DIECIOCHO

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—¡Cariño, llegamos!

Vivi baja sin prisas. Está radiante como si estuviera actuando para una película en blanco y negro. Le da un gran beso a su marido y a nosotros nos saluda conservando la distancia. Nos hace pasar a la mesa de inmediato. En ella ha colocado tazas y platos. Va a la cocina para volver en menos de cinco minutos con pastelitos y una tetera humeante.

Hasta ahora nuestra conversación flota por la superficie. Es cuando ella se sienta que se pone interesante.

—Así que os encontrasteis de camino a casa —comenta distraídamente dirigiéndose a su marido más que a nosotros.

—Esta es una ciudad muy pequeña —dice Pat quitándole importancia al asunto—. Por eso está llena de metiches que acaban enterándose de todo.

—¡Pat! Eso te ocurre a ti por trabajar en el centro. Ahí es donde todos se cruzan, tarde o temprano. Así pues, ¿tuvieron vuestra conversación de hombre a hombre?

Creo que ese misil de pregunta se disparó con el objetivo de dar en mí.

—Todo aclarado, señora...

—¿Qué vas a decir?

—...Vivi —corrijo.

Pat Grant carraspea.

—¿Me vas a creer que nuestro joven escritor no sabía lo de la despedida de Morton? No puedo creer que no le haya avisado.

—¿Morti no te avisó? A mí me dijo que invitó a todo el mundo, aunque claro, su mundo es reducido.

«Y es un mundo cruel», quisiera apuntar.

Me gano una renovada mirada de desconfianza de Pat Grant. Cuánto me gustaría que Morton estuviera aquí para aclarar que nunca me invitó. Al menos cuento con tu confianza, lo cual me basta por ahora.

—¿Puedo saber quién asistió?

—Tú y Luci no, está claro.

—¡Pat! —Creo que la hipótesis de Pat fue discutida largamente con Vivi—. Fue una despedida muy mona, casi como un cumpleaños... Er, ¿quién vino? Sí, la familia, por supuesto. Los tíos Grant con la abuela. Mis padres no pudieron venir, pero vino mi hermano, Víctor. Los vecinos, claro está... La pobre Brigitte también hizo acto de presencia... ¡Qué valiente! Y ya está; fue una despedida espléndida.

—Y Max, cariño. Te olvidas de Max.

—¡Por supuesto que no me olvido! Es obvio que estaría en la despedida de su hermano.

¡Eso explica por qué Morton no me invitó! Mi amigo se esforzaba por quitarme de en medio cada vez que Max debía participar de alguna reunión familiar. Una vez lo conocí, pero de eso hace muchos años.

Se parecen bastante. Cualquiera diría que son idénticos, pero con lo que conozco a Morton sé captar las diferencias. Max tiene un desorden mental importante. En resumen, está loco de remate. El problema está en que es de los locos peligrosos. Los Grant se resistieron a internarlo en un manicomio, pero estuvieron obligados a hacerlo cuando lo de La Matanza, que es como me gusta titular a ese episodio en la vida de mi amigo.

Es un episodio digno de tu interés, pero te lo contaré luego ya que la conversación sigue.

—¿Estás bien? —me pregunta Vivi justo en este momento.

—Sí, claro. Estos pastelitos están deliciosos.

Lo único que quiero es terminarlos para que nos larguemos de aquí.

—¡Cuánto me alegro! Los hizo una vecina para reunir fondos anticipándonos al tratamiento de una amiga en común a quien lamentablemente diagnosticaron de cáncer. Hizo metástasis —dice como si invocara una maldición antigua en un idioma que no comprende—. Es terrible.

—Sin duda. Cuando tenga un poco de dinero encima contribuiré a la causa.

—¿Tan mal te va? Ah, querido, deberías buscarte una novia. Con una mujer a tu lado te cambiarían las cosas para mejor. Somos mejores administradoras que los hombres y nos preocupamos de que no falte de comer en la casa. Los hombres proveerán, pero las mujeres aprovechan... ¿O ya tienes una?

Siento cómo Pat Grant está a punto de intervenir para mencionar a Luci, pero por el rabillo del ojo veo que se atora con un trozo demasiado grande de un pastelito que tragó antes de tiempo solo para fastidiar.

—Ninguna me soportaría. ¿Quién puede soportar a uno que pasa encerrado en el estudio? Es más, ahora no tengo ni casa y me alojo en un hotel. —Una corriente eléctrica me sacude la espalda—. Definitivamente, resultaría insoportable.

—Eso lo dices ahora, pero espera a que encuentres una mujer que sepa apreciar tu ostracismo.

¿De verdad utiliza esa palabra? Sorprendente.

—Por el momento me ocupo lo más bien de mis relaciones —me defiendo torpemente—. Me encariño con mis personajes a falta de encariñarme con personas. Tanto así que creo que el día en que esté con una mujer me olvidaré de la escritura.

—¡Claro que sí! Y verás lo bien que te hará. Dejarás de tener pájaros en la cabeza.

«Son personajes, no pájaros», quisiera reponer.

—¿Y qué hay de tu...? —Vivi te apunta ambiguamente.

—Vivi, cariño, ¿nos darías unos momentos? —Pat está aburrido o acaso siente compasión por ti—. Quiero mostrarles mi colección.

—¡Pat! Tú y tu colección. ¿Nunca se la has mostrado? Eso es para no creérselo. ¿Es para tener otra conversación hombre a hombre?

—Vivi, no sé de dónde sacaste esa idea. Deja de repetirlo, por favor.

—Está bien. Estaré en la cocina por si me necesitan.

¡Bingo! El tentempié termina antes de que nos comamos todos los pastelitos... Y eso que solo queda uno. ¿Te gustaron? A mí no; es como comer arena.


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora