Capítulo 4

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-Siéntate y ahora vengo.

Me siento en una camilla y él me señala con un dedo para que no me mueva y yo levanto las manos en rendición.

-¡Estas exagerando!

Le grito a su espalda, mientras se aleja de mí, ignorando olímpicamente mi comentario.

Veo a mi alrededor y me encuentro con sangre en el suelo mientras meten una camilla por las puertas de entrada, luego mi mirada se dirige a una señora pidiendo informes, a una interna correr de un lado a otro.

-¿Qué haces aquí?

Giro mi cabeza y un escalofrió me recorre completa, levanto la cabeza y lo veo parado a mi lado con los brazos cruzados y una ceja alzada, observándome atentamente.

-Nada, solo...probaba las camas.

Me levanto y camino lejos de él.

-¿¡Qué te dije Iza!?

Grita Dav y yo aprieto mis ojos.

Rayos.

-Regresa a donde estabas.

Niego.

-No, estas exagerando.

No paro de caminar, camino lo más lejos que pueda de...ellos.

-¿Qué está pasando?

Ruedo los ojos, creo que esa pregunta se le está haciendo un vicio.

-Iza se lastimo la mano golpeando una pared.

Miro a mi amigo pero el parece sumamente interesado en hablar con el doctor Vosk, lo quiero matar, doy un paso más alejándome de ellos.

-¿Qué hiciste qué?

Su voz suena furiosa a mi espalda, yo solo ruedo los ojos exasperada.

Si me hubieran dicho que golpear una pared me traería aquí, lo hubiera pensado dos veces.

-No eres sordo, así que escuchaste bien.

Me doy la vuelta y lo fulmino con la mirada y Dav abre sus ojos a más no poder.

Vosk aprieta la mandíbula y ve mi mano.

-Déjame ver.

-No, dije que no fue nada, me largo de aquí.

Me doy la vuelta, importándome tres cominos, iré con Anne si es necesario.

-Regresa aquí.

Pero que hago yo...claro, ignorarlo.

Entonces ciento como alguien me toma de la cintura y luego soy levantada viendo un lindo trasero.

-Bájame en este momento.

Siento como la sangre viaja a mi cabeza y yo golpeo su espalda con mis pequeños puños para que deje de caminar, para que me deje en paz.

Energúmeno, eso es lo que es este hombre.

-Estás haciendo una escena.

Intento levantar la cabeza y por el corto tiempo que logro ver, observo como varios pacientes y colegas nos miran con sorpresa.

-Entonces debiste pensarlo dos veces, esto te pasa por terca.

Me deja en la camilla y yo lo fulmino con la mirada.

-No vuelvas a ponerme un dedo encima, ¿me escuchas?

Mis dientes están tan apretados en furia que temo lastimarme, él me mira con seriedad sin decir nada, ignorando mi queja.

Derramaré TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora