Capítulo 40🐍

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ADELINE IVANOVA

Ninguna persona es la misma después de tres años y ningún encuentro se siente como el primero. Pero a pesar de todo eso, Keegan y Khlaus siguen provocando lo mismo en mí... No sé qué clase de maldición es esa pero definitivamente los Petrov jamás saldrán de mi vida y sin importar la distancia o todo el maldito tiempo que pase, seguirán teniendo ese mismo impacto en mí que ninguna otra persona puede lograr.

Y es una jodida mierda aceptar que existen dos clases de personas en nuestra vida:

Las eternas; aquellas que se instalan en lo más profundo de nuestro corazón y que se siente como si se consumieran mutuamente de una manera dura pero maravillosa, como si sus almas hubieran hecho alguna clase de pacto infernal y sin importar lo que suceda o el tiempo que estén distanciados, el fuego pasional que los une renace cada maldita vez que se miran a los ojos.

Y por otro lado están las fugaces; esas que son parte de nuestras vidas de forma épica y que nos hacen vivir intensamente, las mismas que te enseñan mucho en el transcurso de la vida y que por alguna razón creemos que se quedarán junto a nosotros para siempre, pero en realidad, desaparecen como estrellas fugaces dejándonos los mejores recuerdos y las mejores lecciones.

Ellos son mis eternos...

Duele como la mierda pero es una perversa obsesión querer que siga doliendo tan solo porque es lo único que me hace sentir viva realmente.

Puedo vivir sin ellos pero siempre moriré en ellos.

—Hice mi vida y ustedes ya no son parte de ella—pronuncio firme aunque por dentro me esté ahogando.

Puedo sentir el peso de sus miradas sobre mí y mi cuerpo reacciona por sí solo.

—Seguiremos siendo parte de tu vida para siempre, pese lo que te pese—dice Keegan con un tono duro.

Y sí, sé que así será pero no les permitiré que vengan a encender en llamas esta nueva vida que construí, aquel día que salí de esa clínica con mis hijos no solo prometí irme para no volver, también me prometí a mí misma que les demostraría el precio no haberme valorado cuando me tuvieron.

Keegan y Khlaus han pagado las consecuencias de sus actos todos estos años y el haber vuelto no les hará las cosas fácil, los Petrov tendrán que redimirse y aprender que cuando se quiere algo o alguien hay que luchar por conseguirlo. Están acostumbrados a que todo les sea fácil y que las cosas sean como ellos quieran, pero supongo que todos tenemos una espina en nuestras vidas que nos enseñará de manera dolorosa que no todo es cuando y como lo queremos nosotros.

Yo soy su espina.

—Entonces tendrán que entender que el control ahora lo tengo yo—expreso con una sonrisa maliciosa.

Toda mi vida me ha atraído el peligro tanto como sobrepasar los límites y aún no encuentro la razón de porque carajos se siente jodidamente maravilloso.

Camino decidida acercándome cada vez más a ellos dos.

Sus miradas arrogantes me observa en cada movimiento y se quedan en silencio disfrutando de la vista.

—Ya no soy la Reina, soy la primera dama—pronuncio en un tono provocativo—. Ya no soy suya, soy de mi esposo...

Ni siquiera puedo controlarme y continúo tentando al Diablo con mis malditas palabras probando llegar al límite.

Sé que les duele demasiado y no importa cuanto lo intenten negar veo en sus ardientes miradas lo mucho que me desean y lo mucho que les enoja que ya no sean parte de mi vida.

¿Debería parar? Probablemente sí, pero no puedo hacerlo.

Estoy parada justo en frente de ambos, separados por unos pocos centímetros y lo primero que hago es lamerme los labios sensualmente mientras percibo sus miradas centradas en mi boca.

El juicio del Diablo ||#2 TRILOGÍA PURGATORIO||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora