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Lua.

Seattle.

No podía dormir.

El reloj marcaba las dos y treinta y dos minutos de la madrugada cuando resignada abrí los ojos y solté un suspiro girando mi cabeza a mi lado derecho dónde Jake permanecía plácidamente dormido. Lo mire dormir, con los labios entreabiertos y sus pestañas negras y espumosas rozando la mitad de su párpado inferior.

Mire el techo y con las yemas de mis dedos golpee mi abdomen, la razón por la que no podía dormir era porque no sabía que hacía el hijo de Lambert en Seattle, no, porque no sabía que hacía específicamente trabajando con Jake.

Salí de la cama cruzandome de brazos mientras caminaba a la ventana de la habitación mirando la oscuridad de la ciudad que solo era iluminada por la luz de la luna, mire sobre mi hombro nuevamente a Jake.

Debía averiguar que hacía Raphaël aquí.

De primer momento pensé en llamar a Melissa y pedirle que consiguiera el número de Raphaël pero cuando tome mi celular mi mirada cayó en el celular de Jake que estaba sobre la mesita de noche.

El pulso se me aceleró en un segundo mientras miraba a Jake y caminaba de puntillas a su lado para tomar su celular, sentí un hueco en el estómago al ver cómo tenía una foto de nosotros de fondo de pantalla.

¿Por qué carajos estaba haciéndole esto?

Desbloqueé su celular y entre a sus contactos sintiendo el remordimiento en mis hombros mientras copiaba el número de Raphaël en mi celular antes de volver a dejar el celular de Jake en la mesita de noche para luego salir de la habitación con un nudo en la garganta.

Mire mi celular sobre la encimera de la cocina, debatiéndome si debería llamarlo o no pero antes de darme cuenta la línea ya estaba sonando.

—Sabía que llamarías.—dijo a penas respondió.

—¿Has estado esperando mi llamada?—pregunté incrédula.

—Si, así es.—aceptó sin vergüenza.

Apreté los dientes.

—¿Qué es lo que quieres?—cuestione sin rodeos.

Soltó una risita que hizo que mis hombros se tensaran.

—¿No creerás que te lo diría tan fácil o si?—sentí cómo se burlaba de mí.

—¿Te ha mandado él?—cambie de pregunta.

—No.

—¿Y debería creerte? ¿Me crees tan estúpida?—dije entredientes.

—No, eres lo bastante inteligente como para hacer que alguien más mate por ti.—supe al instante que se refería a Benoit.

Guarde silencio.

—¿Vas a decirme a qué has venido?—dije luego de unos segundos.

—Por supuesto, hermanita pero no por aquí.

—No me digas herma...—me calle cuando escuché pasos. No dude en colgar.

Me gire con rapidez y me serví algo de agua que bebí de prisa dejando el vaso vacío junto a mi celular.

—¿Lua?—escuche su voz a mi espalda.

Me gire.

—Hola, no quería despertarte.—camine hacia él manteniendo un tono de voz bajo— No podía dormir.

—Oh, nena.—me extendió los brazos— Ven aquí.

La calidez de su abrazo solo me hizo querer llorar, me apreté a su cuerpo y por un instante estuve dispuesta a decirle la verdad.

—Soy...—aleje mi rostro de su pecho para mirarlo. Quería decirle pero la palabra quedó en mi garganta y en cambio otras salieron— ...tan afortunada de tenerte.

Sonrío y beso mi frente.

—Yo soy el afortunado.—me acunó las mejillas— Vamos a la cama.

—Vamos.—susurré.

Jake me acunó entre sus brazos intentando que me durmiera pero no fue así, tuve que fingir que me quedaba dormida para que él lo hiciera.

Estuve ahí, entre sus brazos mirándolo durante horas con un extraño sentimiento en el pecho.

Quería que él decidiera quedarse conmigo o irse cuando le dijera la verdad pero no estaba lista para dejarlo ir, mi egoísmo no me permitía dejarlo decidir por si mismo.

Suspiré.

—Espero que cuando tenga la valentía de decirte la verdad, no sea demasiado tarde.—susurré en un hilo de voz.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora