Nineteen.

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Cerró los ojos con fuerza mientras escuchaba la voz de su madre al otro lado de la línea, gritándole o reclamándole por lo que sea. Se notaba bastante alterada por lo que no preguntaría o refutaría algún hecho, porque él se sentía bastante mal.

Estaba en su trabajo, con un terrible dolor de cabeza y varios mareos, desde que se levantó había sufrido esos síntomas aunque ya hubiera tomado sus pastillas. Sienna había llamado a su médico y tenía cita para ese mismo día y gracias a dios ella no iría porque tenía que ver lo de las invitaciones para su boda, más su madre iría con él.

O eso era antes, hasta que ese momento, en el cual decía su madre por teléfono, que hubo un error de caja en una de las cedes empresariales de Australia y un millón de dólares se perdieron, por lo cual ella viajaría de emergencia a Sídney.

Claramente eso no fue un error de caja, fue obra y gracia de él junto su detective encubierto para seguir indagando en la investigación de su familia, en silencio, y nadie se daría cuenta porque se hizo bajo otro nombre inexistente y con su propio acceso a las cuentas de la empresa.

El dinero viajó a una cuenta anónima protegida por la ley, y gracias a esa misma ley ni las influencias de su madre podrán descifrar a quién pertenecía. Sí, no era nada más que la cuenta de su ricitos, bastante peligroso ya que no recordaba absolutamente nada de él y podría estar involucrado también en un fraude, pero sabía gracias a las investigaciones que la cuenta estaba totalmente inactiva, por lo cual si había un movimiento más ellos lo sabrían y al ser el legítimo dueño de la cuenta se le sería informado, trayendo con ello la identidad de su ricitos y su ubicación al instante.

Lo único que quería ahora era que él usará la cuenta, así podrían contactarlo y descubrir su identidad que ha estado oculta bajo el amparo de la ley. Según lo que ha podido investigar su detective el chico fue tomado como una víctima del accidente como del estado, al parecer el accidente había sido provocado y ha vivido bajo amenazas de algún extraño cartel poderoso por lo cual el gobierno lo protege.

Mismo accidente donde estuvo involucrado, lo que quería decir que estaban tras su pista también, por alguna extraña razón relacionada con aquel asqueroso poder que poseía su apellido.

No sabía si quien conocía bajo el seudónimo de "ricitos de oro" sabría que lo están persiguiendo quizás desde que estuvo con él; ya que no sabía la fecha exacta en la que empezaron a salir o algo así; más sí sabía que estaba protegido, donde estuviese.

Era mucha información que procesar y apenas el día anterior había leído la mitad de las cosas descubiertas hasta ahora, y quizás por eso empezó su repentino dolor de cabeza y mareos que alertaron a Sienna.

Más, ante todo aquello, había asistido al trabajo.

Colgó cuando su mamá dijo que ya estaba subiendo al avión y masajeó sus sienes con la yema de sus dedos, tomando profundas respiraciones para poder calmar sus mareos.

Riki estaba al otro lado de la habitación tecleando en su computador, había notado su mirada sobre él varias veces pero desde que llegó había reservado sus preguntas, al parecer tan mal se veía que ni quería molestarlo hablando. Le agradecía en silencio eso.

—Hwang, por favor, no pases ninguna llamada, saldré. —avisó, levantándose de su asiento y tomando su chaqueta oscura sobre el respaldo de su silla giratoria.

—Bien, jefe —Riki asintió con una mueca seria en su rostro, su cabello castaño rizado cayendo por sobre sus pómulos, ese día no se había peinado—. ¿A dónde irá? —preguntó luciendo curioso.

—Iré... —Iba a responder pero su visión se nubló por unos instantes y se tuvo que sostener de su escritorio para no caer.

Escuchó como Riki soltó de su silla y lo sostuvo en sus brazos, manteniéndolo en pie. Tomó los hombros del castaño a su frente y trató de mantenerse en pie, intentado enfocar su vista.

Ocean Eyes 『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora