Capítulo 17

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Capítulo 17

Daemon.

La verdad es que estoy dichoso porque no siento la necesidad de alimentarme de demonios, y que tengo otra fuente más fiable: los humanos. Aunque los maté, no sentí ningún remordimiento en absoluto. Tampoco me voy a valer de ellos siempre; los demonios serán un buen sustento para mí.

Sé que es una locura llevarla a esa fiesta en donde iré a asesinar a no sé quiénes, pero lo que tengo seguro es que ella estará conmigo ahí. Quiero tenerla cerca, ella a mi lado se siente jodidamente bien e incluso es como si la necesitara cada segundo. Y, además, tengo la excusa perfecta para tener a Rose, por lo menos sin nadie que nos moleste.

Esto no me había pasado como antes, pero solo yo sé que pasa en mi cabeza. Luka puede confirmar que de lo mi posesividad y obsesión no es de ahora, siempre ha estado desde hace mucho. Lo he sentido antes, de alguna manera fui un hijo de puta. ¿Qué si me arrepiento? Sí. Fue lo peor que pude haber sentido, hacerlo fue otra cosa.

Rose no es ella, no es la arpía con la que me obsesioné una vez. Rose es todo lo que está bien. La primera vez que la vi todo en ella era pureza e inocencia. Ni hablar de su voz magnifica que sale de esa boca. Sus labios, sus ojos, su cara, su voz, todo de ella.

Su voz, Daemon. Siempre te fijas en su voz y sabes muy bien lo que significa. Se lo estás ocultando.

Llego a la casa con cautela, todo está a oscuras. Creo que no se dieron cuenta de que si salí o no. Abro la puerta de la entrada que, para mi suerte no está cerrada con seguro. Me deslizo por la sala en total silencio. Subo las escaleras sin hacer ningún ruido. Me detengo en la puerta de la habitación de Rose.

Giro la manija de la puerta y entro, la cierro con cuidado para no despertarla. La observo durmiendo plácidamente. No está como la otra vez que, ni siquiera podía dejar de temblar. Me causa intriga del porqué de las pesadillas. No me gusta verla sufriendo, tengo que cuidarla porque es malditamente mía. En el momento en el que pueda, averiguaré sobre lo que le sucede.

Si lo haré, porque es mi deber cuidarla.

Me acerco hasta su cama y me quito los zapatos. Ella duerme de lado con su mano casi entre sus piernas. Se ve tan bien. Me acuesto en la cama y la aprieto contra mí, agarrándola de la cintura. Huelo su cabello que, siempre tiene un aroma que me hace suspirar. Noto como se empieza a mover e intenta zafarse de mi agarre.

—Shh, soy yo —musito, acariciando su cintura.

—Daemon —intenta abrir sus ojos, pero parece que se le dificulta.

Se gira para quedar boca arriba. Me observa, pero no como la otra vez que estaba asustada. Es como si quisiera que esté aquí, abrazándola. Retiro el cabello de su cara y acaricio sus labios. Yo estoy acostado de lado, con mi mano de soporte en la cabeza.

—¿Qué haces aquí? —pregunta con la voz adormilada.

Su cuerpo se ve tan perfecto que quiero probarlo.

—¿No es obvio? Estar contigo —respondo y deslizo mi mano en su abdomen. Ella se estremece al tacto, pero no detiene mano.

—¿Pero por qué? —inquiere, removiéndose.

—Porque me gustas —replico—, me gustas mucho.

Aunque se me dificulta ver un poco por la tenue luz, puedo notar que se sonroja. Es lo más tierno que he visto. Mi mano sigue acariciando su abdomen con delicadeza.

—¿Te gusto? —masculla.

—Sí y mucho, demasiado, diría yo —afirmo.

Encorva sus labios, dando una pequeña sonrisa, pero cuando me ve la borra por completo.

Daemon (Así mismo es el cielo como el infierno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora