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Lua.

Seattle.


David se encontraba sentado en el sillón delante de mí con un cabestrillo que sujetaba su brazo izquierdo que se había visto afectado en la explosión que nos había mandado a ambos al hospital, solo eran heridas superficiales que sin embargo a mí me obligaban a mantenerme quieta.

—Lo lamento.—con mi cabeza le hice saber que me refería a su brazo.

—Esta bien, no ha sido grave.—le resto importancia.

—La fiesta se salió de control, no contemplé un ataque de su parte.—mire a las escaleras esperando que Sophie no estuviera por ahí.

—Siempre logra sorprendernos.—asentí.

David y yo intercambiamos miradas cuando los pasos de mi hermana resonaron en la estancia, mire el reloj.

—Hola David.—lo saludo con familiaridad mientras se acercaba a mí.

—Sophie.—respondió con educación.

—¿Te vas al instituto?—cuestione cuando estuvo cerca de mí.

—Si.—sonrió tensa.

—Aún es temprano.—volví a mirar mi reloj.

—Bueno...—miró a David nerviosa y después a mí— Ha entrado un nuevo chico y me he ofrecido para ayudarlo a ponerse al corriente.

—Oh, vaya eso es...—mire como apretaba sus manos— muy amable de tu parte.

Asintió con una sonrisa mucho más relajada, sentí la mirada de David sobre mí pero yo seguí los movimientos de Sophie que miraba la pantalla de su celular.

—Ha llegado, debo irme.—guardo su celular— Nos vemos más tarde.

Salió antes de que pudiera decirle alguna palabra.

—¿Alguna vez le dirás la verdad?

—No tiene que saberlo.—me acomodé en el sofá.

—¿No crees que por lo menos...

—No.—lo corté antes de que pudiera terminar la pregunta.

El timbre fue lo que dejó zanjado el tema, David se levantó y fue a abrir la puerta que quedaba fuera de mi campo de visión.

—Al parecer alguien tiene un admirador secreto.—regresó con un bonito arreglo de peonias.

Mire las flores algo sorprendida.

Solo dos personas sabían que adoraba las peonias y una de ellas ya estaba muerta, dudaba que Sophie me hubiese mandado flores.

—Tiene una tarjeta, ¿quieres que te la lea?—se ofreció ingenuamente.

—No, puedo hacerlo yo.—tomé la tarjetita— ¿Puedes ponerlas en agua?

—Claro.—me sonrío.

—Gracias.—le regrese la sonrisa.

Cuando David desapareció en la cocina mire lo que estaba escrito en la tarjetita sintiendo como cada vez más los latidos de mi corazón aumentaban.

«Recuerdo verte observando unas peonias, espero que sean tus flores favoritas y también espero que te encuentres mejor.

J.L»


Mi mente inmediatamente asoció a Jake como el responsable del bonito arreglo de peonias que había recibido, los latidos que habían comenzado por nerviosismo terminaron siendo de temor.

Pudo saber mi dirección con facilidad.

¿Qué más puede averiguar?

Sabía que Melissa se había encargado de que nuestros expedientes se encontrarán limpios para poder aparentar ser como cualquier otro ciudadano pero no pude evitar dudar.

Alcance mi celular y marqué su número, respondió al instante.

—Necesito un favor.—la voz me tembló ligeramente.

—¿En qué puedo ayudarte?—dijo sin dudar.

—Necesito que consigas el número de una persona, solo se su nombre.—mire sobre mi hombro asegurandome de que David no apareciera.

—Eso tardará un poco.

—Mierda.—murmuré— No interesa, lo necesito.

—Vale, ¿cuál es el nombre?

—Jake.—contuve el aliento.

Hubo un silencio.

—¿Te refieres a Jake Longdon?—su pregunta me tomo por sorpresa.

—¿Cómo?—fruncí las cejas.

—Si, al hombre que estuvo en la habitación del hospital.

Se lo había encontrado, ni siquiera sabía que había ido mientras estaba inconsciente.

—Si, ese Jake.—dije algo confundida.

—Vale, dame un par de minutos y te lo enviaré.—colgó.

Me quedé mirando la pantalla de mi celular hasta que se apagó.

—¿Todo bien?—la voz de David me sobresaltó.

—Si, todo bien.—me recompuse.

—¿Segura? Pareces algo...

—He dicho que si.—dije entre dientes.

No lo mire pero sentí su mirada confundida.

—Debo irme.—su tono fue mordaz.

—Bien.—me límite a decir.

No nos despedimos, escuché la puerta cerrarse al mismo tiempo que mi celular sonaba con el número de Jake en un mensaje de texto.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora