06

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Lua.

Seattle.

No sabía cómo ni por qué su nombre no salía de mi cabeza manteniendome distraída de todo lo que pasaba a mi alrededor, no tenía idea de cómo había conducido al centro comercial ni mucho menos sabía en qué momento había entrado a un probador con cinco vestidos.

Jake.

Me causaba curiosidad como ningún hombre después de Liam lo había hecho antes, quería saber más de él y extrañamente a pesar de haberlo negado quería volver a verlo.

¿Por qué?

¿Qué tenía ese hombre que no salía de mi cabeza?

—Tierra llamando a Lua.—parpadee desorientada cuando Melissa paso su mano delante de mis ojos— ¿Estás bien?.

Me aclare la garganta mirándome en el espejo.

—Si.—murmuré pasando mis manos por la tela del vestido.

—¿Segura? Parecías algo... distraída.—susurró lo último.

—Estoy segura.—masculle malhumorada.

Mire el vestido de color naranja, me sentaba terrible.

—El color del vestido es horrible.—me dirigí a los probadores para seguir con otro vestido.

Tenía los ojos del mismo color como millones de personas sin embargo había algo en ellos que sabía que si los miraba entre una gran multitud los reconocería.

Metí mi cuerpo en un vestido rojo ajustado por todas partes, a penas podía moverme.

—Este me gusta.—asintió Melissa mirándome.

—No puedo moverme.—fruncí las cejas.

—Pero es lindo.

—No es lo que busco.—me dirigí de nueva cuenta al probador.

Cerré los ojos con fuerza cuando me encontré en el probador, respire hondo intentando ordenar mis pensamientos pero su nombre encontraba la forma de volver a estar en ellos.

Solo lo había visto dos veces y las dos veces había sido un imbécil.

¿Por qué mierda estaba en mi cabeza?

Quería gritar o golear a la primera persona que se pusiera delante de mí pero ningúna de las dos parecía una buena opción así que me apoye en la pared y volví a respirar profundo.

Necesitaba ejercitarme para descargar todo lo que sentía de una forma medianamente sana.

Me probé un vestido largo negro con un escote en V y con abertura en ambas piernas que me daban una gran movilidad, justo lo que necesitaba.

—¿Te has decido por uno?—Melissa me siguió.

—Si.—respondí levantando ligeramente el brazo dónde llevaba el vestido.

No intercambiamos palabras hasta que nos despedimos en el estacionamiento del centro comercial donde cada una fue a su coche y se marchó en distintas direcciones.

Al llegar a casa la cabeza comenzó a punzarme cuando Sophie me ignoro olímpicamente fingiendo que no me escuchaba, entre a mi habitación colgando el vestido en el vestidor del cual tome un conjunto de ropa deportiva.

No me detuve a intentar que Sophie me hablará solo salí directamente de la casa yendo a mi coche para conducir al gimnasio dónde también había clases de boxeo y defensa personal que había tomado con anterioridad.

—¿Qué quieres hacer hoy?—me pregunto Mike, mi entrenador.

—Hagamos algo de boxeo.—susurré tensa.

Después de brincar la cuerda unos treinta minutos Mike me acompaño a golpear el gran saco antes de subir conmigo al ring dónde comenzamos a boxear.

En cada golpe descargue mi frustración y furia de todo lo que había estado pasando en los últimos días, comenzaba a ver rojo y a perder la cabeza.

—¡Alto ahí!—Mike me tiró en la colchoneta— Estás alterada, respira.

Hice lo que me pidió sintiendo como el corazón me palpitaba con locura.

—¿Está todo bien?—me ayudo a quitarme los guantes.

Con el dorso de la mano me seque el sudor de la frente.

—Días difíciles.—susurré.

Asintió comprensivo.

—¿Quieres volver a pelear?—me tendió una mano para ayudarme a levantarme.

—No, creo que ha sido suficiente por hoy.—salí del ring yendo a dónde se encontraban mis cosas— Tal vez mañana.

—Nos vemos.—se despidió.

Tenía que tomar las cosas con calma.

Vería Gerard en un par de días en la fiesta y sabría porque había regresado, a partir de eso sabríamos como proseguir.

Tenía que hablar con Sophie e intentar solucionar las cosas entre nosotras aunque eso tuviera que implicar más mentiras.

Y por último estaba Jake, debía encontrar una forma de sacarlo de mi cabeza y evitar que siguiera distrayendome.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora