12. tripulante sorpresa

345 58 12
                                    

<< pov. jungkook >>

— Oh, mi barco hermoso — cerré ambos ojos al sentir la fría madera de la moldura del timón contra mi mejilla. — ¡Te extrañe tanto!

Le di un tronado beso a la rueda y después me incorpore, firmemente de pie. Nam, junto a mí, me miró como si fuera un demente. Habíamos dejado el puerto hace ya una media hora y ya estábamos lo suficientemente lejos de la tierra como para volver a sentirme como yo mismo de nuevo.

— ¿Ya vas a decirme cómo rayos vamos a ir por el anillo? — pregunto.

Negué con la cabeza.

— No iremos por esa cosa — dije, como si me hubiera dicho que el mar es amarillo. Luego sonreí y alce mis manos para agregar algo de sazón a mis palabras. — ¡Nos vamos a Jeju, para las vacaciones!

— Jungkook-

— Namjoon — imite su tono de padre molesto.

— Es tu amigo — dijo, muy serio.

— Tú eres mi amigo — le di una palmada en el hombro.

Él asintió.

— Ya, entonces debo esperar una traición de tu parte, tarde o temprano.

Lo mire mal.

— No soy un traidor.

— ¡Un desleal, entonces, capitán! — propuso Jimin, como si le hubiera pedido otra opción.

— ¡Tú no-

— ¡Un gallina! — contribuyó Hoseok, tirando al mar una cubeta de agua sucia. — ¡Menguado!

Fruncí el ceño.

— Pusilánime, tal vez — agregó Namjoon.

— ¡Eh! — me queje, dando un golpe al timón y yéndome de ahí. Namjoon tomó mi lugar. — ¡Cállense todos, ya! ¡Yo no le pedí a Taehyung que hiciera esa estupidez! — grite, cambiando por el barco. — ¡Dirígenos al este, Namjoon! — indique. — Si no estoy en una puta hamaca y bebiendo de un coco para mañana en la tarde, ¡los haré caminar a todos por la plancha!

— No tenemos plancha — escuché a Jimin decir, mientras yo bajaba las escaleras a los cuartos.

Farfulle por lo bajo mientras caminaba por el pasillo hasta llegar a mi puerta. Era los tontos más grandes del mundo. ¿Para que me querían yendo en una misión suicida cuando nos podíamos ir muy fácil a pasar unos meses de puro sol y diversión en alguna playa?

Todos parecían estar queriéndome meter la brújula de la moral por la garganta.

— Montón de imbéciles... ¿Qué saben ellos? Yo soy quién les paga. Malagradecidos. Ingratos. No hay nada qu-

Me detuve en seco.

Mi puerta estaba entreabierta, así que antes de poder tomar el picaporte, escucha ruido desde el interior. ¿Que rayos...

— Esto es un asco — escuché un susurro desde dentro. Ahí, mis ojos se abrieron de par en par, pues aunque no había usado en volumen muy alto, yo era capaz de distinguir esa voz donde sea. — Jesús santo... Vive como un puerco.

mar del este • jjk ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora