[ Capítulo V ]

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La noche cayó y con ello los estudiantes se refugiaron en los dormitorios de Hogwarts con el fin de recargar energías para el siguiente día. 

Menos uno.

Severus Snape.

Si había existido alguna alegría fugaz, producida por sus amigos, pues ya no había rastro ni el recuerdo de ello. Sentado en su cama, la carta que sostenían sus manos comenzó a arrugarse cuando Snape la apretó. Temblaba, y cuando la vista comenzó a ponerse borrosa con un intenso sabor agrio colándose en su boca, Severus entendió que había llegado a su límite.

Él podía aguantar que se burlaran que él, que le jugarán sucias bromas y que se metieran con él con un injusto enfrentamiento de 4 contra 1, realmente podía soportarlo. Qué lo llamaran oscuro, que pensarán que tenía el cabello grasoso porque no se bañara o que hicieran alusión a su piel a la de un muerto.

Severus podía aceptar ser el punto de odio de todos, menos le importaba porque ellos no tenían lugar en su mente. Él sabía que sus ambiciones lo llevarían lejos.

Así que realmente podía aguantar todas las maldiciones que de boca incluso de Gryffindors salía, llamándolo sucio mestizo, y los maleficios de James Potter. En realidad, había vivido tanto con ello que era parte de su rutina, una que odiaba.

Cuando pensó que su vida mejoraría al entrar en Hogwarts, de hecho se volvió peor porque su padre le hizo ver lo maldito que era que Eileen, su madre, haya dado a luz a un niño como él.

Incluso cuando lo golpeó hasta morir, y la garganta le dolió, y las lágrimas se secaron, intentó comprender a su padre, pensó que tenía miedo de la magia. 

Era todavía un niño estúpido que no entendía que su padre jamás lo quiso. El sueño de que su padre cambiara simplemente fue frustrado una vez más cuando recibió su carta de Hogwarts. Porque ya no fueron solo golpes, sino que fue sistemáticamente lastimado, humillado y manipulado en formas que un niño no debió ser jamás herido.

¿Así que llorar frente al cerdo de Potter? A Severus sus maltratos eran como un juego de niños, lo que le lastimaba el ego era saber que todo eso veía Lily, y en muchas ocasiones no era capaz de defenderse. No porque no pudiera, pero nunca fue justo. Potter o Black, venían en dúo y en mancha como cobardes.

Aunque diga que no se comparaba en nada a los maltratos de su padre, su cuerpo que venía de nuevas lesiones ocurridas en las vacaciones de verano, no eran capaces de sanarse ni si quiera en el Castillo cuando el cuarteto de imbéciles seguía molestándolo.

Año tras año, era un infierno.

Aguantarse también los desplantes de su propia casa, murmurando cuando pasaba frente a ellos, riéndose, siempre con miradas altaneras hacía él o simple indiferencia, fue de las razones por las que su odio por su padre muggle comenzó a crecer.

Pero aunque todo esto sería suficiente para hacerlo quebrar, nada lo logró.

Hasta ahora.

Porque más allá de lo que la gente podría decir, Severus Snape tenía a alguien que no lo veía como un mounstro, una vil y rastrera serpiente o un sucio mestizo.

Alguien que desde la última vez que la vio, su salud había empeorado.


Su madre.


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James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora