Moony lo miraba con una seriedad casi burlesca.
Él ya sabía lo que iba a decir. Y no le gustaba. Menos ahora que había dormido alrededor de 3 horas por el insomnio que le dio por estar pensando en los acontecimientos recientes.
Pensó en Snape, y una ligera capa de tristeza cubrió sus ojos.
Era gracioso que le importara, cuando la mitad de las cosas del colegio le daban igual, ya sea porque ya las tenían muy bien aprendidas o no eran nada estimulantes. Hogwarts era un escape de sus obligaciones, así que no se arrepentía de volverlo su cuarto de juegos, o bueno eso fue al comienzo porque aunque se decía eso, James, Remus y Peter lo habían convertido más que eso: en su hogar.
Ahora, sin embargo, era mucho más complicado que eso. Sirius supone que siempre lo fue. Después de todo, era un maestro en ignorar lo que no quería ver y jugar alrededor de las excusas. Tristemente aquellas acciones eran un arma de doble filo. Sus sentimientos ya no podían simplificarse.
Habían crecido en tamaño. Ese burbujeante y picante sentimiento que aparecía cada vez que veía a Snape ya no podía ser opacado más por la opresión, el odio y el dolor de sus recuerdos. Y pese a eso, aún seguía siendo difícil.
El odio aún seguía apareciendo como un fantasma que venía a recordarle sus miedos.
Todo eso lo tenía de un mal humor tan palpable que nadie se atrevió a acercarse a él. A excepción de uno. El muchacho de mirada cansada murmuró bajo. Se preguntaba si James toleraría su actitud horrorosa en el entrenamiento de hoy.
Se encogió de hombros. Él debería saberlo, que no era una persona fácil. Fue él y Longbottom quienes le insistieron ser parte del equipo de Quidditch de todos modos. Incluso si fue por un incidente de última hora que tuvo Longbottom (por lo cual tendría que reemplazarlo), cuando se trataba de aquel deporte, James nunca tomaba decisiones precipitadas.
—Puff. —Se quejó con la frente aún pegada a la mesa de madera—. En serio, Moony. Son las 7 de la mañana. No quiero escucharlo.
—¿Escuchar qué? —replicó en con voz burlona, disfrazada de un tono calmado. Remus se la estaba pasando en grande—. Si lo pones así, ¿no crees que me lo debes?
El pelinegro azabache siguió gruñendo, pero esta vez, volteó a ver a su inteligente amigo, quién lo miraba con regaño. Te lo dije. Es lo que estaba grabado a fuego en su mirada. Cómo lo odiaba, pero no era otro que él mismo el que había ocasionado ese desenlace tan patético.
—Sirius... —Suspiró mientras negaba con la cabeza—. Te gusta complicarte la vida ¿no?
Lo miró con ironía.
—No es a propósito ¿sabes?
—Lo sé. Quiero decir... —Se detuvo intentando buscar las palabras correcta—. Sigues actuando como un niño de no sabe expresar sus sentimientos frente a la niña que le gusta y que en cambio, solo la molesta para llamar su atención. Es bastante exasperante, compañero. No te mataría ser un poco amable, sabes.
El nombrado arrugó el ceño, no iba replicar nada porque no había forma de contradecirlo. Remus tenía razón. Se había comportado como un perfecto idiota y ahora estaba cosechando lo que sembró de aquel primer encuentro.
Dicho sea de paso, ya había sido regañado por ello. Luego de que Snape desapareciera los huesos de sus dedos, se armó un lío cuando al intentar protegerse ante otro hechizo del Slytherin, este rebotó a James que venía un tanto distraído. Y no solo a él. Después de todo el que había hechizado el pasillo convirtiéndolo en arena movediza no había sido otro que Severus Snape.
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James lo sabe [Snirius]
FanfictionJames ya está cansado de los cambios de humor de Sirius, y aunque muy profundamente sabe la razón de esa irritabilidad repentina y de sus momentos de ensimismamiento, no lo quiere aceptar. Su mejor amigo no podía estar enamorado de su peor enemigo.