Capítulo 4: Decisiones a tomar.

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Capítulo 4: Decisiones a tomar.

—¿Dónde estabas? —preguntó la reina Elionor con reproche.

—Eh..., encontré a este chico inconsciente en la playa —contestó Mérida mirando a Hipo.

—¿Por qué no lo trajiste al castillo? —cuestionó Fergus.

—Porque estaba muy lejos, y oscureció. —Fergus miró más detalladamente al chico, y puso una cara de sorpresa—. ¿Qué sucede, papá? —indagó Mérida.

—¿Cómo te llamas niño? —preguntó Fergus a Hipo, con voz autoritaria; lo que lo hizo poner nervioso. En parte le recordaba a su padre.

—Me llamo Hipo Horrendo Abade... —No pudo terminar porque Elionor lo interrumpió con un fuerte grito.

—¿¡Qué!? —gritó—; guardias, arréstenlo —ordenó de forma rápida, llegaron dos guardias y lo tomaron de los brazos.

—¿Por qué lo arrestan?, ¡suéltenlo! —protestó Mérida enojada.

—Lo arrestamos debido a que, esta mañana, llegó una carta de Berk acusándolo de traidor —dijo Elionor mirando a Mérida, miró a los guardias, y agregó:— Llévenlo al calabozo-

—¡Esperen! —exclamó Hipo—, se los puedo explicar; pero, por favor, no me manden a Berk —suplicó de forma apenada.

—Esperen, déjenlo hablar —ordenó Elionor de manera fría—. ¿Qué es lo que tienes que decir en tu defensa?

—¿Ustedes saben que en Berk los vikingos y los dragones están en una constante guerra, no? —Todos asintieron, y le hicieron una seña para que continuase—. Los vikingos piensan que son criaturas malignas y sin senti... —. No logró terminar por otra interrupción de Elionor.

—¡Ve al grano! —dijo la reina—. ¿Qué tiene que ver eso con que seas acusado de traidor? —cuestionó.

—Mamá, si lo dejaras que te explique —reprochó Mérida irritada.

—Habla, muchacho —dijo Fergus con voz apacible.

—Bueno, voy a ir directo al grano. —Hipo tomó aire y empezó a hablar—. Yo me hice amigo de un dragón, pero ellos no son lo que creíamos, son criaturas magníficas.

—¡Eso es una excelente noticia para ellos! —exclamó Fergus emocionado—, podrían acabar con la guerra.

—Sí, pero explícale eso a un vikingo, me hice amigo de un dragón y me acusan de traidor —dijo de forma irónica.

—Mamá, ¿lo entregarás igual? —preguntó Mérida entre alegre y triste al mismo tiempo.

Mm, lo dudo, se puede quedar —Al escuchar esto, Mérida se acercó a Hipo y lo abrazó; pero al darse cuenta de lo que hizo, se separó rápidamente un poco sonrojada—. Pero con una condición, no podrá mostrarse en público —agregó.

—Gracias, reina Elionor —dijo Hipo a la vez que hacía una reverencia.

—Mérida, muéstrale la habitación de huéspedes —pidió Fergus, Mérida, sin hacerse esperar, agarró a Hipo de la mano y se lo llevó casi arrastrando para dentro del castillo.

—¿Crees que sea una buena idea? —consultó Fergus a Elionor, cuando Hipo y Mérida ya no podían oír; estaba indeciso sobre qué hacer—. Si se enteran que lo tenemos, y no se lo entregamos, habrá una guerra.

—Eso es lo que me preocupa —asintió Elionor preocupada—, pero no podemos entregarlo, parece buen chico.

Con Hipo y Mérida:

—Aquí es —informó Mérida, mientras abría la puerta de la habitación; tenía una cama contra la pared, había muchas pieles colgadas, algunas pinturas, y las paredes eran de piedra color gris—. Bueno, te dejo solo, si necesitas algo llama.

-—Espera —dijo Hipo mientras la tomaba de la mano—. Gracias. —Sonrió.

—¿Por qué? —preguntó la pelirroja.

—Por todo. —Ambos se quedaron mirando a los ojos un segundo, Mérida se fue acercando a paso lento, y le dio un beso en la mejilla—. Chau, Mérida —se despidió.

Después de que se fue, Hipo cerró la puerta, se tiró en la cama, y soltó un largo suspiro, para luego quedar dormido.

Los justicieros de dragones (mericcup)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora