Capítulo 18

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Capítulo 18

Daemon.

La edad de quince años, la edad en la que me empecé a desenvolver, en la que ya adquirí rebeldía. Pero todo fue culpa de todos ellos, Anamelech, los demonios, Dios... cada uno de ellos. Reclamos, ofensas, humillaciones, ¿saben lo que se siente? Jodidamente mal. ¿Daemon será un buen rey? ¿Será igual a su padre?

Un día como cualquier otro en el infierno, el comedor estaba abarrotado de demonios, por un lado, Anamelech se había situado en el trono. Solo me quedaba mirando hacia la nada para no tener que encontrarme cara a cara con ninguno de ellos o monstro a monstro. Una mesa, lo bastante larga como para que hubiera mil demonios.

A los demonios les gustan poseer cuerpos masculinos, nunca había visto a una mujer hasta ese día. Ella destacaba entre todos esos hombres y el ambiente de masculinidad, de superioridad toxica. Sentada al otro lado de la mesa con sus piernas cruzadas en un vestido rojo al igual que sus labios y cabello. No me impresionó, me miraba, pero yo desviaba la mirada.

El sonido de una copa siendo golpeada por un tenedor me hizo prestarle atención a Anamelech. Siempre bebían, pero nunca comían, era una especie de néctar, no sabía con exactitud porque no me dejaron probarlo.

—Quiero decirles a todos que las almas han subido al por mayor —vociferó para que todos en la sala lo escucharan—. ¿Saben que significa eso? Que podemos tener más poder del requerido

Ellos aplaudieron orgullosamente, mientras que la pelirroja me echaba reojo. Iba a hacer el ademán de pararme, sin embargo, Anamelech me agarró con fuerza y me extendió hasta el asiento otra vez.

—Vamos a hacer algo —sugirió a los otros—. Me dirían que opinan de Daemon, ¿será un buen rey? ¿Es poderoso? No tengan miedo de decir lo que piensen, él puede soportar las críticas, ¿no es así?

Fruncí el ceño, mirándolo con advertencia y molestia, pero no me hacía caso. El primero habló o la primera habló.

—Creo que Daemon podrá ser un gran rey si no fuera por ti, Anamelech —dijo la pelirroja, llevando su copa a su boca.

—¿Y cómo por qué? —preguntó, fijándose en ella.

—Ay, Anamelech, lo único que tú tienes de poder es tu nombre —alegó—. Daemon te gana por mucho: poder, ambición. Aunque no lo creas el pequeño va a terminar robándote todo este puesto y esta farsa tuya de querer remplazar a Lucifer. Nadie ha estado contento contigo.

La iría se podía ver en él, el enojo se le notaba a legua.

—Ja, una maldita mujer viene a decirme esto —se burló.

—Sí, Anamelech, ¡esta maldita mujer!

Lo dijo con tanta seguridad, no le tenía miedo. Adoptó su posición de la silla, entrecruzando sus brazos y dio una sonrisa. Por otra parte, a Anamelech se le podían ver las venas de lo enojado que estaba.

—Todos sabemos quién soy yo —aclaró—, y que, en cuestión de poder, yo te gano. Así que sí, soy la maldita mujer que les supera a todos aquí.

—Te crees todo eso solo porque te follaste a Lucifer hace más de mil años —dio una risilla—. Hasta yo me lo habría follado si eso significaba tener poder.

Los demás solo se rieron del mal chiste que dijo. La de cabello rojo solo se quedaba con una expresión sombría, como si nada le afectara, con su mentón en alto.

—Yo fui la primera en llegar al infierno después de Lucifer y los otros —lo dijo con tanta calma y sutileza en su rostro—. Yo vi cuando te crearon, yo fui quien te creó. Yo no necesito a ningún hombre para hacerme valer, ni tener poder. Era la maldita mujer que era antes de que cayera aquí en el infierno. Y si me lo follé, así por placer propio.

Daemon (Así mismo es el cielo como el infierno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora