DOS

441 62 19
                                    

¿Todavía aquí? Vaya, sí que superas mis expectativas. ¿Será porque nos debemos camaradería? Después de todo te mostré la carta suicida.

Henos aquí, frente a la puerta de la Habitación Amalfi del Hotel Montenegro. Cuatro estrellas, pasillos silenciosos y alfombrados, luces que se encienden cuando perciben movimiento, aunque uno se mueva a hurtadillas (ya lo intenté). Los sensores que emplean han de ser los más sensibles del mercado. Como ves, el tono de los muros es escarlata y la alfombra es carmesí. Es un hotel pasional, pero reservado. Algo así como un motel con clase. Cuatro estrellas, te digo.

La llave que me pasó Jack le hace a la puerta. Adentro está oscuro. Uf, ¿qué es eso? ¿No hueles algo pastoso? Es curioso que «pastoso» rime con «morboso».

Está oscuro, lo sé. ¿Que qué hay allá? Pues mis cosas, desparramadas en mi habitación. No hace falta que conozcas mi desorden. Déjame encender esta lámpara. Aunque sea pequeña y tenue, alumbrará lo justo y necesario. ¿Tu hombro ha dado con algo? Ya me lo imagino.

Te aterras al ver que tu hombro da con las piernas de una silueta que mágicamente levita muy por encima del suelo. Después del primer contacto, la silueta se balancea hacia ti. ¡Das un salto atrás! Eso, esquivaste el contraataque del péndulo. Esas piernas tienen algo de baile macabro.

Sube la vista. ¿Ves lo que estoy viendo? Hay un torso y unos brazos laxos. Demasiado laxos. ¿Miraste más arriba? Sí, me temo que es la peor visión. Salta a la vista que la asfixia reventó varios capilares. Está todo amoratado, el pobre. Por si te lo preguntas, se ahorcó con una correa. Su cinturón, para ser exacto.

¿Es la primera vez que ves a un colgado y todavía no te asustas? Quizás es porque estoy contigo. Yo no tengo miedo, porque estás conmigo. Si lo tuviera, me repetiría que se trata de una realidad inerte.

¿Lo bajamos? Eh, eh, es solo un cadáver. Huele mal, lo sé. Tampoco es una visión que honre a la vista. Eso también lo sé.

¿En serio prefieres que dejemos al pobre tipo colgando ahí como si fuese un tiburón colgando en un muelle? ¡Tendremos que bajarlo, por lo que más quieras!

Ven, yo le abrazaré las piernas y lo alzaré un poco. ¿Puedes subirte al arrimo que está ahí junto a la lámpara? Coge este cortaplumas para que aserruches el cinturón...

¿No va? Hum, dudo que lo puedas cortar. Creo que es mejor desamarrar el nudo. ¿Lo alcanzas? Eso es, desátalo ahora que alzo el cuerpo.

Uno, dos, tres... Uf, este tipo PESA... No aguanto... mucho... más. ¿Ya estás?

Te digo... que... no resisto... mucho más...

A-pe-nas.

¡PAF!

Lo siento, se me cayó por sobre el hombro. El cinturón se lo dejamos; vaya a saber uno qué ocurre si se lo soltamos.

Ahora le veo el rostro a menos de un palmo.

Sí, es Morton Grant, mi mejor amigo. Ya no tengo ninguna duda.


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora