preguntaba por el dinero.

—La que quieras, podemos permitirnoslo.—bese su frente— Ahora a cenar, está por comenzar ese programa que te gusta.

Deje que se llevará nuestra cena al living mientras yo buscaba un par de sodas en la nevera. Me detuve a mirarla en el espacio que separaba la cocina del living sintiendo aquella sensación de pesadez en el pecho que siempre se instalaba en mí cada vez que ella hacia alguna referencia hacia el dinero.

¿Me seguiría queriendo si supiera de dónde proviene nuestro dinero?

Sentí un amargo sabor en la boca y como el estómago se me cerraba en un segundo. La vida no había sido fácil para ninguna de las dos pero tome la decisión que me pareció correcta, tal vez el camino fácil pero eso nos había permitido sobrevivir entre las calles.

—¿Vas a quedarte ahí?—su voz me regreso al presente.

Sacudí la cabeza con una sonrisa y seguí mi camino hasta terminar sentada a su lado, deje las latas de soda sobre la mesita de centro y tome mi caja de cartón con fideos que empecé a devorar mientras veía el reality que Sophie amaba ver cada noche.

Sentí su mirada sobre mí y aunque intenté ignorarlo me fue imposible después de contar un minuto en mi mente dónde sus ojos seguían sobre mí.

—¿Qué?—le di un trago a mi soda.

—¿Cuándo te vas?

—La próxima semana.—la miré.

Asintió.

—Solo serán dos días y estaré de regreso.—le sonreí con dulzura.

—¿Vas con Melissa?—preguntó como si eso la hiciera sentir más tranquila.

—Si.—afirme— También irá Kasey y Nathan.

Volvió a asentir.

—Son muy unidos ¿no?—pico su ensalada.

Entrecerre los ojos.

—¿A qué viene todo esto?—deje el resto de los fideos sobre la mesa para centrar toda mi atención en mí hermana.

Se encogió de hombros sin mirarme.

—Sophie, mírame.—exigí. No lo hizo.— Mírame.

Titubeó pero lo hizo.

—¿Por qué lo dices?—cambié de pregunta.

—Nunca los he conocido, solo a Melissa.—susurró.

—No debes conocerlos.—dije tensa.

—Son tus amigos.—me miró confundida.

—No, ellos...—retiré la mirada pensativa— es complicado.

—¿Por qué?—insistió— ¿Es por qué son amigos del idiota que te abandonó?

Mi mirada cayó con rapidez sobre ella aunque no la estaba mirando realmente.

Liam no me había abandonado, había muerto pero ¿cómo se lo decía sin tener que contarle la verdad?

—No es necesario que los conozcas.—finalicé poniéndome de pie.

—Lua, yo... lo siento.—la escuché antes de perderme en el pasillo que daba a mi habitación.

Intenté no darle vueltas al asunto así que me metí a la ducha y dejé que las gotas calmarán los nudos que intentaban formarse en mi cabeza.

Sophie era muy inteligente pero yo era una excelente mentirosa.

Era consciente de que en el momento en el que la verdad se supiera ella me odiaria, no estaba lista para ello así que había una sola opción:

Seguir mintiendo.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora