[ Capítulo XLII ]

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Lo peor se había ido, pero los rezagos quedaron. En ese momento, los latidos que golpeaban su pecho latían con menos furia. Sirius, en el fondo, aún podía sentir su corazón sangrando. Todavía la sensación de mirar a su alrededor lo ahogaba, así que fijó la mirada en lo único que parecía calmarlo.

Snape.

Todo estaba oscuro. O quizás realmente era su visión siendo abrumada por sus demás sentidos sobreestimulados. Todo se oía extraño, todo se sentía irreal. El zumbido molesto no consiguió callarlo, pero disminuyó lo suficiente para ser consciente que Snape le hablaba.

Sus ojos lo siguieron por la habitación.

Fue como su cable a tierra. Lo único que necesitaba para no sentir que estaba perdiendo la cabeza.

Una respiración profunda.

Dos.

Tres.

Poco a poco se sintió mejor, pero las manos le siguieron temblando. Una fuerte sensación de querer abrazarse lo envolvió. De pronto, sintió frío.

—Black.

Tanto, tanto frío. Como si un dementor se le hubiese atravesado y se haya robado todo rastro de felicidad y energía en su interior.

Estaba cansado.

Y mientras pensaba eso, una mano se estiró y tocó su frente. Suave, casi gentil contra su piel sudorosa y caliente. Snape lo observó con ojos escrutadores. Sin quitar la mano, verificó la palidez nada sana en su piel. Bajo su valoración, Back no estaba en condiciones de poder responder o moverse solo. Su mirada grisácea, siempre tan llamativa y vivaz, ahora estaba cubierta de una leve bruma que nubló sus sentidos. Severus volvió a llamar.

—Black.

Aunque esperó un momento, la respuesta fue la misma. Snape reprimió un suspiro. Sirius se abrazaba así mismo. Un frío calador había invadido su cuerpo. Parecía un muñeco. Ausente y con la mirada dispersa. Estaba seguro que si ahora lo apuntara con una varita, el otro no alzaría la suya en defensa.

Esto tomaría tiempo.

—Black —dijo pero siguió sin contestar. De repente, una idea se le vino a la cabeza. Volvió a repetir, esta vez, con una voz suave—. Sirius.

Su mirada obtuvo una luz de consciencia por un instante. Snape decidió seguir por ese camino.

—Voy a traerte una poción calmante —dijo en tono lento para que el otro lo entendiera—. Quédate aquí.

Cuando dijo eso, sus ojos lucieron perturbados para luego volver apagarse como un enchufe desconectado de su fuente de luz. Severus apretó los labios. Esa respuesta no era muy satisfactoria.

Dio media vuelta. Un sentimiento de duda detuvo sus incipientes acciones. Dirigió su vista al chico. Si lo dejaba solo aquí...

—¿Sirius? —Se oyó una voz decir—. ¿Eres tú?

Las alarmas sonaron en su cabeza. Era Walburga. Vestía una camisón blanco y sus cabellos negros caían como cascadas sobre sus hombros. Severus pudo notar que de sus ojos brotaban un brillo preocupado y puro. La luz de la varita apuntó cerca de ellos.

Severus dio un paso atrás, chocando con el cuerpo de Black. Este pareció encogerse al escuchar su nombre. Snape lo notó.

Es como si la sola voz de su madre lo alterara y lo pusiera en guardia. Black todavía no era consciente, pero aún así respondía hostilmente a ella como si su cuerpo recordara quién era ella y cómo le hacía sentir.

Por alguna razón, Severus no quería que Walburga viera a Black. La mujer no parecía gustarle de todos modos. Si se dejaran ver, ¿Walburga que diría? ¿Sería dura con él? ¿O entregaría esa mirada de preocupación que había visto reflejada cuando había pronunciado su nombre?

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora