[ Capítulo XXV ]

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Llegada la noche, Severus se adelantó a los dormitorios con la esperanza de obtener un poco de paz. Nunca hubiera imaginado que las mujeres podían ser tan...molestas. Mirándolo como si hubiera cometido el peor de los crímenes, con dagas en lugar de ojos. Aunque no se habían acercado a golpearlo o hechizarlo, de alguna forma sintió que había algo amenazante en cómo actuaban, susurrando en grupos y barriéndolo con la mirada.

¿Por qué actuaban así? Black no pudo estar con tantas ¿no? Era físicamente imposible, y muy aparte de eso, encontraba infantil que se comportaran así solo por un hombre. Le ponía de los nervios, porque no le dejaban olvidar ni por un segundo su conversación con Black en Hogsmeade.

Suspiró profusamente. Enmascarar los sentimientos no es lo mismo que dejar de sentir. Severus era solo un adolescente de quince años, igual de humano que todos los demás. Tal vez su gran orgullo lo podía hacer lucir duro por fuera que ignoraron la persona con sentimientos que era en el interior.

Basta con que el recuerdo apareciera en su mente para que su estómago comenzará a retorcerse. Quería pensar que era natural que se sintiera así de enojado por no entender las intenciones de Black.  Pensó que siendo cruel sería la solución perfecta para sacar a relucir su verdadero rostro, y de paso lo dejara por fin en paz, excepto que no se esperó que Black reaccionara de la manera en que lo hizo.

¿Black atraído por él? Que el cielo se parta. Aún así, las palabras que él dijo nunca dejaron de repetirse en su cabeza. Palabras que ahogaban el murmullo que le recriminaba sobre cómo ahora estaba reaccionando a la nuevas actitudes de Black, sobre cómo le estaba dando mucho espacio en su mente.

Sin embargo, no se detuvo a pensar más cuando fue interceptado por dos desagradables compañías.

—Imagino que no es un visita social —dijo Severus con su habitual sarcasmo.
—No haz cambiado nada —dijo Avery con voz desdeñosa—. Demasiado engreído para la sangre inmunda que corre por tus venas.
—Eso no parecía molestarles antes.
—Malfoy ha sido muy indolente contigo. —Apretó la mandíbula.
—¿Es así? —Su voz sonó aburrida—. Te sugiero que se lo comentes por carta entonces. Aunque dudo mucho que te responda. A cualquiera de ustedes.

Mulciber rió con cinismo.

—¿De verdad crees que esto terminará bien para ti? A estas alturas, Rosier debe haberse enterado de los rumores...
—Pensé eras diferente, Snape —le dijo Avery con soberbia mezclado con burla—...meterte con ese traidor a la sangre...
—Me da la impresión que le dan mucha importancia a lo que haga un mestizo como yo —replicó Snape con ironía—. ¿O me equivoco?
—Haz caído bajo. —dijo Mulciber mordaz, con tono dolido—. Pero nos encargaremos que Rosier pierda todo el interés en ti.
—Si es que no lo ha perdido ya.

A Severus le costaba creer que estos sujetos hayan sido parte de su círculo más cercano. Por supuesto, eran serpientes. Tenían la capacidad de adaptarse a cualquier ambiente y situación. No les gustaba su status de mestizo pero Lucius había sido determinante. Si Malfoy había visto algo valioso en él, entonces todos tenían que verlo y aceptarlo. Es gracias a ello que Mulciber y Avery se habían vuelto cercanos. Severus no lo catalogaría de otra forma, no eran amigos pero eran bastante útiles para sus ambiciones en aquel entonces.

Ahora...

—Avery, Mulciber.

Una cuarta voz se hizo resonar en la habitación. En el marco de la puerta estaba Evan Rosier, ofreciéndole un gesto neutro. Por lo usual su mirada era fría pero cálida y amena en su interior. Hoy lucían un poco opacos. Supuso que la presencia de los Slytherin era el motivo.

—Déjenos solos. —Su tono era contundente.

No hubo necesidad que la orden se repitiera dos veces. Rosier no necesitaba de hechizos ni fuerza bruta para ser escuchado, en eso, tenía mucho parecido con Malfoy. Así fue que con una mirada envenenada hacia Snape, se fueron sin expresar ninguna queja.

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora