Thirty Nine.

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Visitar el lugar de su accidente era una experiencia extraña.

Para ser sinceros, después de recordar, nunca imaginó ir a ese lugar donde en un principio los separó, pero Riki quería ir, llevando ese cofre muy decorado y costoso con él.

Era algo más que simbólico, pero observar esa calle que conectaba cuatro caminos a su vez, totalmente desolada y sin aún recuperarse del accidente hace dos años lo traía a una realidad casi absurda; porque recordaba los años de terapia, como se involucró con Sienna y como por obra del destino —más bien de su hermano, porque él fue quien los reunió nuevamente— se volvió a encontrar con su ricitos.

El lugar seguía caótico, la calle estaba agrietada donde ocurrió y residuos de quemaduras habían en el asfalto levantado. Los escombros fueron apilonados en esa acera destrozada donde recuerda haberse dado aquel golpe mortal, y la maleza los cubría, plantas pequeñas y verdes le quitaban el ambiente catastrófico y alrededor habían flores casi recientes.

Frunció el ceño de ver los ramos rosas blancas allí. Esos habían sido colocados por personas, claro está, pero, ¿con qué motivo?

Quizás Riki lo sabría.

El ambiente del lugar se mantenía helado incluso siendo verano, al echar un vistazo detrás de él casi pudo recordar como la motocicleta derrapó entre la lluvia y como aquel camión los impactó, llevándolos a la orilla de la acera del cruce y su nuca impactando con el filo de esta. Apenas parpadeó pudo sentir el sonido de las sirenas, ver la sangre escurrir por las sienes de su amado aún con su casco, pidiéndole que no se fuera, que siguiera despierto.

Vinieron a pie, por obvios motivos, que ninguno de los dos necesitaron decir en voz alta. Y estando allí, sentía que revivía el instante donde su vida se fue de sus manos. Realmente pensó que moriría en ese momento, y su único consuelo era que había vivido una gran vida.

Gracias a Riki.

Antes de que el accidente ocurriera, él había colocado a nombre de Riki todas sus propiedades en Corea, porque sabía que su familia iba a estar involucrada en un gran desastre donde él mismo se vería salpicado, más nunca le dijo nada a Riki y no le pareció importante puesto si se casaban esa noche, todo volvía a la normalidad. Más no fue así.

Dejó dinero en una cuenta para terminar la casa, más dinero para ambos, pocas cosas materiales a nombre de su amado sin saber que serían separados y él dado por muerto, quizás presentía muy en el fondo lo que iba a ocurrir, por eso lo hizo.

Era indescriptible la sensación cuando hacía todos esos movimientos pensando en un futuro ambos, en pequeños niños de cabellos rizados corriendo por la casa, a Riki cocinando con un delantal de "mamá del año" que seguramente se lo regalaría él para hacerlo enojar y ver esos mofletes rojos, pero en realidad era el presentimiento de su muerte llegando a él.

La conexión entre ambos eran tan grande que incluso estando en Australia Riki sabía lo que ocurriría, no por ansiedad o sentimientos de que no merecía cosas buenas, sino porque él lo sabía, algo iba a suceder.

Y sucedió.

Riki sufrió, terriblemente. Algo que nunca le perdonaría a Emma ni en todas las vidas vividas, que haya destrozado a un ángel lleno de luz, que lo haya hecho miserable de esa forma, e incluso después de haberle hecho aquello, seguía enviándole cartas de odio, echándole a culpa de su "muerte".

No sabía que existía mujer tan despreciable en este mundo hasta que conoció a su progenitora, sin duda alguna.

Pero seguía pensado, día tras día. ¿Qué tenía ella en contra de un ser tan puro como Riki? Ya ni siquiera era homofobia, simplemente lo odiaba. ¿Por qué? Riki no le había hecho absolutamente nada.

Ocean Eyes 『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora