TREINTA Y UNO

20 9 0
                                    

O sea que Max nunca se escondió en el autobús. ¿Cómo se escapó? Odio tener más preguntas que constaten mi escasez —o bien mi carencia— de respuestas.

—¿Eh? ¿Decías?

—Te pregunté a qué se debe tanto interés.

—Mira, Sam... ¿te puedo llamar así?

—Todos me llaman así.

—Y yo no soy quién para innovar. Soy escritor, Sam. —Abre los ojos como si le acabase de decir que soy astronauta—. Quizás pueda usar este enredo para alguna novela. Aunque así no sea, siento curiosidad por las historias de cualquier tipo.

—Esto... Vaya, ¡un escritor! Nunca me topé con uno. Quizás porque este no es un barrio de artistas.

—Quizás... ¿Para cuándo estará la máquina?

—No utilizarás mi nombre en tu novela, ¿cierto? —ignora mi pregunta olímpicamente.

—Descuida, Samuel. Soy escritor de ficción, no de biografías.

—¿Me darás crédito alguno?

Puede ser idea mía, pero veo cruzar un relámpago por los ojos de Samuel. La estrella de la avaricia.

—¿Cómo podría darte crédito si acabas de pedirme que no utilice tu nombre?

—Puedes compensarlo con dinero. El dinero todo lo puede.

¡Sam sería un digno aprendiz de Rami!

—Dije que esta historia quizás sirva —explico—. Aún no lo sé.

—Bien, señor escritor. A menos que estés acabado, esperaría que te pasaras por mi taller para dejarme mi paga por la historia. O me traes tu vehículo para una reparación completa.

—Como si tuviera uno.

—Algún día lo tendrás. A los escritores les va bien, ¿cierto?

Esta frase demuestra que Samuel ni se imagina lo que es ser escritor. Niego vagamente. Samuel tarda en percatarse de que miro por sobre su hombro, fuera de la oficina, en dirección al automóvil de Luci. Él ni se inmuta. Está apoyado contra el dintel de la puerta.

—Escucha, escritor. Está muy bien eso de ir recolectando historias. Te armarás un rompecabezas al final del día. Eres como un periodista, aunque menos parásito. Entiendo que trabajes así, pero lo que no entiendo es qué interés puede haber. De verdad que no lo entiendo. Y menos entiendo por qué se sorprendieron tanto cuando hablé del autobús de mi padre.

Me estoy hartando, te digo la verdad. Queda mucho por hacer y Samuel nos tiene como monos de circo. ¡Es hora de terminar el espectáculo!

—Pues llevas razón, Samuel. Hay algo en la historia que me llama poderosamente la atención. Uno de los hermanos de la historia es mi amigo. Mi mejor amigo, para ser exactos. No el que se escapó, sino que...

Samuel no tendría por qué poner la cara roja como lo hace. Ni tampoco debería apretar los puños con furia. ¿Dije algo fuera de lugar?

—¡POR ESE MALNACIDO MI PADRE PERDIÓ SU TRABAJO!

Ves, por eso escribo; porque cuando uso mi boca suelo generar líos como este.

—Eso fue hace mucho...

—¡FUERA DE AQUÍ! ¡AHORA MISMO!

—Tranquilízate, hombre. Tenemos que esperar a que el vehículo...

—¡Y UNA MIERDA! ¡FUERA!

Por si los gritos fueran poco, levanta una llave inglesa. Ahora la blande peligrosamente por sobre su cabeza. Muévete conmigo; conviértete en mi sombra. Salgamos de aquí. ¡Vamos!

—Tranquilo, hombre. Ya nos vamos.

Hacía tiempo que no veía a alguien tan furioso. Está rojo y se le marcan todas las venas del rostro. Es mejor que volvamos cuando comprenda que no tenemos diana que tocar en el despido de su padre.

—Volveremos —me atrevo a decir.

Samuel reacciona golpeando un tarro de pintura que explota en el acto. El amarillo lo baña en parte y se esparce por el suelo hasta nuestros pies. Pienso en la yema rota de un huevo frito. Mejor será que salgamos de esta sartén... aunque espero que no sea para caer en el fuego.

Dejamos atrás el taller mecánico. Luci se dará cuenta de que no le hemos devuelto su vehículo. Aquello ocurrirá más tarde que temprano, pero ocurrirá de todos modos. En el intertanto podemos ocuparnos de otras cosas... como por ejemplo el favor que me pidió Lionel, así nos olvidamos de ello de una buena vez.

Hay que mirar el lado positivo de las cosas. ¿Cuál sería en este caso? Que ahora estamos sobre la pista de lo que realmente le sucedió a los gemelos Grant. Querían ir al hospital. ¿Por qué? ¿No era más que una excusa para ausentarse de la escuela? Preguntas para otro momento; ahora debo limitarme a mi lado poético.


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora