38. Ayuda

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El aroma de la comida llegó a mi nariz al segundo en el que puse un pie al pasillo. Me había puesto un jersey de lana clara tres tallas más grande. Juvard estaba sentado frente a Furia y Zuala, ambas vestidas también con ropa más holgada. Al aparecer por la puerta del comedor los tres se voltearon a verme.

—¡Anda! ¡Pero si aun tienes dos brazos! —exclamó la pelirroja.

—Poco me ha faltado para quedarme sin uno de ellos —afirmé frotándome el lugar de la herida.

Me acerqué a la mesa, pasé un pie sobre el banco y me dejé caer al lado del Lucero. Me empujó amistosamente con el hombro y me arropó, pasándome el brazo por la espalda.

—El Agua de Almas más entretenido de la historia por lo visto. La próxima vez avisadme, creo que nos lo hubiésemos pasado en grande —bromeó él.

—Oh, que te arranque medio brazo una rata medio anguila del tamaño de un perro es divertidísimo.

—Es peor aguantar a Yanira —soltó Zuala con una risotada.

—Dame diez ratas antes que a ella —contesté.

—Es el Día de Almas, ¿Es mucho pedir que no os metáis en líos con Yanira? —sugirió Furia hacia nosotras.

—Bueno, se mete ella sola —agregó Juvard.

La puerta de la habitación de Kalani se abrió y callamos los cuatro. Dirigí la mirada hacia ese rincón del salón y la vi, esa hermosa hembra de cabellos canela y ojos de azul perlado, radiante, vestida de azul rey, elegante y preciosa. Un vestido con brillos digno de una celebración nocturna de gente importante. Su cabello trenzado y recogido con elegancia.

Yo la había visto rota, destrozada de la peor de las formas, y en ese momento verla tan bella y radiante era algo que ni la magia de mil Burdos igualaría en emociones. Se acercó a la mesa con una sonrisa satisfecha y ocupó su silla cuando me miró y dijo complacida:

—Desde luego, el baño te ha sentado bien. Agradezco a Madre que te hayas quitado ese hedor de encima.

—Casi hecho la pota, que puto asco. —Zuala hizo una mueca asqueada—. Hasta Jold ha retenido una arcada el pobre.

El espíritu, acompañado de los otros dos, apareció cargando bandejas para servir la comida. La mesa se llenó de cerdo asado, carnes de caza, pequeños pajaritos fritos, pescaditos arrebozados... Todo aderezado con mil especias. Kold había preparado un pan especial con aceitunas y arándanos que untado de queso era un manjar del infierno.

—¡Por poco no llego a tiempo! —exclamó Dante subiendo las escaleras correteando.

Se sentó a mi lado, pegando el mulso al mío, rozando con la mano la parte superior de mi cadera. Temblé ante ese paseo de dedos sobre la tela. Las mejillas se me colorearon de golpe. Solo había sido un encuentro rápido, pero a mí me había sabido a gloria.

Yanira se sentó al lado de Furia, siempre cerca de Kalani. La Burda de medio metro me clavó el ojo que le quedaba, una mirada letal, como si supiera exactamente qué había ocurrido en ese baño. Puede que Dante se lo hubiese contado. Ellos tenían sexo muchas veces, para relajarse, para olvidarse de todo.

Dante me había dado a entender que quería lo mismo conmigo, que él no buscaba atarme, nada más lejos de la realidad, solo quería entretenimiento, y yo, sinceramente, también.

Estaba acostumbrada al sexo de entretenimiento, a los revolcones porque sí, a los encuentros fugaces en los que uno se descargaba más que el otro.

Juvard me tendió su mano, solo faltaba yo, todos estaban agarrados. Dante esperaba en el otro lado por mis dedos. Los cerré sobre ambos, agarrada a las manos de ellos, imitando al resto que permanecían de esa guisa. Kalani procedió a rezar:

Los Relatos de ValentiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora