Capítulo 36

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Salieron del consultorio con la mente revuelta, fue demasiado información para sus cerebros. Ellas se despidieron y fueron con las gemelas al departamento, no querían hablar con nadie, luego pensarían la forma para que los residentes del refugio las acepten, pero por el momento mantendrían su cabeza ocupada en las mutantes. Jennie se llevó a Lisa a su recámara.

—Lisa, quítate la sudadera—ordenó la castaña.

La mutante no supo la razón de su petición, pero una vez más no rechazó su solicitud. Se sacó la prenda de vestir y quedó únicamente en brasier. Con cuidado Jennie recorrió con la yema de sus dedos la piel de su novia, fue un viaje lento detallando cada centímetro, primero fueron sus brazos, los hombros, el torso, el vientre, no hubo lugar en que Jennie no haya tocado. 

No había ninguna marca, cicatriz o señal de que hayan experimentado anteriormente con Lisa, pero muy en el fondo de ella sabía que todo lo que dijo la doctora era verdad, no era médico ni mucho menos científica, más no era idiota, supo que tal vez su condición de mutante haya curado todo tipo de herida que alguna vez pudo haber tenido en el pasado, un pasado en dónde Jennie no conocía a Lisa, un pasado donde Jennie era feliz y seguramente Lisa no.

Lisa supo que algo estaba mal cuando vio la mirada de su novia tan abatida, y supo de inmediato que era porque descubrió su origen, un origen el cual no recordaba. Subió la mano con la intención de limpiar las lágrimas que brotaban de sus ojitos gatunos que tanto amaba, simplemente la llevó a la cama y se acostaron juntas. 

Su humana se aferró a ella con tanto ímpetu que optó por rodearla con los brazos y dejó que llorara, su llanto fue tan agridulce y cruel que la hizo sentir que lloraba por las dos. Saladas lágrimas empaparon su torso. Con la mano acarició dulcemente los cabellos de Jennie mientras repartía delicados besos en su cabeza. La tristeza de la castaña fue disminuyendo hasta que en la habitación solo se escuchaba un sollozo.

Jennie se sintió cansada de tanto llorar, sus ojos pesaban, pero su corazón se sintió menos agobiado y más cálido porque su novia estaba ahí con ella, no con nadie más, sino ella y la besó, de seguro estaba toda desarreglada, pero no le importaba en absoluto, necesitaba ese beso y quiso fundirse con ella porque si antes pensaba que no podía vivir sin ella ahora lo confirmaba, no podía vivir sin Lisa, sin su amada Lili. Sus párpados fueron cediendo y antes de caer dormida entre los brazos de su novia pronunció un inaudible te quiero mucho.

—Descansa, Nini. Yo estar aquí siempre—susurró.

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Al mismo tiempo al otro lado de la habitación Rosé miró como Jennie arrastró a Lisa a su habitación. Volteó ver a Jisoo y ahí estaba con su característica sonrisa. Su mente se encontraba difusa, en tan solo pensar en todo lo que tuvo que pasar sus ojos se inundaron de lágrimas, pero de pronto toda la bruma se despejó al sentir como Jisoo la besó. Ella correspondió de inmediato y rodeó con sus brazos el cuello de la gemela, quería sentirla, quería borrar todo lo que malo y reemplazarlo con memorias llenas de alegría.

—Ángel, no llorar, yo bien—Jisoo besó la comisura de los ojos de la rubia—. Tú conmigo, yo feliz.

La australiana se sorprendía como su novia supo como se sentía a pesar de no haber dicho nada, sabía que estaba triste y esa fue su forma de reconfortarla.

—Yo... lo siento tanto Chu. Como quisiera salvarte de todo eso...—bajó la mirada, otra vez tenía ganas de llorar.

—No recordar nada malo, solo a bata blanca, ella buena. Pero pude conocerte, ser mutante y conocerte, todo estar bien si es contigo, pasar todo eso si ser tu novia otra vez, Rosé.

Esa fue la manera de Jisoo en querer decirle que de todos modos viviría otra vez en esos dichosos laboratorios si al final su recompensa sería ser su novia, porque estaba por completo segura que valdría infinitamente la pena encontrarse de nuevo con su Ángel.

Rosé ocultó su rostro en el cuello de Jisoo, entendió todo lo que le trató de decir y la timidez se apoderó de ella tanto que incluso sus mejillas sonrosadas la delataron. Tomó aire y alzó su cara para adueñarse de esos exquisitos labios con forma de corazón que tanto ansiaba besar. Ella se encargaría personalmente de cuidar de su mutante, ahora sabía por qué jamás aceptó a ningún pretendiente, su corazón siempre esperó a Jisoo y a nadie más, siempre fue Jisoo.

—Llora Rosé, yo secar siempre tus lágrimas—notó como nuevamente las lágrimas se acumularon en la rubia.

Jisoo la dejó ser, su Ángel era muy llorón, pero no importaba, era su encanto, su corazón era tan puro e inocente que incluso pudo llegar a querer un monstruo como ella.

—Vamos, Ángel.

Jisoo la cargó mientras seguía con su aflicción y la llevó a su recámara, limpiaría sus lágrimas hasta ver esos ojitos llenos de felicidad.

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Al día siguiente Rosé y Jennie estaban con los ojos hinchados de tanto llorar el día anterior, sin duda ayer fue un día llenó de noticias. Las chicas vieron como sus novias jugaban con sus mascotas y fue una imagen súper tierna.

—Tal vez ellas son traviesas e infantiles porque toda su infancia estuvieron encerradas...—comentó Rosé con un nudo en la garganta.

Fue ese momento en que ambas se percataron que a sus novias jamás se les permitió ser niñas.

—Entonces juguemos con ellas todo el día—propuso Jennie con una sonrisa.

Estuvo de acuerdo y jugaron con ellas todo el día al igual que los peludos, las risas de Lisa y Jisoo fue como un bálsamo para su alma, cada día descubren más sobre ellas y cada día las querían más.


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