[ Capítulo XXXIV ]

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Era un barrio gris. Las calles bordeadas por varias casas de ladrillos y farolas rotas, cerca de un río sucio y un molino abandonado, a Sirius le dio la impresión que no habría mucho turismo por la zona. Sin embargo, todavía no podía creer que Snape viviera en un lugar tan apagado y sombrío como aquel. Cada casa que cruzaba a lo largo de la calle tenían las ventanas grises y sucias. Las pocas personas que se animaron a echar un vistazo lo miraban con un escudriñamiento que le hizo recordar a los ojos fríos de un buitre. Sirius intentó ignorarlo mientras se acomodaba el sombrero que llevaba puesto.

Frente ya a la puerta, le abrió una mujer de unos treinta y dos años que lucía un abrigo de lana y el cabello suelto. Al verlo, paró un segundo. Sirius le ofreció una sonrisa.

—Señora Snape —dijo con cortesía—. He venido ha recogerla. Seré su cuidador de ahora en adelante.

Sirius se presentó, bajando su sombrero hasta su pecho mientras le hacía una pequeña reverencia. Eileen, que yacía silenciosa en el marco, se quedó perpleja. Ni en sus mejores sueños hubiera pensado encontrar a un joven tan educado y elegante frente a su puerta. Y no solo eso, este chico en especial expedía un aura de franca nobleza que la hizo titubear un poco...no muchos podían lucir tan pulcros y exudando riqueza por cada poro. La hizo volver en el tiempo, a cómo era su anterior vida. Llena de lujos, llena de personajes de la más alta clase, y en especial a uno, que sobresalía como cualquiera...

—¿Orión? —Su voz salió sin permiso y el silencio que vino después fue casi palpable. Antes de que el más joven articule palabra, la mujer alejó sus fantasmas con una mano—. Lo siento, eres tan parecido a un viejo amigo. Luces igual de apuesto que él.

Al escuchar eso, Sirius soltó una risa fresca y agradable mientras que Eileen lo miraba con curiosidad.

—¿Le gustaría volver a verlo?

—¡Me encantaría! —exclamó con premura hasta que cayó en cuenta de sus circunstancias. Bajó la cabeza—. Pero no creo que sea posible.

—Si se me permite preguntar, ¿Cuál sería esa razón?

—Ya no creo ser lo que ellos esperan ver —dijo en tono melancólico.

—¿Ellos? —Se animó a preguntar.

De pronto, escuchó los pasos de alguien apresurándose a la entrada. Los ojos de Sirius se iluminaron al ver a Severus aparecer. Ahora que Sirius lo pensaba, era la primera vez que Severus lo veía vistiendo ropa formal. ¿Qué pensaría sobre ello? ¿Luciría bien? Pero el rostro de Severus solo había desconcierto. El cambio drástico de imagen apagó la mente de Severus por un segundo. 

Black no es que luciera mal con sus ropas habituales, pero definitivamente cuando usaba traje parecía que su belleza se elevaba a un punto más alto. Severus no iba a ser hipócrita y decir que no veía esa diferencia. Sirius lucía como los príncipes de los cuentos de hadas con todo ese despliegue de seguridad al caminar y hablar. 

Admitir eso le costó mucho, sobre todo cuando se quedó un momento observando el entallado del traje y cómo la mezcla de tonos entre crema y marrón lo hacía lucir fresco y en calma. Es encantador, podía escuchar a las mujeres de Hogwarts decir entre suspiros. Sirius lo miró de vuelta. De pronto, notó que se había quedado mucho tiempo observándolo. Avergonzado por su repentino examen, desvió la mirada.

—Mamá —dijo removiéndose incómodo—. Olvide empacar tus medicinas muggles. Probablemente, ya no las necesites, pero si no mejoras...

—Está bien, hijo. —Sonrió cálidamente—. Estoy segura que el muchacho aquí presente cumplirá su palabra.

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora