Thirty Five.

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Se replanteaba qué había hecho mal en su vida, en realidad. ¿A quién mató o hurtó para recibir todo aquello? Aquel odio desmedido, aquella maldad de no dejarlo ser feliz. Sinceramente, ¿qué mal había hecho él para recibir tanto estiércol de la vida?

Si arriba hay una clase de Dios, quería preguntarle qué tenía en su contra y porqué tanto le había tocado sufrir a él.

Escupió sangre en el momento que recibió una bofetada a puño cerrado sobre su mejilla, su rostro girándose en la dirección donde fue abofeteado con tanto odio. Lágrimas involuntarias desprendían por sus orbes, pero para ese punto ya, él no sentía nada.

Su mejilla vibró en ardor y dolor, hizo una mueca compungido cuando la salina tocó las heridas en sus labios resecos y su mejilla. Sentía como de su nariz salía algo más que salina mezclada con mocos, y esto tocaba sus adoloridos labios en un sabor metálico.

Y apenas era el inicio de su tortura, ya que recién despertaba.

—Fuera. —escuchó una voz profunda, femenina, de clase. Conocía esa voz, claramente lo hacía, y para pasar dos años sin siquiera haberla visto, él sabía quién era.

Y, por sobretodo, quién era el perpetrador de su vida.

Los hombres que lo tenían sostenidos de los brazos lo soltaron, no sin antes colocar una soga en sus muñecas, apretada a tal punto que sangraba. Más su mente se mantenía en blanco, el pánico se había ido hace un buen rato cuando empezaron a golpearlo abruptamente, haciéndolo sentirse insignificante, pequeño y desprotegido, sin medios a como defenderse.

Cayó de boca al suelo al ser soltado luego de ser amarrado, hizo una mueca y ahogó un sollozo. ¿Por qué le sucedía todo esto a él? ¿Por qué? ¿Qué tenía el mundo en su contra? Porque no entendía tanto desastre que le ocurría.

Primero, se enamora perdidamente del mejor de los chicos que pudo haber conocido en su vida, luego este muere llevándolo a un bucle de desesperación y tristeza interminable. Nuevamente, cuando empieza a rehacer su vida, cuando piensa que puede salir adelante vuelve el susodicho de la muerte pero diferente, tosco y malhumorado, todo lo contrario al chico del que se enamoró profundamente, y se vuelve a enamorar, haciendo el papel de estúpido. Error, tiene prometida y va a casarse. Pero eso no le impide implicarse con él y volver a caer en un limbo inducido por pasión y amor más loco y desenfrenado, nada calmo a como lo experimentó la primera vez. Y cumple su palabra —aunque de manera estrepitosa—, termina con su prometida y están dispuestos a vivir su vida de fantasía. Luego, esto.

Secuestrado por la madre de ese hombre, que irónicamente es su suegra, porque su primer amor resultó ser también el segundo amor de su vida de manera inexplicable, que hasta el sol de hoy intentaba descubrir cómo fue que ocurrió todo o cómo escaló a aquello.

De una cosa estaba seguro, su amor nunca florecería a sombras de aquella mujer, y estaba teniendo las consecuencias justo ahora.

Más estaba allí, en el suelo, sin ganas de moverse o sin ánimos para hacerlo. Pensando en todas las cosas buenas que vivió y totalmente resignado a seguir teniéndolas, a seguir a su lado en esa nueva vida.

O era simplemente su anterior ataque de pánico que lo dejó sin consciencia quién estaba pensando por él.

—¿Por qué no te mueves, putita? ¿Qué sucede, eh? ¿Estás sin fuerzas? —su cabeza fue alzada desde sus mechones enredados, obligando a ver a su agresor—. Pero mírate, qué desagradable eres.

—Jódase mejor. —profirió, sin ganas exactamente de gritar porque le dolía la garganta, y estaba cansado, de tantos golpes simplemente quería irse a dormir, pero sabía que si cerraba los ojos nuevamente, quizás no volvería a abrirlos.

Ocean Eyes 『Jakeki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora