CUATRO

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Ni tú ni yo somos detectives, a no ser que por una casualidad tremendamente improbable sí que lo seas. Me limito al campo de lo probable, que es más vasto que los nichos de lo improbable. Tenemos una investigación en toda regla, ¿no crees?

¿El cadáver? Si actuamos rápido, no se pudrirá.

Ya oscureció. A pesar de eso alcanzaremos a visitar a la novia de Morton y luego podremos ir a ver la última función de Érase una vez en el Infierno. ¿Vienes?

Luci vive en un departamento no muy lejos del Hotel Montenegro. Carece de conserje, porque es de esos edificios antiguos que pueden ser escalados sin necesidad de ascensor. El vestíbulo es oscuro, pero créeme que los departamentos son espaciosos.

Este es. Pulsa el timbre.

¡¡¡RING!!! ¡¡¡RING!!!

Yo me tapo los oídos; ya te dije que el edificio es antiguo. Chirría una silla. Adentro alguien se mueve. Luci tiene un gato; puede ser él, pero los gatos no hacen ruido.

La puerta se abre.

—¡Tú! —me saluda.

—Eso me temo. ¿Podemos pasar?

—¿Quién te acompaña?

Te miro con cierta duda. Lo siento, pero es inevitable que mienta.

—Digamos que es mi agente literario.

—¿Los agentes literarios suelen liarse con sus representados?

—¡Luci! ¡Por favor!

Nos hace pasar a un salón demasiado oscuro. Un televisor brilla en el fondo, pero el volumen es despreciable. Para enterarnos de lo que Luci estaba viendo sería necesario sentarnos frente a la pantalla. Ella nos lleva dos pasos más allá al supuesto comedor, si bien no hay puertas ni separaciones que lo definan. La mesa está cubierta de hilos y vasos no del todo vacíos. Retoma su posición junto a un cojín emitiendo un chirrido como el de antes.

No nos ofrece asiento, pero nos sentamos de todos modos.

—Desde ya te digo que no te haré ningún favor. Dile a Morti que no te mande a hacer encargos.

—¡Tiro al blanco! Aunque yerras de diana. Morti no me envía.

—¿Y entonces? ¿Qué pasa?

Yo estornudo. Espero que no pongas cara de asco cuando alguien estornuda. Son los pelos del gato.

—¿Eres alérgico?

Es la misma pregunta que me hace cada vez que estornudo. Ella sabe que sí.

—Ya pasará.

—Solo pelos de gato. Nada letal. —Se aparta un mechón de cabello—. ¿Entonces? Tienes toda mi atención.

Luci no pasa de los treinta. Es una rubia desaliñada con una nariz formidable. Me resulta simpática, sobre todo cuando se muestra cortante como ahora. Tiene un carácter desbordante, tanto que junto a ella Morton parecía un niño de pecho.

—Morton no me manda, porque a mí no me manda nadie. —Luci te mira, significativamente—. Ah, eso. De momento es confidencial, pero todo se basa en una idea para una nueva trama. Estamos estudiando el desarrollo.

—A mí me parece que te están mandando.

—Me ofendes en lo más hondo. ¿Desde cuándo te da por pensar que los escritores no nos regimos por nuestra propia voluntad?

—Extrañaré tu sarcasmo. En cuanto al desarrollo de la idea, ¿hay avances? ¿Me necesitas para tu idea? ¿A mí?

Otra vez te dirige la mirada. Parece que la tiene liada contigo. Yo quedé intrigado por otra cosa.

—¿Por qué dices que me extrañarás?

—¿Es que Morti no te lo contó? —Luci echó la cara hacia atrás en una carcajada insonora—. ¡Hombres! Quebramos la semana pasada. Sin más vueltas de tuerca.

—¿Quebraron?

—Tal como lo oyes. Y veo que no le importó dado que ni te enteras.

—Pues... me voy enterando.

Estornudo otra vez. Ella ni se inmuta.

—Además que el muy infeliz no hace más que quebrar conmigo para tomar un vuelo a Tailandia. ¡Un vuelo que habíamos planeado ambos! Es un infeliz y un sinvergüenza. Cualquiera con un mínimo de corazón devolvería los pasajes y lloraría las penas. ¡Tres años que estuvimos juntos! Aunque él insista en que fueron dos años y cuatro meses si no se toman en cuenta las lagunas que nos "tomamos" para enfriar las cosas. —Un chillido en estado fetal agudizaba su voz. Tonto de mí que le di la oportunidad de hablar de su ex. Esto debe sentirse al abrir la compuerta de una represa—. Y yo lloré lo que se dice a mares. ¡Lloré por él! Siento asco de mí misma. ¿Cómo pude caer tan bajo? Claro que me olvidé de todo el amor que sentí alguna vez cuando supe que volaría. ¡Lejos de mí y sin llevarme! Hasta he llegado a pensar que se fue con otra...

—...Luci...

—...su amiguita esa, probablemente. Apostaría una cerveza a que allá se la pasa de lo lindo...

—...Lu... ¡Aaaaachú!

—...porque una cosa es mandar a la mierda una relación, pero otra cosa es tirar a la basura tres años de relación...

—¡Luci! —grité.

Lo siento. Luci es amiga mía. La conozco de antes que empezara con Morton y, obviamente, le tengo un especial afecto. Yo era el que hacía de confidente tanto para uno como para otro.

—¿¡Qué!?

Ella aún está acalorada.

—Creo... Lo que voy a decir complica un poco las cosas. —Entre mis dedos tengo la carta suicida, pero me resisto a sacarla del bolsillo de la chaqueta—. Morti no tomó el vuelo a Tailandia ni a ninguna otra parte. Bueno, a una parte seguro, pero digamos que no viajó en avión.

Ella abre los ojos tanto como le permiten sus párpados almendrados. Los ojos son del color de la miel. A grandes rasgos no resulta una preciosura, pero por aquí y por allá hay elementos que servirían para montar una fotografía de portada de una revista de modas...

Otra vez mis ganas de convertir a quienes me rodean en personajes de ficción. Quédate con que Luci es una mujer con carácter. Lo demás no es ni para tanto, aunque de noche y con maquillaje ya sabes: todos los gatos son negros.

A todo esto, ¿dónde demonios estará el gato?

—¿No viajó? ¿Por qué no viajaría? Tenía todo preparado. Es más, lo ayudé a comprar las cosas que llevaría al viaje y quedamos en que armaría su maleta aquí, en este salón.

El papel me recuece la yema de los dedos. ¿Qué harías tú en mi lugar?

—Iban a viajar juntos.

—¡Íbamos! Pero después de lo que ocurrió resultaría imposible, así que tu amiguito decidió marcharse lo mismo.

—Ya.

De pronto, Luci se para como si su silla la hubiera mordido.

—Tengo que ir al baño.

Todo el mundo tendría que consentir sobre un detalle: Luci era auténtica. Decía lo que pensaba. Como persona sin filtro que era, correspondía a la peligrosa categoría de armas de doble filo, porque nunca sabías cuándo soltaría una de sus frases incómodas. Lo bueno era que, al ser amigo de ella, me escudaba detrás de sus arranques y los disfrutaba.

Eso de ir al baño me lo debí haber esperado; se ponía así cuando estaba nerviosa. Lo describía como «un tirón», pero yo creo que se sentiría como un golpe en el estómago. Ella nunca había recibido uno, mientras que yo puedo dar cátedra al respecto.

Quedémonos donde estamos mientras Luci está en el baño.

Ah, no sé si lees poesía (yo no), pero hay ciertas frases que, si no fueran mías, las enmarcaría en las galerías de arte mentales que me formé para amantes de las citas textuales. Un museo así vendería entradas para otros como yo. ¿Alguien las compraría alguna vez?

Y estornudo una vez más. ¿Dónde se esconderá el maldito gato?


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora