ADELINE IVANOVA
Camino descalza por el césped super fresco y los rayos de sol me iluminan de alguna manera dándome la energía purificada que necesito. Acaricio mi vientre con mi mano izquierda mientras camino y aunque estoy metida en mis pensamientos por primera vez mi mente está en calma. Algunas personas caminan a mi alrededor pero de todas formas cada uno está metido en su mundo.
Encuentro una hamaca debajo de un enorme árbol y me siento allí, suelto un suspiro y acaricio mi vientre al sentir las patadas de mis bebés. Mi mirada se pierde en alguna parte del horizonte y el silencio es lo que más necesitaba pero quizás lo que más miedo me da.
—¿Cómo estás?—pronuncia una voz a mi lado.
No me volteo porque reconozco su tono.
Se sienta a mi lado y me tardo unos segundos en responder.
—Bien—respondo seca.
Su mano se desliza por mi muslo y no lo quito pero me volteo a verlo a los ojos. Él me observa en silencio pero su mirada dice mucho más que lo que su boca expresa.
Nikandro ha venido a visitarme.
—¿Cómo van tus terapias?—inquiere como si fuera lo más importante en este momento.
Me quedo callada y analizo cada expresión facial suya en este momento, siento rabia pero al mismo tiempo no puedo odiarlo. Sin embargo no puedo finjir como antes, simplemente demuestro mi enojo hacia él y listo.
Hoy hace un mes que me desperté en una camilla siendo trasladada como si me estuvieran secuestrando para luego terminar en un espacio de rehabilitación alejado de todo el mundo, Vincent de alguna manera decidió amigarse con Nikandro para meterme en este lugar en donde no me puedo enterar de nada.
Siento mucha rabia de solo pensar en que un maldito extraño y mi hermano que a penas me conoce han decidido por mí como si fuera una maldita loca desquiciada.
—¿Dónde está Vincent?—le pregunto ignorando su pregunta anterior.
Él suspira.
—Trabajando—dice y suelto una risa—. Luego vendrá a verte.
Maldito traidor.
Vincent prefirió seguirle el juego a un tipo que odiaba por completo en vez de siquiera preguntarme qué es lo que yo quiero para mí vida, ni él ni nadie tiene derecho a decidir por mí y esto jamás se lo perdonaré.
Le doy vuelta la cara y quito su mano de mi pierna.
Un mes. Un maldito mes aislada de todo y no puedo dejar de pensar en todo lo que está ocurriendo allí afuera y yo aquí jugando al retiro espiritual.
—Necesito saber sobre Khlaus y Keegan—pronuncio sin vueltas.
Lo oigo tragar grueso.
—Adeline, sabes que no puedo decirte nada de lo que esté sucediendo afuera—habla en un tono bajo.
Río con irionia y me pongo de pie alterada.
Lo miro y lo que más rabia me da es que me mire como si yo solo estuviera teniendo una crisis y él sintiera pena por mí. Maldito idiota, intenta llenar el vacío de no haber podido salvar a su esposa y su hija queriendo meterse en mi puta vida.
—No tienes ningún derecho—espeto sin intentar llamar la atención.
Mi mirada fulminadora cae sobre él.
—Lo hago por tí —confiesa—. Porque necesitas encontrar la paz en tu mente.
Río furiosa.
—¿Tú que sabes?—inquiero con desprecio—. Tu me conoces hace dos días Nikandro.
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El juicio del Diablo ||#2 TRILOGÍA PURGATORIO||
RomanceAdeline arriesgó todo lo que le quedaba en destruirlos, incluso su vida y un mal paso está por acabar con ella. La traición no tiene perdón y los hermanos Petrov harán lo que sea para castigarla por ello. Una guerra sangrienta está en camino. Una pa...