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Jake.

Seattle.

La oficina era un completo caos, yo era un completo caos.

Desde que Lua había confesado su parentesco con Lambert no podía dejar de ver las pistas que los unían delante de mis ojos y que en su momento había dejado pasar por alto al creer que estaba equivocado.

Mi instinto había hablado y yo lo había mandado a callar.

Apreté el lapicero entre mis dedos mirando fijamente el tablero donde se encontraban cada una de las pruebas que habíamos recabado acerca de Lambert, la prueba más reciente eran unas fotografías de Lambert en distintas locaciones pero todas dentro de la misma ciudad.

Moví mi mirada hacia la pantalla de mi computador observando como la página me volvía a arrojar el mismo resultado que las veces anteriores.

No había información de ella.

Nada que la relacionara con su padre.

Apreté el lapicero entre mis dedos con tanta fuerza que terminó roto entre mis dedos, gruñi lanzando los dos trozos de lapicero a alguna parte de la oficina molesto.

Quería odiarla pero mi mente seguía buscando alguna justificación para sus mentiras.

Mi corazón se negaba a dejar de latir con frenesí cada vez que pensaba en ella, cada vez que la recordaba.

Mi fuerza de voluntad flaqueaba cada vez que una nueva llamada de ella entraba a mi celular o cada vez que escuchaba aquellos mensajes de voz que dejaba.

Me levanté con brusquedad de la silla cuando escuché como la puerta de mi oficina se abría.

—He dicho mil veces que toquen la puerta antes de entrar.—dije colérico dirigiendo mi mirada a la puerta.

Ahí estaba ella, con los ojos hinchados y las pupilas de un verde más oscuro mirándome fijamente.

Todo en mí comenzó a tambalear pero antes de que cayera ante ella y sus mentiras fortaleci mis cimientos.

—¿Qué haces aquí?—gruñí entre dientes.

—Vine a hablar contigo.—pareció salir de su trance avanzando en mi oficina cerrando la puerta detrás de ella.

—No tenemos nada de que hablar.—le di una mirada gélida.

—Pues yo tengo mucho que decir.—se cruzó de brazos tragando saliva con fuerza.

Mire su garganta moverse, baje un poco más la mirada hasta el collar que le había obsequiado.

Tense la mandíbula y aleje la mirada de ella intentando de igual manera alejar los recuerdos de nosotros de mi cabeza.

—Fuera de aquí.—dije lentamente recargando las palmas de mis manos en mi escritorio mientras cerraba los ojos.

—No hasta que me escuches.—dijo con determinación.

Abrí los ojos y la mire con ironía.

—¿Para qué? ¿No te has cansado de mentir?—escupí con desprecio.

Su mirada cambio, dolor, pero pronto se recuperó.

—Nada es lo que parece.—su voz tembló ligeramente al final.

Solté una risa nasal.

—Vete.—la mire fijamente, desafiante.

—No.—me regreso la mirada.

Una batalla de miradas comenzó, una donde ninguno de los dos estaba dispuesto a perder. Sentía los latidos de mi corazón en mi garganta, cada vez más rápidos, retire la mirada de sus ojos hacia el tablero dándome por vencido.

—Escucha Jake...—la sola mención de mi nombre saliendo de sus labios hizo que mi piel se pusiera de gallina— lo siento, siento haberte mentido pero no tengo nada que ver con ese hombre.

Quise encontrar la mentira en sus palabras sin embargo, parecían bastantes sinceras.

—Mato a mi madre cuando yo tenía doce.—la mire un segundo— La vida no ha sido facil desde entonces, han pasado demasiado cosas que me han jodido pero llegaste tú y Dios, quise ser egoísta por una maldita vez en la vida...

Apreté las manos volviendo a alejar mi mirada de ella cuando su voz se volvió un hilo.

—Solo sentí que lo merecía.—sabía que estaba llorando más no la mire, algo dentro de mí aún se resistía— Me haces feliz Jake y no es justificación para haber mentido, se que necesitas tiempo pero estoy aquí para que te quede claro que ese hombre y yo no estamos aliados, lo único que tenemos en común es la sangre.

—¿Por qué mentiste?—cuestione sin mirarla.

—Ya te lo dije, tenía miedo a que no me quisieras.—mire el tablero recorriendo cada una de las pistas.

—¿No crees que yo debería haber decidido eso?—la mire molesto.

—¿Hubieras querido a la hija de un maldito asesino?—me miró con los ojos llenos de lágrimas.

¿Lo hubiera hecho?

Joder, ella no tenía la culpa de las atrocidades de su padre, por supuesto que la hubiera querido.

Lua bajo la mirada limpiando sus lágrimas.

—Te daré el tiempo que necesites, solo quiero que sepas que...—me miró como si esperara estar haciendo lo correcto— que te amo.

Incluso antes de poder responder o de acercarme a ella para abrazarla o besar sus labios perfectos me ví interrumpido por Raphaël que había abierto la puerta sin antes llamar.

—Lamento interrumpir señor.—se paro rígido en la entrada— Necesito autorización para desplegar unidades.

—¿Razón?—dije con repentina inquietud.

Raphaël miró a Lua y después a mí, asentí para que siguiera hablando.

—Alguien reporto haber visto a Lambert.

El rostro de Lua cambio por completo, giro su rostro mirando a mi compañero.

—¿Dónde?—escupió la palabra.

Raphaël miró fijamente a Lua.

—¿Dónde?—repitió Lua ante el silencio de Raphaël.

—En el aeropuerto.—respondió en voz baja.

Pude ver cómo los cimientos de Lua comenzaban a tambalear haciendo que su cuerpo temblará, dirigió su mirada a mí dejándome ver el miedo recorrer cada mínima parte de su cuerpo.

—Va por Sophie.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora