Deacon estaba más callado de lo normal, eso no me gustaba, y solo podría significar una cosa: lo ahogaba el mal humor. No lo conocía mucho, pero sí lo suficientemente como para deducirlo. Cuando pasaba eso, se volvía bastante callado.
"Síntoma de que quizá tiene mal genio."
Lo tiene.
Después de la reunión con Cayden y Hunter, habíamos vuelto al hotel. Fuimos directo a nuestras respectivas habitaciones, pero al rato me dio hambre, así que me desvíe hacia el restaurante. Me senté en una mesa pegada a la ventana. Afuera veía la nieve caer en la noche, era una vista muy agradable, a la vez que melancólica.
- ¿Qué haces aquí sola? - me sobresalté ante la voz de Deacon, me sorprendió verlo sentado frente a mí.
- Joder, Dee... - inflé el pecho. Él esbozó una pequeña sonrisa divertida.
- Te asustaste.
- Claro que sí. - lo fulminé con la mirada. Estaba trabajando en controlar el nerviosismo, aunque mi corazón se acelerara con cada movimiento cercano desconocido. Él rio un poco y descarrió sus ojos, que se veían un poco apagados esta noche, hacia afuera, se quedó unos segundos en silencio mirando la nieve.
- No me respondiste... - murmuró. Pestañé unas dos veces, confundida.
- ¿Qué? - me miró, tenía las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta.
- ¿Qué haces aquí, sola? - me tensé un poco cuando sentí su muslo rozar con el mío por debajo de la mesa. Carraspeé mi garganta.
- Tenía hambre. - le respondí.
- ¿Ya pediste? - rozó su muslo un poco más con el mío, enviando unos cosquilleos indecentes a varias zonas de mi cuerpo.
- Sí... hace unos minutos.
Suspiró.
- Lástima, quería comer algo también. - en aquel instante me sonrojé.
- En realidad…
No fue necesario que explicara porque la camarera llegó justo en esos momentos con dos platos llenos de comida, los depositó en la mesa. Deacon los miró con el ceño fruncido, luego me miró a mí, yo estaba más roja que la luz de un semáforo.
- ¿Esperabas alguien? - preguntó con la mandíbula tensa.
- No. - negué rápidamente. - Solo... - toqué mis mejillas para calmar el rubor. La sociedad está acostumbrada a que las chicas comamos poco, solo lo debido, nunca en grandes cantidades, y a mí me importa mucho lo que piensen los demás, aunque me avergüence de ello. Deacon se me quedó observando, seguramente pensando lo desagradable que debe ser que una chica como yo se vaya a comer dos platos llenos de comida criolla.
- ¿Ibas a comerte dos platos de comida?
- ¿Qué? ¿Se ve feo? - retorcí con mis dedos, preocupada.
El ceño de Deacon se hundió profundamente.
- ¿Qué…? ¡Claro que no! Lo que pasa es que ahora me siento apenado. No pediste nada en el bar, y cuando llegamos de un viaje tan largo ni siquiera me preocupé por qué comieras. Lo siento. Debes tener mucha hambre.
- Deacon… no es tu deber vigilar por mi alimentación.
- Pero prometí cuidarte mientras estuvieras y no lo estoy haciendo. - agarró un plato, la cuchara y recogió una porción de arroz frito con ella. - Vamos, abre la boca.
Me reí y me ofendí al mismo tiempo.
- Dios, Deacon, no hagas esto.
- No te veo comiendo.
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Luna de Sangre
Fantasy"He estado corriendo por la jungla, he estado corriendo con los lobos para llegar a ti. He estado en los callejones más oscuros, he visto el lado oscuro de la luna para llegar a ti." Primer libro de la trilogía "Red Moon" ❌Advertencias❌ -Lenguaje Vu...