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Capítulo 29: Secretos con valor.

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Alina.

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—Evely, desayuna —regañó mamá cuando la morena se la paso aprenciando a Matthew quién desayunaba junto a mi.

—Lo siento, señora Campbell —sonrió avergonzada—. Sigo sin creer que este en la misma mesa que mi cuñado.

Me puse roja, escuchando una risa de papá.

—¿A quién te refieres?, ¿Matthew o Nathan?

Inmediatamente mire a mi progenitor, mamá golpeó su brazo, Evely soltó una carcajada y yo morí en ese instante.

—Nickolas —recriminó mamá con enojo—. No es tiempo de malos chistes.

—Debo poner a prueba a mi yerno —ignoró el reclamo de mamá, mirando fijamente a Matthew quién sonrió sin una pizca de molestia.

—No se preocupe, señora Campbell.

—Además —intervino Nathan sin apartar la mirada de su plato—, Alina jamás me miraría de ese modo.

Todos lo miramos, esta vez la risa de Evely fue de nervios.

—Ahora dilo sin llorar —codeó la morena con tono bromista.

—Evely —espetó mamá.

—Y es una lástima —agrego Nathan, dejé mis cubiertos sobre la mesa. Fastidiada y con un tic en el ojo—. Porque yo la conozco desde hace años.

Matthew no respondía, solo se limitaba a escuchar con calma.

—Sí, Nathan la conoce desde que era una adolescente obsesionada —concordó papá.

—Pueden callars...

Todos estallaron a carcajadas. Incluido Matthew.

—¡Debiste ver tu cara! —me señaló Evely.

Ahora, mi enojo pasó a confusión. Nathan y Matthew chocaron puños.

—¿Acaso ustedes...? —señalé a todos al mismo tiempo—, ¿mamá?

—Es una broma inocente —se disculpó con una sonrisa amplia.

—Brimi inicinti.

El resto del desayuno fue entre risas, me encontraba buscando la gracia de la broma que me hicieron, ¿trataban de probarme a mi o a Matthew?, no encuentro mucha lógica.

Mordí el interior de mi mejilla.

—¿Tú qué opinas, Alina?

—¿Sobre qué cosa?

—¿Sigues pensando en la broma? —se burlo papá ante mis gestos—. Eres muy analítica.

—No me culpes, sigo buscando la gracia.

—Queríamos ver que tan perceptible eres.

Rodé los ojos, comprendiendo el punto de que podía ser sencillo engañarme o tenderme una trampa.

Debo mejorar con mi intuición.

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—Veo que guardaste los libros que te regalé.

Matthew apreció el librero de mi habitación, deslizando sus dedos por el lomo de cada libro.

—No pensaba deshacerme de ellos.

Pfff, solo una loca lo haría. Coloque rimel en mis pestañas solo para que se vieran más oscuras y largas.