[ Capítulo XXXI ]

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Sirius intentó realizar su rutina diaria con normalidad. Desde que la luz del sol se posó entre sus cortinas, manejo los sentimientos de su interior, que rugían como leones, como un maestro. Lleno de su habitual flojera, se vistió observando con la cara adormilada las camas desocupadas de sus amigos. Luego tuvo un arduo momento arreglando su melena frente al espejo, pero una vez más Sirius se complació con lo que veía en el espejo y decidió irse sin amarrar su corbata.

En el gran comedor, su aura deprimente fue reemplazada por una exuberante energía que contagió la mesa de los Gryffindor.  Se sintió tan traviesa que mientras Sirius saludaba a algunos de sus compañeros, algunos le preguntaron si estaba de nuevo en eso de las bromas. Este les respondió con una sonrisa encantadora, ahogando en suspiros a algunas chicas.

—Esperamos verte en el siguiente partido, Black —respondió con una sonrisa emocionada uno de los chicos de cuarto—. ¡Queremos verte patear algunos traseros, ¿cierto, chicos?
—Igual no vayas a mojar los pantalones cuando lo veas jugar, Hamilton —dijo uno detrás de ellos. Ante ello, el chico se puso de todos los colores.

Los demás asintieron entre carcajadas y Sirius rió mientras se sentaba en medio de ellos y sugería una charla.

Su vista siguió entre sus compañeros, aún así su ímpetu generaba que a veces que su mandíbula se tensara entre momentos. Sirius mantuvo el ánimo con el que llegó al Gran Comedor, pero fue imposible no sentirse como un impostor cuando los ojos de Remus se posaron en él.

Nadie más lo notó, incluso ahora, que era el foco de varias miradas mientras intentaba echarse unas risas y hablaba de temas banales, su actitud relajada y somera fue suficiente para que los ojos de los demás se cegaran.

—Eres nuestro mejor golpeador hasta ahora —dijo Wilson, un chico de Quinto.
—No lo digas frente a Longbottom —dijo mientras tomaba un poco de jugo de calabaza y sostenía una mirada irónica—. Podrías romper su corazón.

Algunos rieron.

—En serio, Black —Esta vez fue Hamilton, quien parecía entusiasmado de tener a Sirius ahí—. Creo que lo poco que hemos visto de ti en los entrenamientos es suficiente para saber quién tiene el puesto.
—¿Cómo le haces para ser tan bueno? —preguntó otro casi desanimado. Sirius le dio un golpe a su hombro mientras lo acercaba con un medio abrazo. La sonrisa superficial seguía en su rostro.
—Fácil, amigo. Solo tienes volver nacer y ser yo. 
—Deberían dejar de alabarlo tanto —interrumpió Remus, enfermo de tanta palabrería— Un día de estos su ego no entrará en el Gran Comedor —Se cruzó de brazos.
—Oh, vamos, Moony —Un puchero jugueteó por sus labios—. Te encanta verme de buen humor.

Remus lo miró un momento y dando un pequeño suspiro, le dijo:

—Hablemos un rato, Sirius.

Aunque en un principio, Sirius no quiso ir, la mirada de Remus Lupin fue tan insistente y seria que tuvo que hacerlo. Estaba rompiendo la atmósfera. No le quedó de otra que seguirlo hasta su lado de la mesa, y compartir un poco mientras intentaba ignorar a James. Peter no le sugirió ninguna incomodidad. Parecía bastante bien hablando con los otros compañeros de su casa.

Estar con Remus le hizo ser más consciente de sus verdaderos y complicados sentimientos, por lo que Sirius ya no podía mantener el ánimo álgido con el que ingresó. Ahora se sentía aburrido y prefería largarse que ceder a la fuerte necesidad de mirar a la mesa de las serpientes.

—Sé que estás ignorándome.
—¿Ah, sí? Me pregunto cómo llegaste a esa conclusión —Le replicó Sirius con sarcasmo punzante.
—No nos hemos comportado bien contigo, lo admito, pero sigo siendo tu amigo, Sirius, al menos pretende escucharme.

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora