[ Capítulo XXIX ]

1.9K 217 71
                                    

Soltó una risa hueca.

—¿En serio quieres que te crea eso?
—No necesitas creerme —le aseguró la muchacha—. Puedes ir a verlo por ti mismo.

La sonrisa de Sirius tembló ligeramente. En silencio, todo tipo de pensamientos se atiborraron en su cabeza. Por un segundo, deseó que esto fuera una pesadilla. De esas que puedes despertar y olvidar sin más. Sin embargo, el tiempo siguió pasando y nada cambió. El fantasma de su última conversación con James le susurró al oído y le carcomió las entrañas.

Sirius dirigió sus pasos al ala de la enfermería con un sentimiento incompresible en el pecho. Al llegar, se encontró con dos figuras familiares. Las ignoró tan rápido como unos ojos avellana notaron su presencia.

James se veía que tenía muchas cosas que decirle, pero no le importó. Lo hizo a un lado, golpeando su hombro con el suyo y se paró enfrente de la segunda cama ocupada. 

Su corazón latió lento.

Margaret Williams lucía frágil mientras dormía. Sus cabellos largos caían salvajes dando la apariencia de ser un ser lamentable que la guerra había tomado desprevenida y en una situación vulnerable. Sirius tuvo que contener el aliento al fijar la vista en los moretones y rasguños esparcidos en su rostro. Era una imagen difícil de observar, pero Sirius no apartó la mirada. Quería ver. Quería estar seguro...

—¿A dónde vas? —preguntó James viendo a Sirius a punto de marcharse.
—Quiero hablar con él.

Había un aura silenciosa rodeando a Sirius que los empujó lejos al minuto uno que se reencontraron. Sin embargo, lo que sorprendió a todos fue la manera tranquila en cómo se tomó las cosas.
Sirius era una persona que creía ferozmente en ti o no lo hacía. No había punto medio. Eso lo tenían claro. Sin embargo, también era una persona que se dejaba influenciar por las cosas y podía tomar decisiones de manera impulsiva, sin razonar el acto en sí mismo. James, de manera equivocaba, pensó que sería así esta vez, que su amigo entraría en un rabia incontenible y buscaría justicia por su propia mano.

Sin embargo, la forma en que estaba aplacándose, solo porque tenía la furiosa necesidad de creerle, no a cualquier persona, sino a Severus Snape, la persona que odiaron y persiguieron por tanto tiempo por un momento dejó a James sin palabras.

—¡Estás loco! —exclamó como si no diera crédito—. ¡Sirius, él lo confesó!
—Si me acusaran de algo terrible, ¿lo creerías si alguien más te lo dijera? —le cuestionó conteniendo su voz. James apretó los labios—. Eso pensé.
—¡Simplemente no lo entiendo! —gritó ofuscado— ¿Por qué ahora?
—Porque, todo este tiempo, lo único que hice fue juzgarlo y lastimarlo —contestó con tranquilidad—. Esta vez, al menos quiero preguntar.
—¿Y crees que él te dirá la verdad? —Bufó con enojo—. No hay forma de defender esto. ¿Qué necesitas para convencerte? ¿Un declaración con veritaserum? ¿Un juramento inquebrantable?
—Su palabra es suficiente.
—¿Suficiente? —James parecía a punto de arrancarse los cabellos—. Maldita sea, pads. ¿Por qué demonios estás tan encaprichado? Snape no te ha dado nada, podrías tener a cualquier chico que quisieras. 
—Ese es el problema, prongs —le sonrió débilmente—. No quiero a cualquier chico. Lo quiero a él. 
—En serio no puedo creerlo —dijo viendo con estupefacción a su amigo—. Si no vas a creerme a mí, ¡Pregúntale a Lily! — dijo lo que llamó la atención de Sirius—. Debe estar llorando en la Torre Gryffindor.
—Ella... —musitó con los ojos abiertos—. ¿A caso ella no le creyó?
—Bueno... —Remus interrumpió la charla de los dos y habló—. Creo que más que todo se veía conmocionada.
—¿Por qué habría de creerle? —Bufó de manera irónica.
—Evans es su mejor amiga, prongs — habló con dureza—. Y si realmente se hubiera comportado como una, entonces, ella sabría.
—¿Saber qué?

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora