Thirty Three.

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Riki se había quedado dormido a un lado de la camilla después de haber reído tanto y llorar unas pocas veces más, luciendo tan radiante como el último día que lo fue a recoger a su universidad en su motocicleta. Trayéndole consigo un montón de sentimientos inexplicables.

Durante los últimos seis meses que estuvo con él, conoció otra faceta de su personalidad que creyó jamás sería perteneciente a él, e incluso otros matices que eran más que atractivos. Él también se descubrió, obviando el hecho de que primero se perdió en lo más profundo para poder conocerse también, encontrado un montón de conductas que anteriormente no tenía.

Él siempre se había considerado gay, todas sus relaciones habían sido con hombres anteriormente y su deseo sexual siempre se inclinaba hacia su mismo sexo, más ahora, había descubierto nuevamente que la vida podría darle sorpresas.

Cuando no recordaba estaba digiriendo que tal vez fuese gay por la atracción inmedida que tenía hacía Riki, y que había recordado por completo, se planteaba si también pudiese ser bisexual.

Ya vestido con ropa menos incómoda que aquella bata quirúrgica, el doctor le había dado un par de vueltas para saber si se encontraba en buenas condiciones para darle el alta pronto, más con su desvanecimiento le dijo que iba a quedarse esa noche también, para supervisarlo, ya que hace algunas semanas tuvo una operación bastante delicada y tenían que ver si su caída había afectado en algo.

Afuera estaba anocheciendo, el sol iba ocultándose de a poco mientras observaba el perfil dormido de su menor, delineando sus mejillas y nariz totalmente perfilada. Dejó un beso en su frente, feliz de tenerlo a su lado, de recordar toda su historia, de sentir ese amor aún más fuerte que antes, con matices nuevos y más pasionales.

La puerta de su habitación fue tocada levemente, sacándolo de su ensimismamiento. Volteó para ver de quien se trataba y encontró la sonrisa de su hermano mayor, el tono moreno de su tez siendo más oscuro gracias a las vacaciones que había tomado.

—¿Se puede? —preguntó con la cabeza medio metida en la habitación, tocando.

—Claro. —respondió, acomodándose con suavidad para no despertar al rizado a un lado de su cuerpo.

Jack pasó y cerró la puerta detrás de él, tomando asiento en la silla que estaba a un lado de la camilla, pero llevándola a una distancia prudente de su cuerpo para no incomodar.

—Luces bien, hermano. —manifestó Jake, viendo necesario decirle aquello a su mayor ya que en pocas ocasiones lo había visto de ese modo. Tan alegre y vivaz, quitándose unos cuantos años de encima.

—Gracias, tú ahora luces mucho mejor que hace dos años. —enunció, haciendo que chiste entre labios sin poder creer lo que decía.

Le lanzó una almohada molesto.

—Imbécil, hace dos años tenía una pierna rota, dos costillas, el fémur perforado al igual que mis pulmones por el impacto. Casi muero.

—No hablo de tu apariencia física, estúpido —interpeló sacudiendo su cabeza—, hablo sobre su aura, estás más radiante. Él te hace brillar, sin duda alguna. —explicó, refiriéndose al rubio durmiendo a su costado.

—¿Tú planeaste todo? —preguntó, algo curioso. Porque que Riki haya sido su pasante durante tanto tiempo, su universidad no hubiera hecho tal acto, y era muy poco probable la verdad.

—¿Que si yo planeé reunirlos? —aclaró—. Creo que fui muy obvio, porque la verdad es que sí. Lucías tan ausente, tan deprimido, me las ingenié de todas las formas habidas y por haber para reunirlos pero estábamos en Australia y él en Corea, además del yugo de mi madre, pero cuando dijiste que te ibas a casar con Sienna, simplemente no lo pude permitir. Te envié aquí con la esperanza de que te lo encontrarás, lo reconocieras y pronto te dieras cuenta de todo, más obviamente hice el convenio con su universidad ya que su carrera no tiene ni un ápice del puesto donde lo coloqué, pero necesitaba que estuviera cerca de ti, tú lo necesitabas más que a nadie.

Ocean Eyes 『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora