Capítulo 10

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Rosé despertó por el constante movimiento y el púnzate dolor en la cabeza, abrió los ojos y vio a Jennie con sangre en la cabeza gracias a un pequeño rayo de luz, quiso ir ayudarla, pero las manos las tenía atadas atrás de la espalda.

—Jennie, levántate, unnie no duermas más... por favor, no me dejes Jen...—en su desesperación la rubia no se percató que Jennie respiraba y temió lo peor.

—¡Oh, por Dios, mi cabeza me va a matar! ¡¿Que mierda bebí?!—la coreana empezó abrir los ojos—¿Rosé? ¿Dónde estamos?

—Gracias a Dios, estas viva. No lo sé, creo que nos llevan algún lado, creo que estamos en el maletero—razonó al escuchar el motor.

—Así que esos malditos nos atraparon. Tranquila, Rosie, ya verás que escaparemos—le mostró una sonrisa.

—Te creo, Jen.

No supieron cuánto tiempo transcurrió hasta que se detuvieron.

—Nenas, es hora de que bajen—el hombre se reía.

Al descender del auto notaron que el cielo estaba oscuro.

—Bienvenidas al mejor campamento del mundo YG, aunque bueno, para ustedes si se portan y hacen lo que queramos podemos garantizar su vida—las risas se escucharon por todo el lugar.

Se percataron que no había ninguna mujer, solo hombres y temieron lo peor, morir a manos del triturador sonaba celestial en estos momentos. Piropos y comentarios sobre lo que harían con ellas cuando les toque su turno les acompañó todo el camino al igual que gestos obscenos, ambas quisieron devolver los alimentos. El hombre las llevó a unas celdas y ahí vieron a todas las mujeres prisioneras como animales.

—Miren preciosas, nuevas amigas. Sean buenas y díganles las reglas del sitio, las veo al rato—se fue guiñando el ojo.

—Si no quieren morir es mejor que hagan lo que ellos digan—dijo una señora con el cabello enmarañado—. Como es su primera noche aquí, les sugiero que traten de gustarle al líder, si lo hacen su vida no será tan miserable, espero que sepan moverse bien.

No hubo más comentarios, ellas supieron a la perfección a lo que se refería la señora. Rosé no aguantó más y vomitó en la esquina de la celda, nadie dijo nada, todas lo habían hecho alguna vez. La castaña se dedicó abrazar a la rubia, tenía mucho miedo, pero debía ser fuerte, si ambas caen en desesperación disminuye las esperanzas de escapar y eso era algo que no podían permitirse, nunca.

Pasaron las horas hasta que dos chicos las llevaron a rastras a la habitación del líder.

—Debe ser mi cumpleaños para que me traigan tan hermosas mujeres—se levantó del sillón—. No lo crees, Dong.

—De seguro, Jefe.

—Bueno hoy me siento benevolente, solo por esta vez te dejare probar a una de estas chicas primero, pero debe ser aquí, muero por ver sus expresiones juntas—se pasó la mano por su miembro.

—Gracias, Jefe. Estar aquí no será ningún problema—en solo pensar lo que le haría a una de esas chicas provocó una erección.

—Quédate con la rubia, yo con la castaña.

—¡Ni se les ocurra acercarse a nosotras, malditos cerdos!—gritó Jennie pataleando.

—¡Así me gustan, fieras, para quebrar su espíritu!—la golpeó en la cara.

—¡Jennie! ¡No la golpees, desgraciado!—Rosé trataba de ir hacia ella.

—¿A dónde crees que vas, hermosa? La diversión es por aquí—él recorrió sin pudor el cuerpo de la australiana.

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