CINCO

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Alguien —no queda claro quién— entra por la ventana. A decir por sus cejas y esa brillante arma que lleva en la mano, sus intenciones no pueden ser buenas. Podría ser un redentor, pero hay ciertos clichés que uno aplica inevitablemente. Este es un tipo malo, te lo digo desde ya.

El asunto es que le saca el seguro a la pistola, pero no apunta más que a la punta de sus zapatos.

—Al fin te encontré. ¿Crees que te puedes librar de mí tan fácilmente? Tendrías que ir hasta el infierno para escapar de mí, pero me conozco los atajos y sus escondites.

¿Puede haber algo más cliché? Chicle, cliché. Sí, falta el chicle para lograr la máxima eficiencia. Siento que estoy ante la evidencia de una película de bajo presupuesto. Sin embargo, el tipo me acaba resultando intimidante aunque se note de lejos que por él preferiría ocupar otro pellejo. Seguramente trabaja para alguien más.

—¡A callar! —grita antes de que podamos hablar—. La única pista la lleváis con vosotros. Es mejor que me la devolváis antes de que pierda la paciencia. Prometo que desapareceré tal como he venido. El Jefe estará contento y con ello nos alegraremos todos. Lástima que la fiesta no haya salido como esperábamos. De cien invitados perdimos a diez. Eso más el escape del muchacho. ¡El único testigo! Y las huellas dactilares iban con él. Estuvimos cerca, pero la policía no se enteró. Sería una pena que se enterara por vosotros...

Hubo un movimiento en el sillón mientras él hablaba. Suena la tecla de un piano y... ¡Oh, maravilla de maravillas, intervención divina! Un gato.

Esto, como cabe esperarse, alerta al de las cejas. Apunta al gato. Seguidamente, cuando el animal sube a lo alto del piano para enrollar la cola y simular el macetero que está a su lado, nos apunta a nosotros. Con cosas así no puedo evitar sonreír. Pensar que hay personas que creerían que el tipo disparará cuando él mismo ha anunciado (de manera completamente innecesaria) que sería contraproducente dejar que el asunto llegue a manos de la policía. Claro, nosotros tampoco queremos que la policía meta las narices en nuestro asunto (vale, fue idea mía, lo sé). Un disparo en un edificio habitado será la última solución. Los perseguidos tendrían que escapar, pero todas las vías parecen bloqueadas.

—¡Maldito gato! Vamos, tengo los nervios un poco tomados. No estoy para bromas. O me entregáis el arma ahora o...



Apago el televisor. Espero que no te lo tomes a mal. Cada vez tengo menos estómago para guiones de series televisivas.

¡Oye! Es el rumor de la cadena del baño. ¡Justo a tiempo!


ENTRAMADOS POR UN CADÁVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora