ONCE

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Todavía insistes en seguirme. Bien por ti, pero me obligas a avanzar...

«Siempre adelante para llegar a alguna parte», me gusta decir.

Propongo ir a la casa de los padres de Morton. ¿Estás de acuerdo? Piénsalo bien: Morton los nombra en su carta, lo que quiere decir que los tuvo presente en los últimos momentos. Acaso los padres de Morton conozcan los miedos de su hijo. A Luci no le pude decir la verdad; espero que ahora sea distinto.

El barrio de los padres de Morton carece de edificios, porque está alejado del centro. Los espacios se expanden y los árboles están acompañados de jardines y vastas extensiones de pasto. Diríase que es posible respirar. Desde luego que el tráfico es menor. Hay quienes pasean a sus perros o están dando caminatas apresuradas.

La casa de la familia Grant es blanca como el resto de casas. La fachada lavada habla de personas transparentes, el par de vehículos aparcados habla de personas previsoras, la pulcritud de los setos habla de ocio a manos llenas, ya que nunca vi a un jardinero por ahí. A Morton le gustaba su casa, pero me decía con frecuencia que la sentía fría y apagada, como un cuadro de museo que uno contempla con cierta distancia.

Toco el timbre. Te puedes presentar o quedar en la acera, aguardando.

¿Diga?

Es muy tarde para la retirada.

—¿Señora Grant?

¡Ah, tú!

La puerta se abre dos parpadeos más tarde. Al verte, la señora Grant se detiene en seco. La conozco lo suficiente para saber que por un instante pensó que se trataba de cualquier otra persona.

—Pensé... ¿Tú? Si Morton está de viaje...

—Exacto. Eso es lo que sabemos.

El rostro de la madre de Morton está rojo de vergüenza. Ya te explicaré luego. Pasemos de las formalidades primero.

—¿¡Cuántas veces debo decirte que no me llames señora Grant!? Es deprimente.

—Eh, bien. Me cuesta llamarte Vivi.

—Pues ese es mi nombre... ¿Y tú nombre? No importa —apura sin darte tiempo a responder—, aquí los amigos y las amigas de Morti son bienvenidos todos por igual. Supongo que querréis pasar.

Entramos y nos dirigimos a la cocina por defecto. Huele a restos de almuerzo; a grasa quemada y un poco de ajo.

—¿Almorzasteis? Puedo calentar un par de platos.

—No, muchas gracias. Estamos de pasada.

—¿Sí? ¿Ocurre algo?

Intuición de madre, la que a su vez tiene algo de intuición divina. Está claro que nuestra visita le resulta extraña. Su primer sonrojo desaparece para recobrar una palidez un tanto acrecentada. La carta suicida me recuece los dedos. La arrugo en el bolsillo.

—La verdad es que Morti... No he podido hablar con él. Quería saber si ustedes pudieron hablar con él.

—¡Nos ha sido imposible! Pero estamos sobre aviso. Nos dijo que él se contactaría con nosotros apenas pudiera llamar. Creo que se está tomando unas vacaciones de nosotros. No lo culpo, con el quiebre de Luci y todo... Ya se pondrá en contacto.

Eso es exactamente lo que me temo. La desconexión.

—Pero ¿qué si le ocurrió algo? ¿Si tuvo problemas para llegar?

—Se las arreglará como todo el mundo. ¿Quieres que mamá y papá lo vayan a rescatar? ¡Es un hombre grande! Hace tiempo que dejó el nido. Además, voló el viernes de la semana pasada. Es un viaje largo. Supongo que se estará habituando.

—Habituando... —La palabra me da un escalofrío—. Sí, allá debe ser otro mundo. ¿Sabes que Luci creyó verlo el sábado?

—Esa niña lo debe ver en todos lados. ¡Apenas quebraron la semana pasada! Es muy pronto como para olvidarse de Morti.

—Pero ¿sabemos que cogió el vuelo?

—¿Qué hubiera hecho el fin de semana si no? ¡Por supuesto que cogió el vuelo! —Se tantea los cabellos—. ¿A qué viene tanta pregunta?

Debo tener más cuidado. ¡Dame un codazo cuando lo necesite!

—Espero que esté bien, nada más. Supongo que me preocupo demasiado.

—Déjate de ser tan buen amigo, por favor. Morti necesita su espacio. ¿Qué hay de ti? ¿Todavía escribes o ya dejaste ese pasatiempo?

Si llevase la cuenta de las veces que me han dicho cosas semejantes... Hay quienes me preguntan si ya conseguí un empleo de verdad. Al principio me enfadaba, pero ahora me lo tomo con soltura.

—Sigo en lo mismo. Soy testarudo. ¿Estará el señor Grant?

—Pat, querrás decir. Pues no, anda fuera. ¿También quieres hablar con él?

Una voz interior me dice que a él sí le puedo decir la verdad. Créeme que lo he intentado hasta ahora, pero no me es fácil decir que mi mejor amigo se suicidó. ¡No es fácil decírselo a la ex novia o a la madre!

—Me gustaría hablar con él... Hace tiempo que no tenemos una conversación de hombres.

El rostro de Vivi se enciende nuevamente.

—¿Al fin te atreves? Estaba convenciéndome de que no caerías tan bajo, pero me equivoqué.

—¿Es que...? ¿Te refieres a...?

—¿Necesitas dinero? ¿Eso es lo que quieres?

Vivi ha comprendido todo mal. Inicia un drama a partir de humo.

—Nada más alejado de la realidad —aclaro.

—Entonces, ¿para qué quieres hablar con Pat? Me quieres... —calla para lanzarme una mirada reprobadora—. Hablemos a solas, por favor.

Va hacia la puerta que conecta la cocina con la despensa y el garaje. Espérame aquí, por favor. Siento tener que exponerte a situaciones así, pero me temo que son inevitables.

—¡Ven de una vez! —grita Vivi.

Eso es más que una exigencia. ¡Una orden de la madre de mi mejor amigo! Escóndete detrás de la puerta si quieres enterarte de qué va todo esto.

Sin más, voy tras ella.


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora