VEINTITRÉS

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Me saco el sombrero ante tu insistencia. ¡Aquí estás! ¡Sobreviviente de una noche como anoche! Yo algo de costumbre llevo, pero lo tuyo me sorprende gratamente. Dos sobrevivientes de un naufragio inevitable, dadas las circunstancias.

Ah, el bueno de Jack. Es un acierto tenerlo como amigo. ¿Comprendes dónde estamos? No tendrías por qué. Es la trastienda de "La Marea". Hay una habitación para casos excepcionales. Para personas importantes, eso es.

Me palpo los bolsillos en un acto reflejo. Echo de menos el dinero que llevaba encima... Supongo que Jack arreglaría la cuenta él mismo cobrándonos el hospedaje también. Lo gasté todo, entonces. En mi defensa te diré que aquí es donde corren más historias, tantas como vasos que se sirven. ¡Una fuente de inspiración, literalmente!

Alguien toca a la puerta. Es Jack.

—¡Por fin despertáis! Oí voces, así que asumí que seríais vosotros. ¿Queréis algo de desayuno? ¿Unos huevos con vodka?

—La resaca no está tan mal. Podremos prescindir del vodka.

—A la orden —se cuadra Jack en broma.

Esta habitación la siento más hogar que la Habitación Amalfi, para que te hagas una idea. ¡Lo que me recuerda! Allá, en el Hotel Montenegro, hay dos cuerpos que debemos retirar. Ahora no tengo estómago para eso. ¡Y ahora lo tengo vacío, por añadidura!

Debemos actuar antes de que la descomposición llegue a las narices de todo el hotel. Está el carro de aseo... Creo que es nuestra mejor opción. Acaso Morti quepa mejor; empezaría sacándolo a él. Pero ¿a dónde? Y luego... Me miras raro. ¿Fue cuando nombré a mi amigo? Ah, ya veo. Son las repercusiones de anoche. Está bien, veamos qué inquietudes te asaltan.

En primer lugar, fue Pat quien planteó la posibilidad de que la carta suicida fuese escrita por Max. Antes de que lo preguntes, sí, Max puede escribir. Es así como se comunica. Con los años balbucea mejor y babea menos, pero se comunica escribiendo. Y la letra es en efecto parecida a la de Morton, porque después del atropello fue su hermano quien le enseñó a escribir con la mano derecha —Morton es diestro, adivinaste bien—.

En segundo lugar, está el cuerpo en sí. La cara de un ahorcado se hincha. En el estado en que pillamos el rostro de Morton puede ser suficiente para confundir los rasgos entre ambos hermanos. Se parecían bastante antes de los accidentes. El rostro hinchado podría ser un factor para confundirnos, pero bastaría levantar la manga derecha de la camisa del cadáver para revelar las heridas del atropello... Esto siempre y cuando se trate de Max, lo que me parece ridículo.

En último lugar, como yo lo veo, están los destinatarios de los incisos de la carta suicida. Max nunca escribiría como quien escribió esa carta, pero ocupémonos de ello para que estés en calma con tu intelecto. Las dudas son dos, puesto que sabemos quiénes son sus padres. Cuando escribe «A ti» puede referirse a Morton, bien es cierto. Pero cuando escribe «mi luz» es algo más difuso.

Creo que tengo que contarte la evolución del caso de Max.

Ya en el manicomio lo entretuvieron jugando juegos de mesa o amasando plastilina. Nada de eso le gustaba. Vivi sugirió que su hijo leyese algún libro, dado que lo vio leer el libro de la Atlántida con voracidad. Ahí en el manicomio no podría escaparse para hundirse en el mar ni para salir volando en globo en caso de leerse La vuelta al mundo en 80 días. Pero ¿qué lectura le recomiendas a un enfermo siquiátrico? Es más, a alguien cuya locura se desató a raíz de una lectura. No pueden ser libros de terror ni ciencia ficción ni de misterio. Nada violento, nada demasiado realista. Debían ser lecturas inofensivas. ¡Cuentos para niños! O bien libros de fantasía.

Si bien Morton no habló de esto con sus amigos por entonces, lo supe porque me lo contó con morbosidad cuando me habló de su hermano por segunda o tercera vez. Visto que soy escritor le pareció un caso interesante para mi conocimiento.

«Yo me opuse», me dijo, «pero en el manicomio lo encontraron buena idea. Además, ¿qué validez tenía lo que pudiera decir yo? La única que asistía al manicomio a ver a mi hermano era mamá. Lo único que importaba era lo que ella decía. Y sí, le pareció una buena idea lo de los libros. Así que Max se encantó por los cuentos para niños y cuando se los devoró empezó con libros de alta fantasía, como dirías tú».

Fue un detalle conmovedor, porque nos habíamos pasado una tarde entera revisando las distintas variantes dentro del género de fantasía.

Por lo tanto, puede ser que la «mi luz» de la carta suicida existiera solo en la cabeza de Max. Si hubiera sido Morton el que escribió la carta —como también supondrás—, es fácil contradecir a Pat. Morton llamaba «Mi luz» a Luci cuando estaban a solas.

Que Pat piense lo que quiera; yo me niego a creer que la carta la escribiera Max.

¿Por qué Morti llamaba «Mi luz» a Luci? Eh, la última historia que conté me dejó con resaca. Todavía me duele la cabeza. Ten piedad, por favor. O invéntate tú la historia, ya que es un sobrenombre más que evidente.

Entra Jack con una bandeja. En ella huevos revueltos y dos tazones humeantes.

—¡Arriba! ¡Tengo que abrir en un rato más!

—¿Tan tarde es?

—Hoy invité a unos socios a almorzar. A puertas cerradas. Lo siento, pero tendré que echaros.

—Tenemos que hacer. Insistiría en caso contrario. A propósito, Jack, quisiera encargar una tarea peculiar de limpieza... ¿Conoces a alguien?

Sí, tomé esa decisión. Y no, no te lo comenté para que no me contradijeras. Es que simplemente no me imagino metiendo el cuerpo de Rosa en el carro de aseo después de haberla descuartizado.

—¿De limpieza...? ¿Quieres decir que dejaste una mancha?

—¡Pero yo no fui! Digamos que fue el Azar o la Providencia o la Causalidad o algo por el estilo. Yo soy un simple escritor.

—No sé... Conozco a alguien que conoce a su vez a alguien que tiene un amigo...

—Déjalo; conozco la cadena. Así pues, ¿puedes conseguir una cita?

—Veré qué puedo hacer. Terminaos los huevos mientras voy a llamar.

¡Jack Walker es indiscutiblemente una de esas personas que uno quiere de aliado! Te aseguro que si él se encontrase en nuestra situación ya tendría todo solucionado. Vamos, vamos, un lavado de cara y quedo como nuevo. ¿Oyes? Jack está hablando con alguien. Buena señal; puede que todo esto termine hoy. ¡Que así sea!

Cuelga el aparato. Vendrá hacia aquí...

—Listo, todo arreglado —nos dice nada más entrar—. Os esperará un contacto en el Hotel España. Decid en recepción que os está esperando El Torero.

Vaya nombre. Extravagante pero apropiado para la ocasión. ¿Su gracia será hacerle el quite a todo tipo de problemas? Eso espero, aunque no me considero ni cornudo, ni rabioso, ni estrecho, ni violento. En fin, que no me creas un toro. ¡Lo que faltaría sería terminar con un puñal en la espalda!


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora