08

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Lua.

Seattle.

El lugar era amplio con grandes y caros candelabros de cristal colgando del techo que hacían relucir el blanco piso de mármol dónde mis pisadas hacían eco mientras caminaba del brazo de David que al igual que yo miraba a nuestro alrededor, cada esquina estaba cuidada por un hombre vestido completamente de negro.

Gerard no era cualquier hombre.

Su cabeza valía millones de dólares, aquel que logrará matarlo se volvería millonario en un instante pero evidentemente Gerard no iba a permitir que eso sucediera.

Nadie se acercaba a él si él no quería.

Nadie lo miraba a los ojos si él no quería.

Nadie le hablaba directamente si él no quería.

Nadie podías encontrarlo si él no quería ser encontrado.

Un fugitivo total de la justicia, un hombre que con unos miles de dólares podía quedar libre.

Tenía todo bajo su poder, manejaba a todos a su antojo y nunca hacia algo si no le beneficia.

-¿Cómo piensas hablar con él?-dijo David mirando a nuestro alrededor.

-Él vendrá a mí.-dije con seguridad.

-¿Cómo puedes estar tan segura?-tomó dos copas de champagne para ambos.

-Porque al final de cuentas soy su hija.-lo mire tensa llevando la copa a mis labios- Et le sang appelle toujours.

Y la sangre siempre llama.

-Espero que tengas razón.-le dió un trago a su copa.

-Siempre me subestimas, David.-lo mire con una ceja enarcada- A pesar de que sabes que tengo razón.

-Solo es para poner algo de tensión.-me miró fijamente.

Sonreí sin quitar mi mirada de él.

-Pero que pequeño es el mundo.-dijo una voz externa a nosotros.

No puede ser.

-Parece que nunca me podré deshacer de ti.-con frialdad dirigí mi mirada hacía el hombre que nos interrumpió- Comienzo a creer que me estás siguiendo.

-No te des mucha importancia, fierecilla.-volvió con su apodo.

Bufé.

-¿Entonces, qué haces aquí?-miré un segundo a su acompañante que con una mirada calculadora miraba a su alrededor.

-Trabajo.-se encogió de hombros.

-¿Quién diablos viene a trabajar a una fies...-en mi cabeza se unieron dos piezas de rompecabezas.

Había dos opciones.

Trabajaba para Gerard o para quienes querían atrapar a Gerard.

Volví a mirar a su acompañante que parecía interesada en mí.

-Bien.-tomé del brazo a David- Te dejamos trabajar, permiso.

Antes de que pudiera decir algo tire del brazo de David obligandolo a qué caminara a mi lado logrando alejarnos de Jake y su acompañante.

-¿Qué ha sido eso?-preguntó David cuando estuvimos lejos.

-Tengo dos teorías.-dije en voz baja mirando a todos lados asegurándome de que nadie nos escuchaba.

-Te escucho.

-¿Por qué razón vienes a trabajar a una fiesta como está?-me miró sin entender aunque pronto cambio su mirada.

-Vienes a proteger a Gerard o a joderlo.

-Estoy segura que él no está de parte de Gerard.-pase mi mirada por entre la multitud hasta encontrarlo- Son infiltrados, David.

Siguió mi mirada.

-Hay policías aquí.-dije tensa.

-Es momento de irnos.-me miró con sus ojos oscuros, temor.

-Creo que es lo mejor.-decidí no discutir.

Caminamos a la salida intentando pasar desapercibidos sin embargo cuando estábamos llegando a la puerta dos hombres altos aparecieron.

-Monsieur Lambert veut la voir.-dijo uno de los dos hombres mirándome a mí.

El señor Lambert quiere verla.

Mire a David que se mantenía tenso sin embargo mi mirada no duró en él más de dos segundos cuando sentí una sensación en todo mi cuerpo, alguien más me estaba mirando.

Jake.

Hice contacto visual con él, parecía bastante interesado en lo que estaba pasando conmigo y los dos mastodontes delante de mí.

Esto se iba a ir a la mierda.

Asentí en dirección de los dos hombres.

-Si algo pasa, vete.-le dije a David en voz baja.

-No pienso dejarte aquí.-me detuvo tomándome por el brazo.

Lo mire intentando encontrar las palabras correctas para convencerlo pero su mirada dejaba claro que no se iría, suspiré y me solté de su agarre para ir detrás de aquel par de gorilas.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora