VEINTICUATRO

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El Hotel España. Sé dónde queda, pero no puedo ir así sin más. Siento que me estoy lanzando de cabeza a un mar plagado de tiburones. ¡Nos entrevistaremos con un sicario! ¿Te das cuenta? Te apuesto lo que quieras a que este Torero es tan basura como el que más. ¿Cómo que por qué? Porque a los tipos que les encargan "limpiar" son también los tipos que saben qué escena van a encontrar. Imagínate a este Torero limpiando una escena y, ¡zas!, aparece alguien de repente. ¿Qué hará nuestro hombre? ¿Quedarse de brazos cruzados? ¿Y que lo denuncien?

No, no y no; nuestro hombre es un sicario.

Paremos aquí, por favor. Aquí en el Café París. Sí, ya lo sé, pero te advertí; una ciudad tremendamente original.

—¿En qué mesa os sentáis?

—No, de pie. Solo serán dos cafés. Y un corto de vodka.

Para el desayuno me parecía un exceso; ahora me parece un requisito. Odio hacer este tipo de cosas, pero ¡no me malinterpretes! Es la primera "limpieza" que organizo.

Pues bien, vamos allá.

El Hotel España no es ni morisco ni decididamente gaudiano. Es blanco y la marquesina es roja; la única reminiscencia de una influencia española. Como pasa en las ciudades, son los títulos los que sirven para hacer volar la imaginación. Si no tuviese esa marquesina y si la fachada fuese gris como el resto de la cuadra, pocas ganas darían de hospedarse aquí.

El vestíbulo ya es otra cosa.

—¿Traen equipaje?

—Está en otro hotel... Aunque pretendo dejarlo atrás.

El botones nos mira como cabe esperarse.

—Adelante —nos dice—; ahí está la recepción.

¿Pensará que somos ciegos? La recepción espera al final del vestíbulo. Es sombría, porque el blanco de las paredes no está iluminado y las ventanas de la fachada apenas logran iluminar la alfombra que ya superamos.

—¿En busca de una habitación?

—No, gracias. Vengo en busca de... el Torero.

Casi me atraganto. Quizás quién nos espera.

—Sí, por supuesto. En la sala de reuniones. Al fondo a la derecha.

¿¡Eso es todo!? ¿La recepcionista acepta de buena gana que un huésped utilice ese nombre? Aunque es un cabo que puede atarse. Después de todo estamos en el Hotel España... Este "Torero" debe ser alguien de aquí, entonces. Acaso un empleado, pero la soltura de la recepcionista apunta a un cargo más alto.

—MIREN QUIÉN APARECE EN LA CUEVA DEL OSO. MI QUERIDO ESCRITOR.

Oh, esto no me lo esperaba. Rami Zeb, en carne y más carne, porque de hueso no se puede hablar; tendría que hacerse varias liposucciones para desenterrar el esqueleto.

—Rami...

—TE MORDIÓ LA LENGUA UN GATO, JODER. PARA LO QUE LE SIRVE A UN SEÑORITO ESCRITOR COMO TÚ. VEN, DAME UN ABRAZO.

Cedo y me adelanto. Rami es tal y como se expresa; efusivo y abierto.

—Rami, yo...

—PENSÉ QUE PODRÍAMOS DAR UN PAR DE RODEOS, PERO SI QUIERES HABLAR DE NEGOCIOS DE INMEDIATO ENTONCES HABLEMOS. Y PARTE TÚ EXPLICÁNDOME QUÉ ES ESTE ASUNTO DE LA LIMPIEZA. NO ME EXPLICO QUÉ NECESIDAD PUEDE TENER UN INOFENSIVO NOVATO DE LIMPIAR CUALQUIER TRAPO A NO SER QUE EL LÁPIZ CON EL QUE ESCRIBES HAYA ESTALLADO.

—¡Rami! Silencio, por favor. Aquí nos pueden oír...

—¡Y TAL! —Sus exclamaciones superan la estridencia de su constante griterío—. PUEDEN OÍR TODO LO QUE QUIERAN, PERO LOS EMPLEADOS TIENEN PROHIBIDO REPETIR LO QUE OIGAN. ESO SE LLAMA CONFIDENCIALIDAD Y QUIEN NO LA RESPETE SE VA A LA CALLE DE INMEDIATO. ¡COMO QUE SOY DUEÑO DE ESTE HOTEL!

Dueño lo que se dice dueño no es; socio sí. Esto lo sé, porque una vez me listó todas sus propiedades y negocios. Reconoció que aquellos que pueden parecer deshonestos ocurrieron solo debido a la vaguedad de la contraparte y no a la suya. Y está claro, porque no puede contar un secreto sin que medio mundo se entere.

Por lo demás, Rami tiene pinta de bonachón. Hay algo de confianza en ir pulcramente vestido y fresco. Yo creo que eso siempre ayuda a la hora de hacer negocios. Vale decir que yo no cerraría negocio alguno con mi pinta. ¿Quién más que tú confiaría en lo que el espejo me muestra?

Pero esto no se trata de mí. Concentrémonos en Rami, con esa barba de una semana afeitada parejamente, con esos rulos rubios entrecanos que brillan como el oro, con esos ojos vivaces y límpidos, con esa boca de bebé... no hace más que transmitir bondad, ¿no te parece?

—Querido Rami, de haber sabido que nos reuniríamos contigo, créeme que no te hubiera molestado lo más mínimo. Ahora bien, no dudo que seas capaz de solucionar este asuntillo en el que me metí... ¡Sin querer!

—PAGANDO SE PUEDE COMPRAR LO QUE QUIERAS.

Yo sabía de antemano que mis intentos se estrellarían con ese irrebatible argumento; sin dinero no llegaremos a un acuerdo. ¡Maldito Jack! Por más que aprecie al cantinero, haberme enfrentado con Rami...

—Por supuesto que pagaré. Es más, quería saber cuál es la tarifa.

—ENTIENDO QUE SON DOS TRAPOS... ESO TE COSTARÁ MÁS DE LO QUE ME DEBES, CARIÑO. TE PODRÍA SOLUCIONAR LA VIDA ACEPTANDO ESTE PAGO CONTRAÍDO POSTERIORMENTE AL PAGO DE LA DEUDA ACTUAL, PERO ME VERÉ OBLIGADO A AJUSTAR LA MISMA CON INTERESES. COMPRÉNDEME, NOVATO; NO ME GUSTA QUE NADIE SE RÍA EN MIS NARICES.

Y claro que nadie se atreve. Ni yo... ni tú, porque si hemos llegado hasta aquí ha sido por nuestra complicidad.

—¿Más de lo que te ya debo? Eh, Rami, no te ofendas, pero es un trabajo rápido; recoger y retirar.

—ESO SE LLAMA EXTRACCIÓN Y NO ES UN TRABAJO SENCILLO. HAY QUE PENSAR EN LA LAVANDERÍA A DÓNDE SE LLEVAN LOS TRAPOS SUCIOS. LA LAVANDERÍA EN CUESTIÓN TIENE QUE ESTAR FUERA DEL MAPA. LOS TRAPOS DEBEN DESAPARECER. ESO NO ES SENCILLO, INCLUSO CUANDO LA LIMPIEZA PUEDA SER RÁPIDA.

—Volvemos a entramparnos en el dinero.

—PORQUE SIEMPRE SE TRATA DE DINERO. ¡EL DINERO MUEVE AL MUNDO! TÚ PAGA Y TE PODRÁS COMPRAR TU ENTRADA AL OLIMPO.

Fantástico, con las ganas que tengo de ir allá...

—Entiéndeme, Rami, para mí no es fácil conseguir ESA cantidad de dinero. Y, lo que es peor, los trapos sucios comienzan a apestar.

—ESO PASA CUANDO NO SE LAVA EN CASA. YA SABES, CUANDO HAY SOL SE TIENDE LA ROPA EN EL PATIO DE ATRÁS. PERO LOS NOVATOS NI SIQUIERA TIENEN CASA PARA ESO. ¡QUIZÁS QUÉ EXPERIMENTOS ESTABAS LLEVANDO A CABO!

Trago saliva. Es una encrucijada, realmente. Deberé encontrar a otro que haga la limpieza o bien hacerla yo mismo.

—Ya, Torero —digo abriendo las palmas en son de calma—. Tendrás tu paga... y ya veré cómo limpio.

—ME ABLANDAS EL CORAZÓN. ¡COMO SI ESO ME HICIERA HACER UN TRABAJO GRATIS! ¡¡¡JA!!!

Larguémonos. Estar aquí es como estar en la cueva de un oso que tiene el monopolio de la miel.


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora