89. Portal

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Chastel avanzó hacia mí cojeando, arrastrando su pierna rota.

Mis sombritas salieron en mi ayuda sin habérsela pedido, intentaban luchar contra él, pero yo no tenía fuerzas para dirigirlas. Él las apartaba de su camino con poco esfuerzo usando conjuros y barreras.

—No eres nadie. No eres más que una escoria bochornosa, una mezcla de sangres asquerosa...

—Y tú una alimaña con poderes...

—Muchos más poderes que tú, bonita. Te he dejado vivir varias veces, porque deseaba encontrar el momento de matarte lentamente. De disfrutar de ver correr tu sangre entre mis dedos y oír tus gritos de dolor.

Se acercó a mí, yo estaba hecha medio ovillo. Pero en verdad, estaba mirando sus pies, calculando lo cerca que lo tenía. Él me veía como algo debilitado, algo que sería fácil de matar, y no... Yo moriría, pero él venía conmigo.

Llevé la mano a mi cintura, a ese bolsillito pequeño en el que llevaba algo que sabía que, en algún momento, iba a utilizar contra ese mentecato.

Saqué la tierra de cementerio. Rompí el frasco contra el suelo, y se empapó de mi sangre.

Sobre el barro creado dibujé las siete puntas de la estrella de Diablo. Puse un pie sobre ese dibujo y pateé sobre esa cosa con ira. Grité de miedo, dolor y rabia, esas emociones que hacía que mi poder se desbordase de allí donde lo contenía.

Estiré el brazo y acerqué a Chastel a mí, apresándolo. Lo abracé, reteniéndolo. Él forcejeaba conmigo.

—¡Maldito monstruo! —bramó él.

—¡No voy a irme de este lugar sin ti!

Forcejeó con más ímpetu. Di un paso atrás, separándome de él, pero Chastel no pudo escapar del círculo de la estrella. Lo había clavado, porque, mientras él me atacaba, yo...

Yo marqué su hombro. Dibujé cada uno de los símbolos contra su piel: el fuego, la tierra, la naturaleza, la luz, el espíritu, el agua y la oscuridad.

Cogí el colgante de Diablo, y contra el metal de esa estrella recé:

Llévatelo al infierno.

Un portal oscuro se abrió bajo los pies de ese tipo. Una brecha que no tenía fin, ni luces. Una oscuridad tan opaca que no comprendías si era hondo, plano o abultado. Nada se podía adivinar en su interior, pero se oían chillidos, y emanaba un calor abrasador.

Chastel miró hacia abajo, intentando salir de ese conjuro. Levanté el mentón, respirando entrecortada, pero con una sonrisa triunfante en mis labios. Di un paso hacia ese cabrón, y otro... Entonces mirándolo a los ojos y con esa sonrisa murmuré:

—Empujé a Roswich con toda la intención de matarlo...

Su cuello se tensó de golpe por la ira y el esfuerzo que hacía por liberarse de mi atadura. Yo seguí:

—Quise acabar con vosotros desde el primer momento en el que os vi la puta cara, y espero, que jamás os encontréis en el infierno.

—Te esperaré en el averno.

Escuché una risa profunda desde las entrañas de ese agujero. Una risotada que no tenía género ni edad, algo eterno que retumbó por todos los lugares de Valentia. Diablo. Yo maté esa media sonrisa, irreverente y lo advertí:

—Creo que la espera será entretenida, Edmond. Apostaría a que son más de tres pisos.

Y al igual que había hecho con Roswich, apoyé la mano sobre el pecho de ese desgraciado y lo empujé a ese pozo. Soltó un grito ahogado al sentir que su cuerpo se abalanzaba al vacío.

Miré desde arriba como caía, y fue poético esa vez. Con el pie corrí la estrella de tierra y la borré. Antes de que se cerrase por completo el agujero del pavimento asomé la cabeza y volví a escuchar esa risa tétrica y oscura, pero que lejos de darme miedo, me daba sensación de familiaridad.

—Diviértete, padre —susurré con una sonrisa victoriosa.

Me giré hacia los ventanales que habían justo detrás de mí al notar como mi sombra iba proyectándose en el pavimento claro de ese palacio derruido.

El sol estaba asomándose por el horizonte, en el punto alto de la ciudad yo presencie el primer amanecer de esa Valentia libre de los Chastel, libre de un gobierno de imbéciles, cabrones y asesinos.

Me fallaron las fuerzas y dejé caer mi cuerpo al lado del de Dante. Me quedé sentada, observando como ese nuevo comienzo llevaría a mi ciudad a algo bello... Y miré ese chico de nuevo... Esa vida segada.

Tomé aire lentamente y escuché los corrillos acercarse por las escaleras. Cientos de corrillos, hasta que en la puerta de la alcoba vi aparecer esos hermosos ojos rojizos... Y esa melena de fuego, encendida por el amanecer.

—¡Emma! —aclamó Zuala.

Corrió hacia mí con dificultad, y se tiró a mi lado, revisándome. Yo tenía un corte profundo, y muchas heridas más, pero estaba viva, entera pese a esperar todos lo contrario, y Chastel estaba en el averno con Diablo.

Furia se estremeció al ver a Dante muerto a mi lado. Yo la miré con pena y negué un par de veces. La pelirroja me tomó de las mandíbulas y me besó con fuerza, respirando ambas agitadas, y nos pusimos a reír como tontas.

—¿Hemos ganado? —preguntó ella incrédula. Afirmé repetidamente— ¡Hemos ganado! —bramó ella a diestra y siniestra.

Una marabunta de personajes, Burdos y Luceros, festejaron desde el pasillo y la puerta.

—¿Creías que te ibas a librar de mí tan rápido? —preguntó Zuala contra mis labios—. Vas a tener que aguantarme mucho, mucho tiempo más...

—Oh, señor... Menudo suplicio... —ironicé cogiéndola por la nuca, besándola.

Pérfida se acercó a nosotras tres después de haber dejado un beso sobre el cadáver de Gäal. La rubia se arrodillo a nuestro lado y nos arropamos las cuatro con risas y lágrimas.

—Pues al final... Ni tan mal ¿No? —bromeó Zuala. Furia soltó una risotada y negó un par de veces cuando afirmó:

—Nos queda mucho por hacer... Pero... Juntas.

Pérfida asintió repetidamente, emocionada y me apretó contra ella con ternura para responder:

—Valentia es una ciudad preciosa.

Hice una mueca y maté media sonrisa cuando miré por la ventana y vi todo lo que estaba destruido, los fuegos quemando todavía. Valentia... Sería, algún día, preciosa, libre, y bonita.

Algún día sería un hogar para muchos, y la colmaríamos de vida, de conocimiento, de oportunidades igualitarias y barrios dignos. Algún día, Valentia sería un sueño de muchos soñadores hecho realidad, pero, en ese momento, con todo ese desastre, yo me puse a reír como una imbécil y solté:

Valentia es una mierda. 

Los Relatos de ValentiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora