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Lua.

Seattle.

Había regresado a mi vieja rutina intentando fingir que Jake nunca había entrado a mi vida y centrándome en mi única prioridad que era el bienestar de Sophie que hasta el momento no había vuelto a mencionar nada sobre las fotografías que había recibido.

Cada día a primera hora salía a correr dos horas para luego ir al gym y entrenar con Mike que no me había dado tregua haciendo que diera todo de mí, ayudándome a sacar todo aquello que me abrumaba.

El lunes pase por el salón de belleza decidida a solo retocar mi ya notoria rubia raíz sin embargo termine saliendo con un flequillo y el cabello solo un tono más oscuro.

El martes salí con Melissa y dos de sus primas para ir a comprar los vestidos de damas para su boda, mi estancia fue corta con ella, elegí el vestido y me marche. Había vuelto a poner aquella máscara de frialdad e indiferencia en mí.

El miércoles Caleb se presentó en mi casa para salir con Sophie, ese día supe que realmente estaban saliendo y a pesar de darle una mirada de advertencia a Caleb no dije nada.

El jueves estube tentada en llamar a Jake sin embargo lance mi celular al fondo del cajón de mi mesita de noche y me puse a cocinar algo para mantener mi mente alejada de todo.

El viernes Jake apareció en las noticias hablando sobre el incendio de los almacenes y las pocas pistas que tenían sobre Lambert que hasta el momento no había hecho nada, había demasiada calma.

El sábado estaba preparando el desayuno para Sophie y para mí cuando mi celular sonó recibiendo una llamada de Melissa que aunque pensé en no responder lo termine haciendo.

-Dime.-respondí tajante.

-Tengo algo que te puede interesar.-su voz sonó ansiosa.

-¿Qué es?-cuestione mientras vaciaba los huevos revueltos en dos platos.

-Será mejor que lo veas tu misma, ven a mi casa.-dijo y corto la llamada.

Suspiré sabiendo que el desayuno que planeaba tener con mi hermana se acababa de ir al carajo, escribí una rápida nota disculpándome por no estar para desayunar con ella y salí de casa tomando las llaves del primer coche que se me cruzó en el garage.

Conduje por la nublada ciudad a alta velocidad sin importarme mucho si estaba infringiendo alguna ley de conducción.

¿Qué había descubierto Melissa?

Era la única pregunta que se repetida en mi cabeza durante los quince minutos que conduje de camino a su casa, al llegar me recibió con un rostro serio que me hizo cuestionarme que estaba pasando.

-Bien, aquí estoy.-me cruce de brazos- ¿Qué descubriste?

-Te están investigando.-soltó sin preámbulo.

-¿Qué?-ladeé la cabeza.

-Te han estado investigando.-repitió- El programa que use para hackear nuestros expedientes personales me manda una alerta cuando nuestros nombres son googleados o introducidos en una base de datos.

-¿Quién?-sentí el corazón latirme con fuerza.

Tenía un nombre en mente pero me negaba en pensar que era él, sin embargo la mirada que recibí por parte de Melissa me lo confirmó.

-Jake Longdon.-mencionó su nombre en voz alta.

Fue como recibir un golpe en seco.

¿Ese era su plan desde un inicio?

¿Cómo pude creer que estaba en el hospital porque se preocupaba por mí?

Solo quería información.

-¿Estás segura?-dije entredientes.

Asintió girando su portátil hacia mí.

Un montón de letras aparecían en la pantalla de color verde, no entendía absolutamente nada pero sin duda alguna ahí estaba escrito mi nombre seguido del de Jake.

-No es la primera vez que lo hace.-me hizo saber.

Apreté las manos con fuerza.

¿Cómo fui tan ingenua?

¿Cómo no pude ver sus malditas intenciones?

Me deje cegar por su atención y su buen trato, por ese par de ojos cafés, por esa sonrisa genuina, me deje envolver por sus palabras.

Cerré los ojos respirando hondo sintiendo como mis propios pensamientos comenzaban a marearme, la sangre se me comenzaba a calentar y solo podía pensar en rojo.

¿Fingió todo?

Abrí los ojos sintiendo como mis fosas nasales se inflaban por mi respiración tan pesada.

-Investiga su dirección.-solté en un gruñido.

-¿Qué vas a hacer?

-Nada, solo le daré una visita.-me dirigí a la puerta- Cuando la tengas, enviame un mensaje.

Salí de su casa sintiendo decepción, rabia, tristeza, ira, todo un tombolo de emociones que me impedían pensar con claridad.

Qué ingenua fui al creer en él.

Ahora todo tenía sentido, la forma en la que entró a mi vida, tan sigiloso que fui tan estúpida y caí en su maldito juego.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora