Ocean Eyes 『Jakeki』

Twenty Six.

Mierda.

—¿M-Mamá? —balbuceó sentándose rápidamente en el borde de la cama, mareándose un poco por la rapidez en que lo hizo.

—¿Qué? ¿Creías que podías burlarte de mí? —respondió, quien efectivamente era su madre, escuchándose colérica—. Sé absolutamente todo lo que haces y dejas de hacer, y llevas casi un mes revolcándote con tu empleado, mintiéndole a tu prometida, a todos. Eres realmente asqueroso, yo no te crié así.

Estaba anonadado con toda la información, con cada cosa que decía quien tenía el título de madre. Se levantó de la cama como pudo y se colocó sus boxers, observando todo a su alrededor, buscando alguna cámara o algo. Él había sido lo suficientemente cuidadoso para que su relación se mantuviera más que oculta.

No encontró nada porque eran estupideces, claramente, pero por alguna razón, su madre ya sabía absolutamente toda la verdad; de lo que estaba haciendo y lo que no.

—¿Y te quedas callado ahora? ¿No que muy decidido compartiendo cama con ese pedazo de marica?

Jaeyun ladeó la cabeza, mirando hacia el gran ventanal que componía la habitación de su penthouse, buscando algún indicio de que alguien estuviese vigilándolo en los departamentos vecinos.

—Sí, ese subordinado duerme en tu cama justo ahora, desnudo, como la propia perra que es buscándose un cargo más alto al revolcarse con su jefe. ¿Crees que él te ama, niñato? ¡Él está contigo por dinero, Jaeyun! ¡Él solo te abrió las piernas porque sabía que se iba a beneficiar! Incluso no me interesa que andes con otros hombres, con otras mujeres, con tus primos si quieres, pero procura que tus amantes sean dignos de ti, de tu nombre y de tu poder. No una puta sin nombre. ¡Já! ¡Elegiste a la peor de las prostitutas! ¡Ni renombre por serlo tiene!

En ese momento, no supo ni con quién estaba hablando, si realmente era su madre o alguna mujer despiadada que prefería su nombre ante cualquier cosa. Ante la propia felicidad de sus hijos.

Pero él, si bien era físicamente como su padre, él heredó por completo el carácter de su madre, por lo cual, si ofendían a aquellos que amaba, iba verdaderamente alocarse.

Explotó.

—Que seas mi madre no te permite en lo absoluto meterte en mis relaciones, es mi pene y yo decido en que puto agujero lo meto. Soy un adulto y esa prostituta que ves sobre mi cama es incluso más honrado que mi propia madre, que se atreve a hablar de otros sin conocerlos, de forma tan repugnante y sin clase alguna. Pareces una delincuente del peor barrio de mala muerte que pudiese existir, refiriéndote a las personas de manera tan despectiva. Yo haré lo que se me plazca de ahora en adelante. —habló, descargándose finalmente, utilizando un tono más que vacío y sin mostrar ninguna emoción, haciéndolo parecer calmado pero rabioso a su vez.

Emma soltó un sonido de frustración al otro lado de la línea, ya fuera por completo de sus cabales. Era más que claro que en temas de temperamento, aunque él explotará, solía hablar muy calmado, llegando a lo tétrico, en cambio, su madre sí gritaba y pataleaba, perdiendo aquella clase de la que tanto alardeaba.

—Es muy tuyo lo que hagas con tu maldito culo, pero a Sienna ni se te ocurra dejarla plantada en el altar, ni mucho menos cancelar su boda o te la verás conmigo. —contraatacó, su voz yendo y viniendo como si estuviera al borde de la locura.