Ocean Eyes 『Jakeki』

Fifteen.

Hizo un mohín viendo sin ganas de comida, mientras su suegra hablaba y hablaba sobre los preparativos de la boda. Realmente no estaba poniendo ni la más mínima atención, siquiera sabía cómo decirle que su hijo pospuso su boda tres meses, solamente estaba mirando su té frío sin beber en su taza.

Había llorado claramente; después de tres semanas, casi un mes, su prometido no respondía sus llamadas ni los millones de mensajes que le había enviado, para después contestar su llamada y decirle que estaba muy ocupado, que necesitaba posponer su boda..., era como un puñal a su corazón. Creía fielmente que él la amaba pero..., ¿sería cierto eso?

—Emma... —pronunció, sus ojos llenándose de lágrimas al instante. Recordar toda aquella situación la ponía tan sensible, no quiso pelear por eso porque sentía que su opinión no importaba en lo absoluto, Jaeyun estaba más ocupado que ella claramente, él sabría porqué dijo eso.

Intentaba justificarlo, para no sentirse mal, minimizando su dolor para no pasarla tan terrible, aunque esa situación le hayan quitado las ganas hasta de comer.

Emma dejó de parlotear a las mil horas, luciendo sorprenda al ver su estado. Usualmente se maquillaba cada vez que iba a verla, su cabello siempre estaba peinado y usaba los vestidos cortos de colores pasteles que le gustaban tanto a Jaeyun, pero hoy, ni se había tomado la molestia en recoger su enmarañado cabello dorado en un moño.

—¿Qué sucede, pequeña? ¿Por qué estás así? —preguntó, su tono dulce pareciéndole tan maternal que en el momento que alzó la vista no pudo contener las lágrimas—. Oh, Sienna, linda. ¿Qué sucedió? Cuéntame.

Emma se levantó de su asiento rápidamente y la abrazó, pegando su rostro a su costoso vestido, sin importar que lo llenase de lágrimas y mocos. Emma siempre había sido tan buena con ella que ya la consideraba una segunda madre, se sentía tan segura con ella.

—Emma..., Jae pospuso nuestra boda. —soltó, luego de haber llorado un buen rato.

La mujer rubia se separó de ella rápidamente, mirándola con los ojos bien abiertos, aquel color glauco de su Iris mezclándose con el dorado a la perfección. Emma era una mujer terriblemente hermosa.

—¿Cómo? ¿Por qué lo hizo? —preguntó abrumada, acercando su silla hacia la pelidorada que temblaba del llanto.

—N-No lo sé..., él sólo atendió a m-mi llamada molesto y m-me dijo eso. —dijo, limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano. Ella debería estar contándole ese tipo de cosas a quien era su madre, pero esa jamás entendería, por lo cual, al no aguantar más, su única opción fue ir a desahogarse con su suegra.

—Oh, lo siento mucho, mi niña. Quizás él está algo abrumado con todo esto, no te preocupes por eso —consoló, usando un tono suave para abrazarla—. Yo hablaré con él de todas formas, pero..., ¿tú no lo has notado extraño, verdad? —preguntó, de repente, alejándose de ella.

Sienna sorbió sus mocos y echó un mechón rizado detrás de su oreja, pensando un largo rato en aquella pregunta que le había hecho de la nada la mujer pálida. ¿Jaeyun, extraño? Siempre ha sido serio y poco comunicativo, pero eso era costumbre en él, nada raro.

—N-No..., aunque últimamente no ha contestado mis llamadas, ni mis mensajes. D-Dice que está muy ocupado —formuló, pensando en lo poco que habían hablado desde que empezaron las reuniones en California—. Emma.., ¿Tú crees que é-él..., él tenga una amante? —dudó, aunque aquello pudiese ser ofensivo para la mujer siendo su hijo de quien hablaban.

Los ojos de Emma parecieron salirse de su cuenca cuando mencionó aquello, su mueca compasiva desfigurándose de una manera aterradora. Pensó que la había cagado al haber dicho eso sobre Jaeyun, pero rápidamente le sonrió, haciéndola sentir tranquila.