[ Capítulo XLIV ]

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Sirius salió silenciosamente cerrando la puerta detrás de sí. Levantó la palma de su mano. Sobre ella se encontraba un frasco de vidrio a medio acabar. Sirius estaba familiarizado con su forma y contenido. Tenía un montón de esos en su habitación, regados de manera descuidada en ella, pero a diferencia de los demás, que estaban llenos hasta el tope, este era el único que se hallaba a la mitad y con evidentes signos de manipulación. 

Sirius solo pudo pensar en una persona, la cual en ese momento se encontraba durmiendo en su cama.

Al inicio, cuando despertó y vio a Snape a su lado, pensó que era un sueño. Se dejó llevar por ese pensamiento un momento hasta que su cálida respiración lo golpeó. 

El sueño se convirtió en realidad y plantó sus pies de nuevo a tierra. En ese momento, mil emociones empujaron su pecho. Él no podría decir que todas aquellas emociones fueran buenas. Algunas revolvieron su estómago y destrozaron sus nervios.

Por alguna razón, se sentía enojado y observado, surgiéndole unas inquietantes y extrañas ganas de golpear algo que Sirius reconocía no tenían justificación.

Al menos no de forma lógica. Se podría decir que ahora no tenía ningún escudo ¿no? Fue dejado en la intemperie. Seguro tembló como un maldito crío. Sirius no podía asegurarlo porque no lo recordaba, todo lo que podía sentir era enojo hacía sí mismo por dejar que pasara. Por dejar que Snape se enterara y viera esa parte tan rota de él.

Sirius odiaba ser visto como alguien que necesitaba el consuelo o la protección de los demás. Eso lastimaba su ego, no es que fuera el asunto de nadie. Así que, ¿Por qué tendría que someterse a la lástima de los demás al saber su penosa situación? Era mejor que solo vieran las cosas buenas. Después de todo, era afortunado al nacer en una familia sangre pura, con miembros individualmente talentosos y muchos de ellos sobresalientes.

Porque si ponía en la mesa la gran cantidad de cosas que había obtenido solo por su apellido y apariencia, entonces tendría que comenzar a agradecerle a su familia.

Sin embargo, no podía.

Pensó en Snape.

Si había alguien realmente desafortunado era él. Y aún conociendo los pormenores, Sirius todavía no sintió que debería darle las gracias de algo a ellos. 

Es porque la herida sangraba todo el tiempo que no podía tomarse un momento para perdonar. Sirius estaba harto de que cada parte de su vida estuviera designada por los deseos egoístas de su madre. Eso lo llenó de rencor y de rabia. Por eso, cuando ingresó a Hogwarts, se propuso romper con las tradiciones y expectativas de su familia, pidiendo ser sorteado por la casa de Gryffindor.

Así comenzó su propia venganza, aunque en el fondo su cabeza todavía seguía atormentada con el rechazo y la desaprobación de Walburga.

Si decía que no dolía, quizás algún día comenzaría a creérselo. La vida siguió su curso, creciendo para ser bendecido por la aceptación de todos al tener los atributos que cualquiera desearía tener. Con miedo a que alguien descubriera lo roto que estaba por dentro, escondió las pesadillas y su incapacidad de mantener lejos a sus demonios. O bueno fue así hasta que irremediablemente sus compañeros de cuarto se dieron cuenta.

De solo y herido que estaba.

Había tenido pesadillas desde su tierna infancia. Por ello, podía reconocer aquella poción más que cualquier otra pues había abusado tanto de ella que ahora las pociones sin sueños no le eran efectivas. Sin embargo, para bien o para mal, su madre había encontrado la forma de que ellas siguieran funcionando en él.

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora