ADELINE IVANOVA
El auto se detiene y aunque ninguno de los tres habla, bajamos de él se inmediato. Estoy por poner un pie fuera del coche cuando Khlaus me toma de la mano y me ayuda a bajar. Caminamos mientras el portón se abre y aunque Keegan y Khlaus actúan normal quiero ver el momento en que se dan cuenta que no solo somos nosotros tres en este lugar. Su padre es supuesto difunto está dentro esperándolos para volver a verlos después de tantos años.
Trago saliva y camino en medio de ellos, ambos estamos vestidos con la ropa del juicio y al entrar a la finca todos los hombres se colocan en fila para darnos la bienvenida, en especial a los hermanos.
Entramos a la casa y todo está en silencio, el living está totalmente vacío y me parece raro que Vladimir no esté aquí aún. Despues de todo, él me mandó a sacar a sus hijos de la cárcel.
—¡El perfecto aroma a libertad!—grita con emoción Keegan mientras se sirve un trago de whisky.
Khlaus lo mira y pone los ojos en blanco mientras yo río.
—No te emociones, hay muchas cosas que solucionar ahora—le dice Khlaus con un toque de amargura.
Trago saliva y suspiro, siempre quitándole la diversión a la vida. Es obvio que los tres sabemos todo lo que se viene ahora y sin contar el regreso del Petrov mayor que no trae nada bueno.
—Para eso vine, hijos míos—pronuncia una voz arrogante y grave.
Podría grabar el momento exacto en que aquella frase resuena en todo el living y los dos hermanos voltean para ver al dueño de aquella voz tan particular. Los tres visualizamos a Vladimir entrar a la sala de camisa y una elegancia particular en los Petrov, Camina con total seguridad y Aires de grandeza con el arma en su cintura. Se para en frente de sus hijos y puedo notar la sorpresa de Keegan, su rostro está pálido y su expresión es literalmente como si estuviera viendo a un fantasma. El vaso que tiene en su mano se resbala y el cristal se rompe en el piso.
Respiro hondo y observo a Khlaus, a diferencia de su hermano, él se ve poco sorprendido y su expresión hacia su padre no es la mejor.—¿Papá?—inquiere Keegan como si quisiera comprobar que es real.
El hombre le da una mirada con una sonrisa egocéntrica.
—El mismo—responde con frialdad.
Khlaus suspira y se voltea para servirse un trago.
El clima está demasiado tenso y realmente me sorprende la reacción de ambos, creí que había más emoción por ver revivir a su padre muerto pero aún no descifró realmente lo que está sucediendo.
—¿Cómo carajos estás vivo?—brama Keegan en un tono confundido.
Vladimir lo mira con una expresión un poco desagradable, se acerca para darle una palmada en el hombro y noto perfectamente que a Keegan no le ha gustado nada. Me acerco para cortar un poco la tensión y rápidamente la mirada del mayor de los Petrov cae sobre mí.
—Buen trabajo —expresa con poca amabilidad.
Lo miro fijamente a los ojos y mi expresión es seria.
Sé que no le agrado en absoluto y él mucho menos a mí pero estoy consciente de que debo tener cuidado porque en cuanto yo no le sirva más me va a querer descartar.
—Por supuesto que hice un buen trabajo—pronuncio seca.
Keegan está a punto de entrar en una crisis de nervios, observa todo detenidamente y su mente hace el mayor esfuerzo por procesar todo lo que está sucediendo. De verdad esperaba otra reacción de su parte pero es como si hubiera visto resucitar al mismísimo Diablo. Suspiro y aunque quiero ayudarlo al notar su respiración agitada y todos esos signos tan familiares para mí no puedo hacerlo. Me mantengo firme en medio de ambos y veo como la mirada azul del padre de los Petrov me repasa de pies a cabeza.
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El juicio del Diablo ||#2 TRILOGÍA PURGATORIO||
RomanceAdeline arriesgó todo lo que le quedaba en destruirlos, incluso su vida y un mal paso está por acabar con ella. La traición no tiene perdón y los hermanos Petrov harán lo que sea para castigarla por ello. Una guerra sangrienta está en camino. Una pa...